El dentista evangelizador - Alfa y Omega

Cuando mi comunidad llegó a Japón hace más de 20 años no tenían mucho dinero. Estaban estudiando japonés, por lo que apenas lo hablaban y sucedió que necesitaban ir al dentista. A través de una amiga conocieron al Oshima Sensei (profesor/doctor en japonés). Él les ofreció trabajar en su clínica. A cambio, las trataría gratuitamente. Desde ese día y hasta, hoy Rosario (en la foto) y el Sensei son grandes amigos. Sensei ha pasado muchas situaciones difíciles en su vida familiar y las misioneras siempre han sido un apoyo para él. Él está súper agradecido por su amistad y, aunque ya no trabajan juntos, son como de la familia.

El otro día tuve que ir al dentista (a su clínica) para sacarme la muela del juicio y, como siempre, le encontré lleno de alegría y de vida. El Sensei no es cristiano y, sin embargo, es un verdadero misionero del amor. Trata con una delicadeza increíble a cada paciente. Mientras la señora de la silla de al lado y yo estábamos con la anestesia dentro de la boca, nos trajo un libro a cada una. A mí me trajo un libro de poesías con dibujos del escritor japonés Tomihiro Hoshino. Leí la biografía del autor y ya ahí me quedé impactada. Era un entrenador deportivo que se quedó parapléjico muy joven y, debido a la depresión que le produjo ver su vida truncada completamente y verse completamente inválido, empezó a pintar con la boca y a escribir poesía buscando el sentido de la vida. El Sensei me señaló su poema favorito: «Vivir con un propósito, morir con un propósito, pasar por la vida sin hacer daño a nadie». Era un poema corto pero lleno de sentido. Me llamó la atención otro y se lo hice saber al Sensei, con un hablar un poco torpe debido a la anestesia bucal. «En el momento de mi vida en que pensé que vivir era lo más importante, vivir se convirtió en lo más doloroso. En el momento en que comprendí que hay algo más importante que vivir (en sí mismo), empecé a ser feliz». Así se empezó un diálogo lleno de sentido sobre las cosas importantes en la vida y sobre lo que da sentido a nuestra existencia.

El Sensei, que ya había empezado a tratar a la señora de al lado, le iba contando la historia de un misionero franciscano, el hermano Zenón, quién llegó con el padre Kolbe a Japón y vivió toda la guerra y posguerra en el país nipón, ayudando siempre a los más pobres. Me parecía impresionante estar escuchando a un hombre no cristiano hablarle de un misionero católico a una paciente mientras le arreglaba los dientes. Mientras paseaba de vuelta a casa pensaba si son necesarias muchas cosas para ser misionero. Está claro que no, solo hace falta la pasión de querer comunicar a Cristo.