«Yo no tengo amigos» - Alfa y Omega

Estaba un día hablando con mi hermana y me comentaba que iba a reunirse con unas amigas del colegio. «¿Todavía os seguís viendo?», le pregunté extrañada. Han pasado casi 50 años.

Ella es muy simpática, abierta, de mucha relación y ha tenido siempre gran cantidad de amigos. Me quedé pensando en que yo apenas los he tenido, menos aún desde que llegué al monasterio, y me entró algo de tristeza. Pero me dije de pronto: «¡Los salmos, los salmos son mis amigos!, ¡tengo 150 amigos!».

Sí, para mí ellos son seres vivos con quien mantengo una relación intensa, de mutua reciprocidad, de trato asiduo. Nos conocemos muy bien y compartimos lo más íntimo de cada uno, pensamientos, miedos, emociones, deseos, esperanzas…

Cuando llego al coro y empieza el oficio divino, los voy viendo llegar. Se acerca el salmo 22 y me ayuda a confiar en el Señor; asoma el 6, este es un gran pesimista, todo lo ve negativo, pero le quiero. El 121 me gusta, porque es muy alegre. El 130 es mi preferido, no es ambicioso y conoce muy bien sus límites…

Al relacionarme con los salmos siento una inmensa alegría y el asombro de poder pasar con ellos un rato. Tienen un poder prodigioso, un mágico encanto, como la primera vez que los conocí. Son siempre nuevos, como eterna primavera que llega constantemente a mi vida.

Cada uno tiene una historia particular, expresa una forma de entender la existencia, de enfrentarse a los problemas y resolver los conflictos; yo lo asumo e intento vivirlo como ellos.

También son espejos en los que me miro; me van diciendo cómo soy y me presentan lo que puedo llegar a ser. Por eso me curan, porque cuando entra el salmo en mi interior saca todo lo que me está haciendo daño. Me hacen presente la acción creadora y redentora de Dios y me llenan de esperanza en la victoria final.

Tengo una profunda gratitud hacia estos amigos. Tú también puedes acercarte a ellos, ya que te quieren y te esperan.