«El testimonio de oración de los musulmanes me estimuló a rezar más y mejor» - Alfa y Omega

«El testimonio de oración de los musulmanes me estimuló a rezar más y mejor»

El arzobispo electo de Rabat, el salesiano español Cristóbal López, ha dirigido una carta a los miembros de la familia salesiana y a todos sus amigos en la que recuerda cómo en sus ocho años de trabajo en Marruecos, a donde vuelve ahora, «hice experiencia, hermosa y fecunda, de diálogo interreligioso a través de la amistad y el compartir la vida con muchísimos musulmanes». Sufrió con ellos «el desastre de la violencia proveniente de sedicentes cristianos y musulmanes, con víctimas cristianas y musulmanas»; padeció con ellos «los desastres naturales de inundaciones y terremotos»; celebró «las fiestas musulmanas con ellos y ellos con nosotros las cristianas». No por nada la Iglesia de Marruecos se define como una «Iglesia del encuentro»

Colaborador
Foto: Salesianos

Queridos hermanos salesianos y demás miembros de la Familia Salesiana, amigos y amigas todos: Nuevamente, feliz Navidad… que no ha pasado, sino que continúa y dura hasta la fiesta del Bautismo del Señor.

No hubiera imaginado tener que escribiros esta carta… pero aquí estoy haciéndolo. Lo que la motiva es que hace unos minutos la Santa Sede ha hecho público mi nombramiento como obispo de la Arquidiócesis de Rabat (Marruecos). En previsión, yo ya me puse al ordenador anteayer para preparar estas páginas que ahora completo y os envío, más por la vía del corazón que por internet.

Aunque conocía la noticia desde el 20 de diciembre (¡hace apenas nueve días!; estaba yo haciendo la visita inspectorial en Elche cuando la recibí), y aunque se me había advertido de la posibilidad de la misma el 24 de noviembre (estando en el noviciado de Genzano), el hecho de haber continuado con la agenda normal de actividades no me ha permitido hacerme demasiado a la idea de lo que esto supone y significa para mi vida y, en cierta medida, también para la de la Inspectoría.

Durante estos días de Navidad y los anteriores, he ido pidiendo oración a diestra y siniestra, a tantas personas a las que he felicitado o me han felicitado la Navidad. Es lo que ahora quiero hacer nuevamente y con toda intensidad: encomendarme a vuestra oración. Algunos, que se extrañaron por el hecho de que yo pidiese oraciones por una intención particular, saben ahora de qué se trataba.

Me ayuda a enfrentar esta situación el hecho de haber tenido varias experiencias anteriores semejantes en mi vida. En efecto, tanto mi destino al Paraguay, como mi posterior envío a Marruecos, a Bolivia y el retorno a España han sido todos inesperados, sorpresivos e interrumpiendo una etapa inacabada de trabajo, y sin petición ni búsqueda en absoluto de mi parte. Y el caso es que en todos esos lugares las cosas me han ido bien, por la gracia de Dios y con su ayuda. Por eso hice mío el lema Déjate llevar, que encontré en la publicidad de una línea aérea boliviana y ahora veo en los autobuses de Sevilla.

Ahora, una vez más, Dios me sale al encuentro a la vuelta de otra esquina, y me topeto con Él cara a cara, escuchando que me pide, en esta Navidad, «volver a nacer», «salir de casa», empezar casi de cero… y alargar mi vida útil hasta los 75 años (¡ahora que estaba tramitando mi jubilación laboral y vislumbrando en dos años y meses el fin del sexenio como inspector salesiano!; ironías de la vida).

Cuando el Nuncio Apostólico en Marruecos me habló y me dijo que el Papa me nombraba obispo, no supe, no pude, no quise decir no.

Mi vida ha intentado ser siempre un sí a lo que Dios, a través de las mediaciones humanas, me ha ido pidiendo. Me he pasado estos últimos meses hablando a miles de jóvenes y adultos de las diferentes casas salesianas que he visitado, sobre la vocación, insistiendo en dos frases: «Habla, Señor, que tu siervo escucha», y «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad».

¿Podía yo hacer algo distinto a lo que he estado predicando repetidamente? Así que me ha tocado beber de mi propia medicina… pero con gusto, con agradecimiento y con la confianza de saber que no soy yo el que va, sino que es el Señor quien me lleva, quien conduce mi vida, a Quien yo intento preparar el camino, seguir y acompañar.

Sentimientos encontrados

En estos pocos días que he tenido para asumir y digerir la noticia, manteniéndola discretamente oculta, he intentado analizar mis sentimientos, casi diseccionarlos… Temor y temblor, miedo, respeto reverencial. Es lo primero que me vino no a la mente, sino a las piernas: temblor y temor. ¿Y cómo no va a ser así? Pero he aquí que la Palabra de Dios, justo en estos días, ha sido pródiga en decirnos: «No temas», «yo estoy contigo» y otras cosas semejantes. Así que contra el temor, la confianza en Dios. Confío en que «Él, que comenzó en mí la buena obra, la llevará a su término».

Incapacidad

Después del temor, lo que siento es mi incapacidad para asumir la tarea que se me encomienda, el servicio que se me pide. Me consuela aquello de que «Dios no elige a los capaces, sino que capacita a los que elige». Espero, pido y deseo que se haga realidad en mí para bien de quienes ahora me son confiados.

Indignidad

También me ha asaltado el sentimiento de saberme y considerarme indigno de asumir esta responsabilidad y servicio.
Me llamó la atención la definición que el Papa Francisco hizo de sí mismo en respuesta a la pregunta de un periodista: «¿Quién es el Papa Francisco?». Y el Papa responde: «Yo soy un pecador». Un pecador, pero un pecador perdonado, un pecador a quien Dios miró con misericordia… Y me viene a la mente que, en cada Eucaristía, digo «Señor, yo no soy digno…», y, sin embargo, la celebro y comulgo.

Y pienso que la indignidad radical afecta primera y principalmente al ser hijos de Dios, y, sin embargo, «¡lo somos!, y aún no se ha manifestado lo que seremos». Somos lo que somos por pura gracia, no por méritos propios ni en atención a nuestras cualidades.

Así es que la indignidad es congénita a todo cristiano, que se sabe hijo de Dios, que participa de la Eucaristía, que recibe el perdón gratuitamente…y que es llamado a prestar el servicio de pastorear una comunidad cristiana.

Alegría

Me produce alegría el volver a Marruecos. En la Iglesia que está en Marruecos viví mi fe durante casi ocho años: allí aprendí a apreciar lo pequeño e insignificante (¡pero muy significativo!) de la comunidad cristiana, a no valorar las cosas por las cantidades y los números, a descubrir la gratuidad de nuestro amor a ejemplo del de Dios, a evangelizar desde el silencio y el testimonio, a ver la Iglesia como el signo y el instrumento del Reino, pero sabiendo que el fin y el objetivo no es ella sino ese Reino de paz y de justicia.

Marruecos me ayudó a ir a lo esencial: la pasión por Cristo y por el pueblo, en este caso el marroquí. Me sentí acogido y acogí. El testimonio de oración de los musulmanes me estimuló a rezar más y mejor, considerándome, con todos los demás cristianos, «orantes en medio de un pueblo de orantes».

Hice experiencia, hermosa y fecunda, de diálogo interreligioso a través de la amistad y el compartir la vida con muchísimos musulmanes; sufrí con ellos el desastre de la violencia proveniente de sedicentes cristianos y musulmanes, con víctimas cristianas y musulmanas; padecí con ellos los desastres naturales de inundaciones y terremotos; celebré las fiestas musulmanas con ellos y ellos con nosotros las cristianas. No por nada la Iglesia de Marruecos se define como una «Iglesia del encuentro».

En fin, vi con mis ojos y palpé con mis manos los brotes verdes del Reino que crece en todas las latitudes, también en Marruecos, más allá de lo grande o pequeña que sea la Iglesia, de los sacramentos que se administren o de las estadísticas eclesiásticas.

Por todo ello me da alegría volver a Marruecos y reencontrarme con esa realidad, con ese país donde el dolor se amasa con la alegría, la pobreza con la dignidad y el ser extranjero con la hospitalidad.

Dolor por el desarraigo

Lo que más dolor –o al menos pesadumbre– me causa de esta nueva situación de mi vida es el dejar de ser salesiano, aunque sea sólo jurídicamente, y el dejar de vivir en una comunidad salesiana.

Mi encuentro con Cristo se dio de la mano de Don Bosco y María Auxiliadora, a los ocho años, y desde entonces hasta ahora aquella amistad con Jesús ha perdurado; con mis fallos y pecados, pero aquí estamos.

Ser persona, ser cristiano y ser salesiano para mí va en un solo pack, todo unido. Justamente en agosto próximo cumpliré 50 años de profesión religiosa salesiana… más los ocho anteriores de alumno, aspirante y novicio. ¿Cómo dejar atrás todo eso?

He dejado familia, amigos, patria chica y grande, varios países muy queridos… pero adondequiera que he ido a dar con mis huesos he encontrado una comunidad salesiana, con el mismo carisma y la misma misión en todas partes. Ahora me costará, será el mayor desarraigo para mí. El «sal de tu tierra» no es para mí una cuestión geográfica…

Confianza

Aunque han pasado siete años desde que dejé Marruecos, sin embargo siguen allí sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos a los que conozco y aprecio. Quiero contar también, cómo no, con la ayuda inestimable de monseñor Vincent Landel, a quien voy a suceder y a quien tanto aprecio. Quiero contar con el vicario general y los consejos episcopal y presbiteral tal y como están. Sé que me subo a un tren en marcha cuya dirección y destino están bien marcados y que mi función será peregrinar, como enseña el Papa Francisco, en medio, delante y detrás del pueblo de Dios. En medio porque soy cristiano con ellos; delante, porque me toca guiar; detrás para que nadie se pierda ni se quede rezagado.

Perdonadme si he sido tan largo y prolijo al exponer mis sentimientos en estos días, pero quería compartirlos con vosotros y seguramente no tendré oportunidad de hacerlo si no es a través de esta carta.

El futuro inmediato

De acuerdo con el Nuncio y con el Rector Mayor, hemos convenido en mantener, dentro de lo posible y conveniente, mi función y agenda como inspector hasta el 31 de enero, fiesta de San Juan Bosco. A partir de esa fecha (aunque también ya desde ahora en lo que con él iremos acordando), el Vicario asumirá la tarea de animación y gobierno de la inspectoría como corresponde según nuestras Constituciones.

Yo me dedicaré a preparar lo necesario para la ordenación episcopal y para que la transición al frente de la arquidiócesis de Rabat sea la mejor posible. El Rector Mayor cuenta con poder encargar hacer la consulta para el nombramiento del nuevo padre inspector en estos próximos meses, de manera que pueda ser nombrado en junio y tome posesión inmediatamente.

El Código de Derecho Canónico establece que la ordenación debe hacerse dentro de los tres meses posteriores al nombramiento, y la toma de posesión, dentro de los cuatro meses. En este caso pienso que ambas cosas serán simultáneas, y en Rabat, en el mes de marzo. Comprendo que no podré contar con la presencia fraterna de todos vosotros, pero sí quiero contar con el acompañamiento espiritual a través de la oración, que ahora más que nunca os pido.

Agradecimiento y petición de oración

Doy gracias a Dios por la excelente experiencia que ha supuesto para mí estar al servicio de la inspectoría durante estos apasionantes años de camino inicial. Le agradezco también esta nueva llamada que ahora me hace.

Mi agradecimiento va también al Papa Francisco, y a quienes le han propuesto mi nombre, por la confianza que han depositado en mi persona.

Y aunque tendremos ocasión de hacerlo más directa y explícitamente, os agradezco también a todos vosotros, mis hermanos salesianos y demás miembros de la Familia Salesiana, amigos y amigas, por la amistad, el apoyo y el afecto que me habéis demostrado en todo momento.

Alguno tendrá la tentación de querer felicitarme; os ruego la resistáis transformándola en oración de petición al Espíritu Santo, pidiéndole su luz y su fuerza para mí y la fecundidad en el servicio al Reino para la Iglesia particular que se me encomienda.

El Papa Francisco, el mejor modelo de pastor para mí, acaba todos sus encuentros personales pidiendo a su interlocutor que rece por él. También en esto quiero imitarle: rezad por mí.

Cristóbal López
Arzobispo electo de Rabat (Marruecos)