Laura y Jorge, apasionados por la misión - Alfa y Omega

La familia misionera ad gentes siempre ha sido un desafío grande para la Iglesia. En nuestra Iglesia de Puyo siempre hemos estado abiertos a recibir a todos los que, con este espíritu misionero, han llamado a nuestra puerta queriendo realizar una experiencia misionera: sacerdotes, religiosos y también familias por un periodo de tiempo que convenir.

No ha sido fácil encontrar familias que estén dispuestas a venir a un territorio misionero como el nuestro, en medio de la selva amazónica ecuatoriana con todas las limitaciones que ello lleva consigo: aislamiento por falta de caminos, otra cultura, alimentación, lengua y cosmovisión. Pero nuestro Vicariato ha tenido la suerte de tener parejas o familias que han venido a trabajar de España o México para compartir su fe con los más pobres, marginados y alejados .

Entre ellos Jorge y Laura, un matrimonio ejemplar y edificante. Los dos son mexicanos, padres de familia que quisieron dar respuesta al compromiso de su fe como cristianos maduros y adultos.

Jorge es el cristiano maduro, sereno y reflexivo y Laura toda una maestra de la literatura y madre amorosa de sus hijas, mujer intuitiva que capta la realidad y quiere responder con prontitud y creatividad de artista. Jorge, un padre que protege y acompaña con fidelidad y docilidad, que vive su fe con la pasión de querer ser misionero, de querer dar una respuesta a la inquietud que siempre tuvo en su corazón y no había podido realizar. Sereno y reflexivo, cuestiona y responde ante la dificultad del momento con habilidad técnica y manual, para salir al paso de la dificultades que se generan ante la escasez y los desafíos, que evangeliza combinando lo práctico con lo profundo. Los dos tenían una aventura por delante: ser misioneros. Dios, con su providencia, se encargó de proporcionársela y ellos de aprovechar la oportunidad.

Primero llegaron a los niños a través del proyecto de la Ludoteca. Después, a los jóvenes, a través de clases de valores y del deporte. También llegaron a las familias con la Palabra de Dios. Todo fue camino evangelizador, todo iba lleno de amor; buscaron hacerlo visible y, además, los dos juntos, inseparables, como pareja que se complementa en su pensar y en su ejecutar.

Fueron unos años donde pudieron aprender y enseñar, evangelizar y ser evangelizados. Se dejaron querer y se dieron en su cariño a los más necesitados. Por ello, hoy les damos de nuevo las gracias por su testimonio misionero, por su sacrificio hecho entrega, en las caminatas por el lodo y en el río, por su cercanía, sinceridad y espontaneidad. Pueden ser maestros para otras familias y padres generosos.