Mientras hay Vida Ascendente, hay esperanza - Alfa y Omega

Mientras hay Vida Ascendente, hay esperanza

El movimiento de mayores Vida Ascendente, de Madrid, celebró el pasado viernes, 2 de febrero, la festividad litúrgica de la Presentación del Niño Jesús en el templo. Con este motivo, más de 400 miembros del movimiento se dieron cita el jueves 1, para conmemorar a sus santos patronos, san Simeón y santa Ana. Y lo hicieron en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, con una Misa presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro

Carlos González García
Un momento del encuentro de Vida Ascendente en la catedral de la Almudena. Foto: Archimadrid/José Luis Bonaño

«Tengo 85 años, soy el secretario nacional de Vida Ascendente y estoy perfectamente bien de salud». Así, con la humildad de quien ha gastado más de media vida dándose a los más necesitados, se describe José María Castaño. Ingeniero de profesión y creyente por convicción, Castaño responde solícito y agradecido cuando le preguntan por el movimiento de Apostolado Seglar –compuesto por mayores y jubilados– al que pertenece desde hace más de 20 años: «En Vida Ascendente hay personas que, incluso, tienen más de 100 años, y que siguen participando de una manera activa». Porque no es un movimiento pasivo, como subraya, una y otra vez: «Muchas veces se entiende que, al llamarse ascendente, nos estamos preparando para subir a los cielos»… Y guardamos una particularidad importante, y es «seguir creciendo en la fe, fomentar la amistad y ser miembros activos de la Iglesia y de la sociedad».

El precioso arte de envejecer

Con el objetivo manifiesto de llevar el mensaje evangélico a cualquier persona hambrienta de la Palabra, el secretario deja patente que es un movimiento de seglares y dirigido por seglares. Una misión que, encarnada en cada página del Evangelio, revela que estar jubilado del trabajo no significa estar apartado de la vida… «Vida Ascendente enseña el arte de envejecer, de seguir siendo útiles y de servir». Así, establecido en todas las diócesis españolas, cuenta con cerca de 30.000 miembros, repartidos en 1.800 grupos parroquiales: urbanos, rurales y en residencias.

Y con la mirada puesta en Aquél que no mira sus años, sino la nobleza de su corazón. Un Dios a quien, ciertamente, han «conocido y experimentado en su propia vida», como señaló el arzobispo de Madrid durante la Eucaristía celebrada con ellos, en una catedral abarrotada por más de 500 militantes. El prelado, además, pronunció tres palabras sobre las que quiso «acercar su corazón y su vida»: mirar, triunfar y acoger. «Cristo es verdad», aseguró con firmeza, y «es fuego vencedor que, cuando uno se deja envolver por Él, cambia su vida y su mirada». Y vosotros «sois los que manteéis la esencia de la vida y los más capaces de hacer la cultura del encuentro». Y después de mirar, destacó que el triunfo de Cristo «es nuestro triunfo». Triunfad, por tanto, «sabiendo que Cristo nos ama, es misericordioso con nosotros y está abriendo los brazos para todos los hombres». Y finalmente, el prelado les alentó a acoger al Señor en su vida, siendo «provocadores del encuentro con Dios», y les dejó escrita una petición especial: «Ayudadme a evangelizar aquí, en Madrid, y rezad por mí para que hable con coherencia; hacedlo, porque a vosotros os escucha mucho el Señor».

«Cristo está en cada uno de ellos»

La barca de la Vida Ascendente la guía Cristo, «y con Él uno está siempre seguro». Así lo atestigua su consiliario diocesano, José Pedro Carrero. Sus 84 años de vida, 60 como sacerdote y 14 como consiliario confirman que sus palabras atesoran la Verdad que, a diario, encarna su vocación: «El mayor problema de la gente mayor es la soledad», y «estas personas encuentran consuelo en nuestro movimiento, en los grupos donde nos reunimos para hablar de la Palabra y en la vivencia de la fe en Cristo». Todo, asegura, con una voz sosegada y paciente, «para dar más sentido a la vivencia de la Eucaristía: escuchar la Palabra y participar en el Banquete».

A menudo, para escuchar la voz del Señor es necesario hacerse pequeño. Y en esa pequeñez, Carrero revela el misterio de este movimiento: «Jesús está en los más pequeños y, por desgracia, los que no aportan a la sociedad un incremento económico, no son tenidos en cuenta para nada…». Y son los últimos de este mundo, dice, pero cambia el gesto cuando pone a Jesús en cada una de sus miradas. «Cristo está en cada uno de ellos, lo mismo que en los niños». Personas que mantienen viva la luz de Jesús y, «aunque sea una llama aparentemente insignificante como una pequeña cerilla, cuando se multiplica por muchas, acaba iluminando el mundo».

Un movimiento con un papel esencial en la Iglesia, en la sociedad y en el mundo. Un sacramento de vida que, en la voz del consiliario, revela la misión fundamental del cristiano: «Aprendamos a mirar con los ojos de Dios, que son ojos de misericordia».