Santa María Magdalena: 50 años de vida, misericordia y entrega - Alfa y Omega

Santa María Magdalena: 50 años de vida, misericordia y entrega

La Santa Sede ha concedido un Año Jubilar a la parroquia Santa María Magdalena, asentada en el madrileño barrio de Chamartín. La comunidad, con una mirada encarnada en la piel del pobre, conmemora el 50 aniversario de su erección canónica con una serie de actos que se desarrollarán durante todo este año

Carlos González García
Foto: Belén Díaz

Son las 8:05 horas del penúltimo miércoles de enero en el distrito de Chamartín. Allí, en aquel lugar que, originariamente, fue un pueblo próximo a la capital de España, abre las puertas una parroquia que, fiel a su servicio entregado, no duerme ni reposa ante las heridas del necesitado. «La parroquia es la compañía de Cristo entre las casas de los hombres», dejó escrito san Juan Pablo II antes de dejar este mundo para abrazar, por siempre, al Padre. Y esta frase, tan actual y tan llena de sentido, acompaña los pasos de Francisco Javier Ardila, el sacerdote que, desde hace diez años, sirve a la comunidad de Santa María Magdalena: «La parroquia está abierta todo el día, desde las 8:00 hasta las 20:30 horas». Y lo hacemos, reconoce, «para que quien lo desee pueda entrar a rezar, a poner una vela o a estar un rato con el Señor». Por ello, «intentamos que la presencia de los sacerdotes sea lo más continua posible».

Ardila responde con paz a todo aquel que se acerca a compartir con él un trozo de pan, un abrazo de consuelo o una palabra de aliento. La conmemoración de sus dieciséis años gastados como sacerdote de Jesucristo coinciden, en un mismo clamor de alegría y gratitud, con los cincuenta que cumple su parroquia. Detalle que se hace patente en el Año Jubilar que acaba de comenzar… «El celebrar 50 años de consagración es volver a tomar conciencia de aquella frase de san Juan Pablo II»; es «volver a hacerla mucho más viva y más consciente todos los que vivimos el acontecimiento cristiano en esta comunidad y en medio de este barrio». Ante todo, destaca que «es una renovación en la fe y que esta fe tenga que ver con la vida cotidiana».

De una estampita a un sueño hecho realidad

Decía el poeta Antonio Machado que «si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar». Y hablando de sueños y providencias, Fran descubre un detalle que le sucedió cuando tomó posesión de la parroquia hace diez años: «Nada más llegar, vi una estampita que hizo un párroco anterior de las bodas de plata». Así, «me enteré que el 28 de enero de 1993 se celebraron los 25 años». A partir de ahí, «pensé en el 2018, y dije: ‘¡A quien le toque!’». Todo nació por un deseo, añade, «el poner delante de la gente todo lo que significa un año de gracia, que la misericordia de Dios toca concretamente a esta comunidad, a cada una de sus vidas y en cada uno de sus rostros».

Para mí, asevera, «ha supuesto que Dios nos visita de nuevo con su misericordia a sus hijos». Y se emociona al descubrir la raíz de su sacerdocio… «Yo soy el primero que me tengo que poner a caminar junto a mi pueblo, no delante de él; dejándome sorprender también por cómo el Señor sale al encuentro de mi propia vida durante este Año Jubilar». Una misión que «supone para mí ponerme, con humildad de corazón, como un mendigo: para que esta misericordia pueda tocar mi sacerdocio que es, en el fondo, mi vida». Y este es el grito que sale de su corazón para poder vivirlo a fondo. «Es como decir: «empieza de nuevo todo, créetelo, yo te amo y te he puesto un lugar concreto para que te des cuenta del amor que te tengo»». Y en este continuo caminar, el párroco resume que el Año Jubilar es «volver a comenzar todo desde el principio», merced a la misericordia del Señor, «que hace todo de nuevo».

Una Iglesia siempre en camino

Los actos comenzaron el pasado sábado, 27 de enero, con un concierto-oración a cargo del coro góspel In God Spirit y un lucernario en rito hispano-mozárabe. Al día siguiente, domingo 28, recibieron la visita del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Un encuentro que, como reconoce el sacerdote, ha engrandecido la emoción primera que está viviendo la comunidad desde la noticia del Año Jubilar: «Lo han acogido con mucha emoción, agradecimiento y expectación, conscientes de que van a vivir un año de gracia». Primero, continúa el sacerdote, «por recibir la visita de nuestro pastor», y segundo «porque va a ser un año muy bonito para toda la gente», incluso para los que no participan asiduamente en la comunidad «porque, de esta manera, podrán sumarse a lo que haremos y viviremos, y todo les puede ayudar en su vida».

Un año de gracia en el que desean, más allá de multiplicar actos, aprovechar todo lo que tienen. «Vamos a incentivar la escuela de formación en la fe donde, durante los terceros miércoles de mes, nos visitan personalidades de la vida pública y cuentan su testimonio cristiano». Así como «ir redescubriendo el sacramento de la confesión, de la penitencia, la adoración del Santísimo…». Además, «otra cosa que llevamos en el corazón –señala– es que todo esto sea en beneficio de lo que era el origen del Jubileo: cómo socialmente la misericordia llega a todos». Y, para ello, «haremos un hermanamiento con una iglesia pobre, como fruto del Jubileo, porque no todo puede quedar en devociones».

Misericordia encarnada en el más necesitado

Una mirada, la del pobre, que no descartan en la parroquia. Desde el Hogar Santa María Magdalena, de Cáritas, donde ofrecen comida, ayuda escolar y compañía, hasta cualquier persona que acuda con el corazón llagado y herido. Una promesa que, en la voz de Fran Ardila, el párroco, resume cada uno de los latidos de las bodas de oro que acaban de comenzar: «Nuestra parroquia cuida mucho al pobre y al hermano que viene». Y qué bonito sería, deja entrever antes de despedirnos, que «un fruto del Año Jubilar fuese que todo se concretase en la misericordia encarnada en el rostro del más necesitado».