Hablar en amor de Dios es cosa sabrosa... - Alfa y Omega

Hablar en amor de Dios es cosa sabrosa...

Da igual por dónde se adentre un lector en las obras de santa Teresa de Jesús, que no tardará en encontrarse con dos conceptos que se entrelazan constantemente: amor y verdad. Y, como explica en este artículo el ex director de Alfa y Omega, lo hace como una mujer enamorada de Dios, que rechazó vivir la falsa felicidad del mundo

Miguel Ángel Velasco
Transverberación de Santa Teresa, detalle, de Francesco Fontebasso

Abro, al azar, las Obras Completas de santa Teresa de Jesús, y lo primero que me encuentro es este título: Quejas que son amor. En el recio, sabroso, maravilloso castellano que hablaba la Santa andariega –todo menos meliflua–, resulta un gozo espiritual –ella, hoy, diría una gozada– releer uno a uno sus escritos, y sin duda éste sería el mejor, más sentido y provechoso homenaje a la Santa para celebrar, como a Dios y a ella es debido, el quinto centenario de su nacimiento.

Abro al azar, una segunda vez, el libro y leo, en el capítulo 70 de su Camino de perfección: «Quien de veras ama a Dios, todo lo bueno ama, todo lo bueno quiere, todo lo bueno favorece, todo lo bueno loa, con los buenos se junta, siempre los defiende, todas las virtudes abraza, no ama sino verdad y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que quien de veras ama a Dios, que ama vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, ni honras, ni tiene contiendas, ni anda con envidias. Todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Anda muriendo porque la quiera y ansí pone la vida en entender cómo Le agradará más».

¿A quién no le engancha el alma y el corazón seguir leyendo a quien se declara enferma de amor, y lo demuestra continuamente escribiendo amor, regalando amor y escribiendo de veras, y regalando verdad suma?

Dos palabras que son la misma

Son dieciocho los textos que, escritos de sus «muy lindas aunque pequeñas» manos, constituyen sus Obras Completas: Apuntaciones, Avisos, Camino de perfección (sus tres códices, el de El Escorial, el de Valladolid y el de Toledo), Cuentas de conciencia, Constituciones, Cartas, Desafío espiritual, Exclamaciones, Fundaciones, Fragmentos ácronos, Fragmentos postizos, Moradas del castillo interior, Memoriales, Meditaciones sobre los Cantares, Poesías, Vida, Visita de descalzas y Vejamen. No temo asegurar que las dos palabras que más se repiten en cada uno, y que más están en el trasfondo de sus escritos, son amor y verdad, que, miren por dónde, vienen a ser la misma cosa, porque Dios no es otra cosa que amor y verdad, y otra cosa no es Jesucristo Nuestro Señor que la Verdad y el Amor hecho carne. En el capítulo 71 de Camino de perfección, escribe: «Hablar en amor de Dios es cosa sabrosa, ¿qué será tenerle?».

No son los tiempos que vivimos menos recios que los que ella vivió, y hacen falta, como entonces, «amigos fuertes de Dios», porque tal vez hoy, más que entonces, «andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros, los que Le sirven, para ir adelante». Hacerse espaldas unos a otros, dice la Santa, mujer actualísima y genio de nuestro pueblo. Y su voz es la palabra de un testigo que, mientras narra su vida, va contándote el paso de Dios por ella: «¡Qué buen amigo hacéis, mi Señor!».