#MeToo: el foco detrás de las cámaras - Alfa y Omega

#MeToo: el foco detrás de las cámaras

Los casos de acoso sexual denunciados en los últimos meses, así como el impulso de movimientos como el #MeToo, han permitido a la sociedad ver entre bambalinas los excesos cometidos contra mujeres por abuso de poder. En España, los actores Assumpta Serna y Scott Cleverdon promueven un código de buenas prácticas que eviten este tipo de casos y otros como la explotación laboral

Fran Otero
Una mujer participa en una de las protestas del movimiento #MeToo. Foto: REUTERS/Brian Snyder

Estamos en la época de las grandes galas cinematográficas, auténticas fiestas del cine en las que se pone de manifiesto el buen hacer de una industria con gran impacto en la sociedad. Ya han pasado los Globos de Oro a la espera de los Óscar y, aquí, en España, se han entregado los Premios Feroz, preludio de los Goya. Galas que este año incorporarán un tinte negro –al menos así lo han hecho algunos intérpretes– para mostrar su repudio a los abusos sexuales que se han cometido en este sector y que desembocaron en el movimiento #MeToo, que busca romper la espiral del silencio que sobre estas conductas delictivas se produce en el mundo del cine y en la sociedad.

Fue el caso del productor Harvey Weinstein, en Hollywood, y las denuncias de numerosas actrices que fueron acosadas durante 30 años las que encendieron la mecha de este movimiento y que puso el foco en lo que sucede detrás de las cámaras, para poner luz en los numerosos excesos que se están cometiendo, casi todos ellos con un denominador común: el abuso de poder.

En España, tras esta corriente de denuncia, la actriz Leticia Dolera narró en eldiario.es que sufrió abusos cuando tenía 18 años por parte de un director. Diez años después, la situación se repitió con un actor durante un rodaje en Francia. Confiesa que lo que más le duele es el silencio que se convierte en complicidad de aquellos que son testigos de estos actos. Casos muy significativos, además porque sufrieron abusos de todo tipo cuando eran niños, son los de Marisol y Joselito, cuyas secuelas todavía permanecen.

Este movimiento, el #MeToo, al que se han añadido otros como Time’s Up, ha logrado quebrar el silencio que había en torno a estos casos, que es el primer paso para acabar con ellos; pero lo cierto es que también ha generado polémica, pues desde distintos sectores, incluso dentro de la propia industria, se cuestiona que denunciar a través de redes sociales expone a personas al escarnio público sin que se haya podido defender o lo haya condenado un juez. Ha sucedido esta semana con un cómico en Estados Unidos, al que una joven denuncia en un escrito anónimo de que se sintió violada, mientras él aseguró que «no había percibido nada raro». Imam Amrani, periodista de The Guardian, escribió sobre el caso que «algunas de las situaciones pueden ser desagradables o lamentables, aunque no significa necesariamente que deban ser clasificadas como agresión, acoso o violación». También en las páginas del diario inglés, la periodista francesa Marie Le Conte, lo confronta: «Incidentes que algunas personas consideran demasiado pequeños como para llegar al escándalo revelan la forma en que los hombres ven a las mujeres. Si no tienen problemas en cruzar una o dos veces los límites de las mujeres, ¿dónde se detendrán?».

De estas cuestiones ha hablado un grupo de actrices francesas, lideradas por Catherine Deneuve, que se han mostrado críticas con algunos aspectos del movimiento #MeToo. Dicen: «La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista. Como resultado del caso Weinstein, ha habido una conciencia legítima de la violencia sexual contra las mujeres, particularmente en el lugar de trabajo, donde algunos hombres abusan de su poder. Ella era necesaria. […] Pero ha provocado en la prensa y en las redes sociales una campaña de denuncias públicas de personas que, sin tener la oportunidad de responder o defenderse, fueron puestas exactamente en el mismo nivel que los delincuentes sexuales».

Los actores Barbar Santa Cruz, Jorge Suquet y Alba Flores vistieron trajes reivindicativos durante la entrega de los Premios Feroz. Foto: Juanjo Martín

Cine ético

Assumpta Serna y Scott Cleverdon son la cara visible de First Team, una fundación de formación cinematográfica. Ambos promueven la aplicación de un código de buenas prácticas en el sector audiovisual. Se encuentra en periodo de difusión, pero ya cuenta con el apoyo de más de 50 entidades. Incluso se ha hecho una película, Red de Libertad, cumpliendo todas las premisas. Ambos ven con preocupación los abusos que se están conociendo en el sector, aunque Scott advierte de que «la profesión siempre ha sido muy consciente de que estos podían suceder, de que podían darse abusos de poder». Y pone un ejemplo: «Cuando llamas al teléfono del sindicato de actores en Estados Unidos, lo primero que te dicen, después de agradecerte la llamada, es que pulses uno si se trata de un abuso sexual. Por eso digo que la profesión no le ha dado la espalda a este problema». Assumpta Serna cree que «no es una cuestión de sexos, sino una cuestión de abuso de poder», que se produce en el caso del acoso sexual y también en otros aspectos en la relación del actor o actriz con el producto u otros cargo.

Ante los últimos acontecimientos, Scott Cleverdon defiende la necesidad de un marco, de un código que ayude a medir lo que es correcto e incorrecto y también de mucha formación: «Hay que educar en el respeto. Creo que el #MeToo puede ayudar a los profesionales de este sector a caer en la cuenta de que hay cosas que no se pueden aceptar, ya sea en un rodaje, en un casting… Debe haber mecanismos para que los actores puedan plantar cara a los abusos de poder. Que el no significa no y que nadie puede explotarnos». Y concluye advirtiendo del peligro de caer la polarización como sucede, lo cita, en los casos de Trump, el Brexit o Cataluña: «Es necesario encontrar un punto medio desde donde podamos mirar soluciones y mecanismos para cambiar la situación».

Assumpta Serna, por su parte, estima que el cine no solo tiene que ofrecer un contenido ético en sus producciones, que reflejen realidades que necesitan ser mejoradas en nuestro mundo, sino que también tiene que respetar unos valores en el proceso de hacer la película. «Si no lo hacemos, entonces estamos muy equivocados», añade. De poner el foco detrás de las cámaras y actuar es de lo que se trata y para lo que todavía hace falta aunar muchas voluntades: políticas, empresariales…

¿Qué dice la Iglesia?

Hasta el momento, la Iglesia católica, ya sea en nuestro país o en Estados Unidos, no se ha manifestado oficialmente sobre este tipo de abusos en el cine, aunque su postura es clara en estos casos, tal y como ha mostrado en los abusos cometidos por clérigos: tolerancia cero y apoyo a las víctimas. También colaboración con la justicia y la dotación de espacios para que se puedan denunciar estos delitos. Al margen de esta aportación, la Iglesia propone, además, a través de su magisterio una sexualidad responsable y que vaya en consonancia con el amor. «La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro», se puede leer en el Catecismo.

Un código que ya funciona

Hace unos cinco años, Scott Cleverdon participaba en el rodaja de una película en Colombia, cuya protagonista era una niña cubana de ocho años. Su primer día de trabajo se prolongó durante 14 horas y el segundo alcanzó las 12. «Debemos tener unos límites que fijen lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo y lo que no, porque estamos hablando de seres humanos, de adultos y niños. Por eso, en el sector debemos preguntarnos si nuestros objetivos pueden justificar algunas actitudes. Yo mismo he tenido que decir en un rodaje que si seguíamos con ese nivel de trabajo, alguien iba a enfermar. A veces, se está tan fijado en conseguir un plano que se olvidan los peligros», justifica la necesidad de una regulación de una buenas prácticas en el sector.

Narra la paradoja de que en el cine norteamericano se incluya en los créditos finales de un filme que este ha sido realizado sin maltratar a ningún animal: «¿Y los seres humanos? Habría que ponerlo también, porque es muy común que haya personas trabajando 12, 14 o 16 horas y, por tanto, es inevitable que haya accidentes». Estas situaciones que se producen detrás de las cámaras necesitan una respuesta por parte del sector y, por ello, es por lo que la fundación First Team está tratando de que el código de buenas prácticas que han elaborado pueda llegar a ser un modelo para todas las producciones. Lo que ya está probado es que funciona, pues todos los proyectos de la fundación se adecúan a él y porque una película como Red de Libertad, protagonizada por Assumpta Serna, ha logrado un gran éxito a partir de un trabajo fundamentado en valores. «El caso de Red de Libertad nos lleva a pensar que es posible el cambio», apunta Serna. Scott, por su parte, ve importante que se pase de la queja a la acción: «Red de Libertad han logrado algo que no es común. Han construido un equipo feliz, con dignidad, con intercambio de ideas, con respeto… Se trata de hacer las cosas desde una visión más humanista».