El pavor a los invisibles - Alfa y Omega

El pavor a los invisibles

Eva Fernández
Foto: REUTERS/Yannis Behrakis

Algunas palabras se oxidan de repente y otras bombardean tu zona de confort. Se convierten en misiles contra la conciencia. En las calles vemos a hombres, mujeres, ancianos y niños humillados, vencidos, muchos de ellos cruzando mares y fronteras de alambre por encontrar un sitio, un lugar donde recomenzar, una alternativa a la muerte. Pero no los queremos ver. Nos molesta su presencia y hasta nos enfada su existencia. Los convertimos en invisibles. Como la anciana de la foto. Por fin podemos poner nombre a lo que estaba ahí, aunque no quisiéramos verlo. Fundeu ha declarado palabra del año 2017 al término acuñado por la filósofa Adela Cortina: aporofobia, el rechazo al pobre, la aversión visceral a los que viven en la indigencia. Una palabra que viene de las griegas á-poros (sin recursos) y fobos (miedo). Les tenemos miedo porque se atreven a pisar nuestra propiedad privada sin permiso. Irrumpen en nuestra comodidad y por eso nos molestan. Y cuando algo nos molesta, tendemos a apartarlo de nosotros o a minimizar su influencia si no es posible erradicarlo. Los sin techo se han convertido en el revés del tapiz de quienes no toleramos que desbaraten nuestra civilización exquisita. No es igual andar por la vida con papeles que sin ellos. Y olvidamos que a la intemperie no se está por gusto. Ser mendigo no es esnobismo, sino una desgracia. No tener hogar es la máxima tragedia para el ser humano. Hemos pasado de la compasión a la indecencia. La aporofobia destruye, fomenta el odio y el odio rompe el vínculo que tenemos con los demás, transforma la misericordia en asco. Rechazamos a esas personas que afean el recorrido de los turistas, manchan nuestras ciudades y complican nuestra existencia. Suficientes problemas tenemos ya a la hora de escoger qué pondremos de primer plato en la comida como para que el otro nos interrumpa pidiendo algo para comer. Siempre los nadie, necesitando y exigiendo. No podemos regalar, así como así, los dividendos de haber nacido en el primer mundo. La crisis nos ha hecho ver que todos somos vulnerables. Todos podemos quedarnos sin empleo, sin recursos. De ahí el miedo a los que no tienen nada. La aporofobia describe magistralmente ese proceso mental en el que se anula la compasión y la empatía por la anciana invisible de la foto. Atención, porque hoy en día en nuestras ciudades ser mendigo es peligroso. Los inmigrantes de las guerras y los que huyen de las hambrunas no tienen sitio. Llega el momento de orear nuestros sentimientos. Estamos a tiempo. No permitamos que esta nueva palabra se haga callo en nuestra alma. Hablemos de los nadie. Miremos a sus ojos.