El pequeño Samuel, el Aylán español, ya tiene lápida en Barbate - Alfa y Omega

El pequeño Samuel, el Aylán español, ya tiene lápida en Barbate

Tenía 4 años y murió con su madre al volcar la patera en que viajaban. «Dios nos lo dio y Dios se lo llevó. Bendito sea Dios», puede leerse en su lápida

Ricardo Benjumea

«Dios nos los dio y Dios se lo llevó. Bendito sea Dios». Ese es el texto que ha quedado inscrito en la lápida del pequeño Samuel Kabamba, el niño congoleño convertido muy a pesar de su familia en el símbolo de los miles de muertos fallecidos en el Estrecho al tratar de alcanzar las costas españolas.

Con la presencia de Aimé Kabamba, su padre, y de sus cinco hermanos mayores, se colocó este jueves la lápida en el cementerio de Barbate durante un acto de oración por el niño de 4 años, fallecido junto a su madre cuando, en enero de 2017, volcó su patera. Los gastos corrieron a cuenta del Ayuntamiento.

La historia de este niño conmovió profundamente a los vecinos de Barbate desde que, cerca del faro de la playa de la Mangueta, un hombre se encontró el 27 de enero de 2017 al amanecer con una imagen que, según dijo, «no se me olvidará mientras viva». Un cuerpecito de un niño de unos 4 años, boca abajo, con la cabeza tapada con el chaquetón marrón. Y unos zapatitos blancos. Llevaba puesto un chaleco salvavidas.

Al muchacho se le apodó de inmediato «el Aylán español», en referencia al niño de 3 años que apreció ahogado en una playa de Turquía, cuya imagen dio de inmediato la vuelta al mundo.

Los vecinos de Barbate y la diócesis de Cádiz se volcaron con la familia, concretamente con el padre, pastor evangélico que se trasladó a reconocer el cuerpo desde la República Democrática del Congo, donde vive con sus otros cinco hijos. La madre y el pequeño Samuel trataron de llegar a Europa para poder recibir atención médica. Veronique padecía un tumor en el cuello incurable en el Congo por falta de medios. Samuel necesitaba tratamiento para una afección pulmonar. Ante la imposibilidad de viajar legalmente, se lanzaron a la desesperada, como hacen miles de jóvenes africanos en busca de una vida mejor.

Agradecido por la acogida que recibió en Cádiz, el pastor Aimé Kabamba dijo en marzo a Alfa y Omega: «El Señor ha permitido la muerte de mi niño para unir a los católicos y a los evangélicos».

Dos vecinos de Barbate ayudan al padre y al tío de Samuel a sacar el féretro de la parroquia de San Paulino en marzo, durante el funeral. Foto: AFP Photo/Stringe

Al celebrar el funeral en la parroquia de San Paulino, el director del secretariado de Migraciones de la diócesis de Cádiz y Ceuta, Gabriel Delgado, dijo que «el drama de la muerte» de Samuel «es un símbolo de la muerte de muchos niños y niñas migrantes», y recordó que «más de un tercio de los inmigrantes fallecidos son niños».

El sacerdote denunció la insensibilidad de Europa hacia el drama de refugiados y migrantes, pero añadió: «Seguro que Dios escuchó el grito de Samuel y su madre y el Buen Pastor bajó a rescatarlos a las profundidades del mar para llevárselos junto a Él».

Veronique fue enterrada a miles de kilómetros de su hijo, en Argelia, adonde las corrientes marinas arrastraron su cuerpo. Tuvo que ser inmediatamente sepultada por el avanzado estado de descomposición del cuerpo.