El santo limosnero - Alfa y Omega

El santo limosnero

El próximo domingo, 12 de septiembre, el fraile capuchino fray Leopoldo de Alpandeire combinará su azadón de campesino y su alforja limosnera con la aureola de santidad. La base aérea granadina de Armilla acogerá la solemne ceremonia de beatificación de un hombre que, desde la humildad y la caridad, luchó con ahínco contra la pobreza en Granada

Cristina Sánchez Aguilar
Foto de familia, en el Hogar Fray Leopoldo.

¡Y tanto a Dios se ha acercado/ que de presencia divina/ los ojos se le han llenado!, escribía el poeta fray Gonzalo de Córdoba sobre fray Leopoldo. Y es que sus ojos reflejan esa bondad del que está repleto de amor de Dios y lo derrama sobre los hombres. «Debió ser una avalancha de bondad, una de esas personas que Dios pone en nuestro camino para que te apoyes en él», señala don Mateo Torres, comisario de la beatificación. Fray Leopoldo murió como había vivido, sencillamente, sin más riqueza que su enorme corazón y sin obtener grandes éxitos. Pero el próximo domingo se esperan 300.000 personas —lo que supondría la mayor cifra de personas reunidas en Granada desde la Visita de Juan Pablo II en 1982— en torno a la figura de este limosnero de hábito y sandalias, que repartió su amor entre los más pobres granaínos.

Los ancianos, su debilidad

La Fundación Benéfico Asistencial Fray Leopoldo de Alpandeire nació, hace 30 años, para continuar con la labor caritativa del fraile, quien tenía especial predilección por los niños y los ancianos. «Decidimos ocuparnos de los más mayores, que vivían en condiciones de pobreza y soledad» cuenta don Mateo, también secretario de la fundación y director de la Residencia que se puso en marcha —en la calle Ancha de Capuchinos, 3, de Granada—, por la que han pasado más de 400 ancianos.

La construcción y mantenimiento de este hogar se debe a los donativos y dedicación de los devotos y admiradores de Fray Leopoldo, se puede leer en el muro de entrada de la residencia, en la que hoy se atiende a 92 ancianos, de los que el 93 % no llegan a pagar el coste de la plaza, que se sitúa en los 1.400 euros. «El verdadero milagro de fray Leopoldo es que podamos llegar a fin de mes para poder atender dignamente a estos ancianos», afirma el señor Torres. «No puede haber nadie solo en este mundo, y mucho menos un anciano por una soledad impuesta», añade.

Una residencia con alma

Según un Informe del Instituto de Estadística de Andalucía, en 2035, un 24,2 % de la población granadina estará jubilada. Contando con que las familias cada vez están más desestructuradas, que las personas mayores sobran, y que la esperanza de vida será mayor, las residencias se tendrán que reinventar, atendiendo a las nuevas expectativas de la población: «No pueden seguir siendo aparcamientos de mayores», explica don Mateo. Por eso, la Fundación Fray Leopoldo ha puesto en marcha la construcción de una nueva Residencia en Granada, con alma: «Situará en el centro de las estrategias al ser humano que tenemos delante, porque no es igual hablar de residente que de persona. Al hablar de residentes, se tiende a solucionar sus necesidades, pero si hablamos de personas, nos debemos ocupar de sus necesidades, de sus emociones, de sus sentimientos y de su dignidad, que responda a la dignidad de la persona, que debe sentirse útil y estimada como ser único e irrepetible, como hijo de Dios», añade don Mateo. Y confía en que la generosidad de los granadinos, con motivo de la elevación a los altares de fray Leopoldo, ayude a sus preferidos, los más queridos por Dios, los pobres entre los pobres.

El limosnero de Granada

Francisco Tomás nació en Alpandeire, en el corazón de la serranía de Ronda, en 1864, donde fue campesino hasta los 35 años. Su vida estaba regulada por las faenas del campo, pero su Misa y rezos diarios estaban siempre presentes. Con 35 años llegó a Sevilla, donde se consagró fraile capuchino, y trabajó en la huerta conventual hasta que fue enviado a Granada. Allí vivió en la pobreza más absoluta y en continua oración y unión con Dios, aun en medio del ajetreo de las calles, por las que pasaba siempre con una gran sonrisa impresa en el rostro, y con la mano tendida para todos aquellos que menos tenían.

Desde su muerte se han impreso y distribuido 60 millones de ejemplares de estampas con su figura, su tumba recibe más de 800.000 visitas anuales —siendo el segundo lugar más visitado de Granada—, y la gente que ha manifestado haber recibido un favor, sobrepasa los 600.000.