Mamá, tengo amigos de todos los colores - Alfa y Omega

Mamá, tengo amigos de todos los colores

En España, las familias inmigrantes ven cómo el paro, las jornadas de trabajo interminables, o la separación de aquellos que se quedaron en el país de origen, dificultan su vida familiar; incluso a veces la rompen. Aun así, luchan cada día por ofrecer a sus hijos un futuro mejor. Ésta es una radiografía de las familias inmigrantes en España

Cristina Sánchez Aguilar
Proyecto de Cáritas con madres hispanoamericanas en Barcelona.

Una sola familia humana es el lema elegido por el Santo Padre para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra el próximo domingo, 16 de enero. Lema elegido porque «somos una sola familia de hermanos y hermanas en sociedades que son cada vez más multiétnicas e interculturales, donde también las personas de diversas religiones se ven impulsadas al diálogo, para que se pueda encontrar una convivencia serena y provechosa en el respeto de las legítimas diferencias».

Respeto es el que han encontrado Mohammed y su familia —Mariam, su mujer; Mohammed, su hijo mayor de 14 años; Aya, de 10 años; y Malak, de 3— que llegaron hace cuatro años a Madrid desde Tetuán. «Nos hemos sentido más acogidos por los españoles que por nuestros propios paisanos», confiesa. Mohammed comprende la situación tan difícil que, en estos momentos, se da en España: «Estamos pasando todos un mal momento, es muy duro no tener pan para alimentar a tus hijos, y al final la solución más fácil es culparnos unos a otros. Ahora, nuestra tarea es demostrar que somos buenas personas, que se puede contar con nosotros».

«El camino es el mismo, el de la vida, pero las situaciones que atravesamos en ese recorrido son distintas: muchos deben afrontar la difícil experiencia de la emigración», continúa el mensaje del Santo Padre. «La fraternidad humana es la experiencia, a veces sorprendente, de una relación que une, de un vínculo profundo con el otro, diferente de mí, basado en el simple hecho de ser hombres», añade. Esta fraternidad, continúa el Mensaje, «asumida y vivida responsablemente, alimenta una vida de comunión y de compartir con todos, de modo especial con los emigrantes».

Mujer con su hijo de 4 años a la puerta del colegio.

Esta fraternidad debe hacerse visible, especialmente, con las familias inmigrantes, protagonistas de esa difícil experiencia de la emigración a la que se refiere Benedicto XVI. Hay muchos motivos por los que una familia entera, o unos cuantos miembros de la misma, cogen las maletas y vienen a España en busca de trabajo. Lo que en un principio parecía el sueño alcanzable, para muchos se convierte en una situación muy difícil de afrontar. Cuando llegan a España, los nichos de trabajo más demandados son para las mujeres, especialmente en el servicio doméstico, empleo que no conoce de horarios. Ellas aceptan trabajar 7 días a la semana y 12 horas al día. Esta total disponibilidad horaria afecta a la vida familiar. De hecho, cada vez proliferan más los centros en los que se cuidan niños de padres que trabajan hasta horas insospechadas. En Madrid, por ejemplo, el programa Escuela integradora, desarrollado en los Centros Hispano-Centroamericano e Hispano-Colombiano —centros de integración y participación de inmigrantes de la Comunidad de Madrid—, tiene como objetivo fundamental la conciliación laboral. Según explica doña Leticia Mejorada, psicóloga y pedagoga encargada del Programa en el Centro Hispano-Centroamericano, «se alarga la atención educativa de los niños 2 horas más fuera del horario escolar, hasta las 19 horas. Incluso se ofrece un servicio de voluntariado que va a recoger a los niños al colegio y los trae al centro. Este tipo de recursos extraescolares, además, va acompañado de orientación a la familia y escuelas de padres», para fomentar los apoyos entre familias y redes sociales.

A este respecto se refiere doña Gloria Lora-Tamayo, de la Delegación de Migraciones, del Arzobispado de Madrid, recordando que «es cierto que hay una enorme dificultad de conciliar la vida laboral y familiar, sobre todo para las mujeres, pero ellas buscan redes para apoyarse unas a otras». De hecho, «es normal que vivan familias juntas en una casa, y unas mujeres cuiden de los hijos de otras».

Separaciones prolongadas

Muchas familias inmigrantes no han venido completas a España. Es muy común que uno de los dos cónyuges esté aquí y el otro en el país de origen, incluso con los hijos repartidos. Según doña Gloria, esta separación no tiene por qué ser un desencadenante de una fragmentación familiar: «Hay muchas mujeres que educan desde la distancia, lo llamamos la educación de locutorio. Llaman cada día a su hijos, están al corriente de los estudios…, tienen una calidad maternal enorme y, así, los lazos afectivos se mantienen. Otras veces no ocurre esto; dejan la educación de los niños a los abuelos o los tíos, y los pequeños se acostumbran a ellos. Al llegar aquí, vienen sin desearlo y encuentran muchas dificultades para reemprender la vida familiar».

Las relaciones entre los matrimonios también pueden salir mal paradas por la separación, o por la conciliación de horarios. Mohammed lo tiene claro: «Mariam, mi mujer, aguanta, porque es una luchadora, pero nuestra relación matrimonial está bajo mínimos». Desde que llegaron, la única que ha encontrado trabajo continuado ha sido Mariam en el servicio doméstico: «Todo cambió, porque en Marruecos era yo quien trabajaba fuera. Ahora yo cuido de los niños, porque no encuentro trabajo seguido, de más de una semana o un mes».

No vuelven a casa

Sobre cómo ha afectado la crisis, especialmente a las familias migrantes, doña Gloria afirma que no hay constancia de muchos retornos: «Mucha gente, por su situación legal, está en un callejón sin salida. Si tienen los papeles en regla y se marchan más de seis meses, pierden el permiso». Lo que sí se está dando, a raíz de la crisis, es «un retroceso en las condiciones habitacionales: normalmente, cuando llegan a España, las familias comparten piso con otras personas y viven todos en condiciones de hacinamiento que no se daban en sus países de origen. Cuando van estabilizándose, acceden a una vivienda para ellos solos. Cuando consiguen esta situación, es cuando han conseguido progresar. Ahora, están volviendo a vivir hacinados porque ya no pueden pagar el alquiler ellos solos». Juan José y Luis Fernando, de 8 y 12 años, llegaron hace tres de Paraguay y lo que más echan de menos son los amplios espacios en los que vivían en su país de origen. Allí vivían en una casa grande, y ahora viven en una pequeña vivienda en pleno barrio madrileño de Lavapiés. Es lo que más les cuesta de vivir aquí.

Dos obreros trabajando en una zanja, en una calle de Madrid.

La Iglesia, madre

«La presencia de la Iglesia, en cuanto pueblo de Dios que camina en la Historia en medio de todos los demás pueblos, es fuente de confianza y esperanza. (…) Gracias a ella, el pueblo de Dios abraza a toda nación, razas, pueblos y lenguas, no con una especie de poder sagrado, sino con el servicio superior de la caridad», afirma el Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la Jornada del Emigrante y del Refugiado.

Confianza, la que muchos inmigrantes tienen puesta en sus parroquias, como por ejemplo la de San Lorenzo, en Lavapiés. Es domingo, Misa de 12, y los fieles apenas caben en el templo. El párroco, don Emilio, y el vicario, don Juan José, son los padres de la mitad del barrio. «Doy gracias por haber llegado hasta aquí y haberme encontrado con esta parroquia», cuenta Tomás, paraguayo que lleva casi 7 años en Madrid. Su mujer, Graciela, recuerda con orgullo que su hijo pequeño, Juan José —que vino a España junto con sus dos hermanos tres años después de llegar sus padres, los años más duros de sus vidas—, «el primer día que llegó del colegio en Madrid, dijo: Mamá, tengo amigos de todos los colores». Todos los domingos acuden juntos a Misa y se afanan en ayudar a todos aquellos que acaban de llegar, o que viven situaciones difíciles lejos de los suyos: «Aquí, en la parroquia, todos somos una familia», explica Graciela.

Líder y Amanda llegaron de Bolivia hace 7 años. Líder, junto con el padre Juan José, ha puesto en marcha una página web para los bolivianos que hay en España, donde tratan de ayudar espiritualmente a aquellos que se han alejado de sus raíces católicas: «A Dios sólo lo buscamos cuando tenemos necesidades; cuando se cubren, nos olvidamos de Él. Cada semana, enviamos un mensaje breve de dos minutos por esta página web, en un espacio que se llama Rincón de la fe, para que nuestros hermanos no se alejen de Dios». Líder se maravilla de lo que ocurre en San Lorenzo cada domingo: «Gracias al padre, que fue en persona a buscar nuestras advocaciones marianas más queridas, nos sentimos como en casa». Y es que la parroquia de San Lorenzo tiene una imagen de la Virgen de cada uno de los países más representativos de la zona.

Sandra vino hace 10 años de Ecuador. Vive aquí con su hija Anaí, su marido, su hermana, su madre y su prima. «Vengo de una familia muy católica, pero en Ecuador no era practicante. Fue al llegar aquí cuando aprendí lo que es valorar lo importante: lo primero que hice al llegar a Madrid fue ir a una iglesia, porque aquí hay gente muy buena, pero hay otra que te mira con recelo». Hace un año encontró la parroquia de San Lorenzo: «Doy gracias a Dios por haber conocido al padre Juan José, es como un hermano. Gracias a su apoyo, enseño a mi hija que lo primero es Dios, por Él estamos aquí y tenemos que seguir, aun con dificultades. Ante todo, somos una familia».

Familias e inmigración

• Entre las razones para elegir España como destino, los inmigrantes señalan, en el mayor porcentaje, los contactos que tenían con parientes (un 20 % padres o cónyuges), o amigos (un 33 %).

• Aunque la mayoría de los inmigrantes es joven (media de 31 años), en sus países de origen se casan más temprano que en España, por lo que la mayoría de los que ya residen en nuestro país, están casados (38,7 %) o vive en pareja (14,9 %).

• Es conocida su dificultad en mantener estructurada la familia por la distancia y las dificultades en que viven, por lo que, existen bastantes rupturas familiares y dificultades de relación padres-hijos. Entre los que se encuentran en España, afirman estar separados el 2,5 %, y divorciados el 8,4 %, con un total de rupturas del 10,9 %.

• El 86 % llegó a España teniendo creencias religiosas, el 63 % del total se profesa católico, el 13 % musulmán y el 12 % ortodoxo.

• La reagrupación familiar es una de las grandes preocupaciones cuando deciden permanecer un tiempo largo en España. El siguiente reto es la integración de sus hijos.

Miguel Osorio
Director de la Cátedra de Inmigración de la Universidad Francisco de Vitoria