El Papa a los religiosos: «No miremos más el teléfono que los ojos del hermano» - Alfa y Omega

El Papa a los religiosos: «No miremos más el teléfono que los ojos del hermano»

Francisco celebra la Jornada de la Vida Consagrada con cientos de religiosos en la basílica de San Pedro y les anima a «encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos»

Ricardo Benjumea

«La vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente», dijo el Papa al celebrar este viernes la Misa en la jornada mundial de la Vida Consagrada.

Nuestra respuesta «es de amor verdadero cuando se da sin peros ni excusas, y cuando imita a Jesús pobre, casto y obediente», añadió el Pontífice.

La vida frenética de hoy, prosiguió el Obispo de Roma, lleva a cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro. «Que no sea así en la vida consagrada». «No vaya a suceder que miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en nuestros programas que en el Señor».

Al reunir en la basílica vaticana a cientos de miembros de Institutos de vida consagrada, Francisco resaltó que «el hermano y la hermana que Dios me da son parte de mi historia, son dones que hay que custodiar». Y pidió «nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales» en la vida religiosa. «Porque si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves. Y la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos». «No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces y no hay florecimiento sin brotes nuevos. Nunca profecía sin memoria, nunca memoria sin profecía», enfatizó.

El Papa alertó tanto contra «el misticismo aislado» como frente al «activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto sentimental como al frenético factótum».

«Vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia», dijo. «Dejarse encontrar por Jesús, ayudar a encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual. Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones».

La receta es, a su juicio, «encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, para superar la retórica estéril de los “viejos tiempos pasados”, para acabar con el “aquí no hay nada bueno”. Si Jesús y los hermanos se encuentran todos los días, el corazón no se polariza en el pasado o el futuro, sino que vive el hoy de Dios en paz con todos».