El liberalismo y la Escuela de Salamanca - Alfa y Omega

Desde hace casi dos siglos, abundan los libros que tratan del eterno debate sobre la relación entre el magisterio de la Iglesia y el liberalismo. Pocos, sin embargo, se han centrado en los postulados defendidos por la Escuela Austriaca, una de las corrientes del pensamiento liberal que más influencia ha tenido en la era contemporánea y cuyos precursores fueron Carl Menger y Eugen Böhm von Bawerk. Más tarde tomaron el relevo figuras como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek. En los últimos tiempos, su representante más señero ha sido el norteamericano Murray Rothbard.

Y ha sido otro norteamericano –y católico tradicionalista–, el profesor Christopher A. Ferrara, el que, en su libro La Iglesia y el liberalismo: ¿es compatible la enseñanza social católica con la Escuela Austriaca? (Editorial Última Línea) desmenuza las, según él, casi insuperables contradicciones entre ambos. La edición española, con un apéndice en el que el profesor Daniel Marín –también tradicionalista– desmonta los argumentos que muchos liberales de hoy utilizan para hacer de sus postulados la prolongación natural de la Escuela de Salamanca.

Marín, que lleva años estudiando a los teólogos medievales y a los pensadores salmantinos, contradice con eficacia a Rothbard cuando este sostiene en La ética de la libertad que santo Tomás de Aquino defiende, eso sí «de una manera más implícita que explícita», la absoluta independencia entre la ley natural y la existencia de Dios. Lo que dijo el santo dominico fue lo siguiente: «Toda ley emana de la razón y de la voluntad del legislador: las leyes divinas y natural, de la voluntad razonable de Dios».

Lo mismo ocurre cuando Rothbard se hace un lío con Francisco Suárez: Marín le recuerda que el Doctor Eximius escribe que «la ley natural es una ley divina propiamente dicha, y su autor es Dios». Más claro, el agua. Marín prosigue con su labor los puntos sobre las íes con otros ejemplos, lo que hace que su apéndice sea más didáctico que científico. Bienvenido sea este enfoque si contribuye a la difusión de la doctrina social de la Iglesia, pese a que algunas de sus afirmaciones sean criticables o, como mínimo, matizables.

Eso sí, acierta al destacar unas palabras pronunciadas por Juan Pablo II durante una audiencia general en 1991, en las que reafirmaba que el mercado, en clave católica, «no es el regulador supremo». Por los tiempos que corren, es bueno repetirlo.

La Iglesia y el liberalismo: ¿es compatible la enseñanza social católica con la Escuela Austriaca?
Autor:

Christopher A. Ferrara

Editorial:

Última Línea