El colegio católico que volvió a serlo - Alfa y Omega

El colegio católico que volvió a serlo

El colegio diocesano Beata María Ana de Jesús «había sufrido un vaciado de su identidad» pero la llegada al centro en 2012 de Santos Montoya «fue el paso necesario para que se recuperara definitivamente la identidad católica», explica el director del centro Mario Peña Laras

Redacción
Mario Peñas, director del colegio diocesano Beata María Ana de Jesús, en la puerta del centro. Foto: José Calderero de Aldecoa

El colegio Beata María Ana de Jesús es un centro escolar concertado y católico que pertenece al Arzobispado de Madrid. Pero esto, que ahora queda nítido desde que uno se acerca a la puerta principal —presidida por un gran cartel que anuncia explícitamente la identidad católica del colegio y por una placa que, además, informa de la pertenencia del centro a Escuelas Católicas de Madrid—, no siempre estuvo tan claro. «Cuando yo me hice cargo del colegio en 2008 me presenté a los padres en una reunión en la que dije: “este es un centro confesional católico…”. En ese momento, varias familias se levantaron y dijeron: “pues está usted equivocado. Esto es un centro público, más laico…” Yo respondí: “no, no, quienes están equivocados son ustedes”», cuenta el director Mario Peña Laras a Alfa y Omega.

En los años anteriores a la entrada de Peña Laras, el colegio «había sufrido un vaciado de su identidad originaria y se había difuminado mucho el carácter católico del centro». Por ello, uno de los objetivos del nuevo director fue recuperar esa identidad confesional católica. «Fueron unos primeros años muy complicados», confiesa. Por aquel entonces, «por ejemplo, ni si quiera se rezaba una pequeña oración por la mañana. Tampoco se celebraba la Eucaristía con frecuencia».

Los sucesivos párrocos y responsables del centro fueron tratando de encauzar la situación para evitar —existen precedentes— que se perdiera la identidad e incluso la titularidad del colegio. Todo se hizo —apuntan fuentes del Arzobispado— desde la máxima prudencia, sin cambios bruscos ni conflictos que enrarecieran el ambiente en las aulas. Y desde el respeto a las condiciones laborales de todo el personal, incluidos aquellos docentes menos comprometidos con el proyecto educativo que había inspirado la creación del centro. Los cambios fueron graduales, pero siempre dentro de una línea muy clara.

Cuatro años después de la llegada de Mario Peña, en 2012, se incorporó al equipo del colegio Beata María Ana de Jesús el nuevo obispo auxiliar de Madrid Santos Montoya. Ese año, el sacerdote nacido en La Solana (Ciudad Real) en 1966 fue designado párroco de la aneja y homónima iglesia y, automáticamente, se convirtió en el máximo responsable del colegio [bajo la figura de representante de la entidad titular del centro]. «Desde el primer momento tuve mucha sintonía personal, espiritual y en lo académico con Santos. Él se convirtió en la piedra angular. Fue el paso necesario para que tomara cuerpo la reorientación y se recuperara definitivamente la esencia».

Desde su llegada, el nuevo titular quiso dejar clara su posición. «“La educación nunca es neutra y nuestro modelo está muy claro, es Jesús”, dijo en la presentación al claustro». Y esto, que podría haber chocado pocos años antes, «se asumió poco a poco y sin oposición por parte del claustro» gracias al «carácter de Santos, su trato cercano, su don de gentes, su interés por conocer personalmente a cada profesor, su saber escuchar mucho y, también, su sentido del humor».

Para Mario Peña también fue importante la asidua presencia del sacerdote en el colegio. «Venía por las mañanas, entraba en las clases, saludaba a los alumnos. En definitiva, participaba de la vida del colegio». Sin embargo, lo que terminó de recuperar definitivamente la identidad del centro fue «ver a Santos implicado 100 % para solucionar los problemas de las familias», asegura. «Aquí hemos tenido situaciones de alumnos bastante duras y dolorosas: abandonos, malos tratos, abusos… y ver cómo Santos, siendo el titular de la escuela, bajó a ese terreno para atender humana y pastoralmente a esas familias y a esos alumnos fue definitorio y fundamental».

Al final, «tener por aquí a Santos ha sido como tener a Jesús, ha sido como tener a un amigo que te pone la mano en el hombre y está contigo». Todo esto, ha provocado que su marcha del colegio «se haya sentido mucho por todo el claustro y los alumnos. Ojalá por lo menos en el futuro reparto de la diócesis que hagan los nuevos obispos auxiliares a Santos le toque la parte relacionada con la educación y los colegios diocesanos», concluye.