Las claves de una buena conversión - Alfa y Omega

Las claves de una buena conversión

Sacar provecho a la propia personalidad, una buena compañía, un testimonio cercano y una invitación a un grupo de cristianos son las claves que ha observado en la mayoría de las conversiones el sacerdote Ramón Rosal, quien deja caer que la ausencia de Dios está en el trasfondo de muchas enfermedades de la psique

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Cathopic

Dedicado durante décadas a la pastoral con los no creyentes –«en la periferia, como dice el Papa»– el sacerdote Ramón Rosal, doctor en psicología, acaba de publicar “Cincuenta ateos y agnósticos convertidos al cristianismo” (CCS), que además de una colección de biografías de conversos conocidos y desconocidos es un estudio de los diferentes procesos psicológicos que intervienen en la conversión de una persona.

Rosal, durante muchos años psicólogo clínico en el Instituto Erich Fromm de Psicoterapia Integradora Humanista de Barcelona, fundado por él, ha identificado diecinueve tipos de situaciones y experiencias psicológicas que juegan un papel importante como desencadenante de estos procesos, y describe el potencial psicológico que puede favorecer esta experiencia de «encuentro profundo» con Dios.

Así, destaca el papel de la identidad personal de cada individuo como el sustrato en el que Dios empieza empieza a edificar: «en las conversiones que he estudiado he visto la importancia de las emociones y las intuiciones en el proceso de las personas más sensibles; en otras más intelectuales, por ejemplo, Dios entra por la razón de estas personas. Dios no nos anula a la hora de entrar en nuestra vida, sino que trabaja con lo que ya somos».

Así, cita al famoso filósofo de la ciencia y propagandista ateo Anthony Flew, quien tras convertirse afirmó que fue precisamente la ciencia la que le había llevado al conocimiento de la existencia de un Dios creador; o el filósofo García Morente, que gracias a su sensibilidad estética pudo reconocer la presencia de Jesús junto a él una noche oyendo un fragmento de Berlioz; o Paul Claudel, admirador del arte que fue cautivado por la fe cristiana que emana de las piedras de la catedral de Notre Damme; o Edith Stein, cuya inquietud intelectual le llevó a abrir y leer hasta el final el “Libro de la vida” de santa Teresa de Jesús.

De este modo, «Dios se vale de nuestras aficiones y de nuestras características humanas para entrar en nuestra vida. Dios no nos anula. El acto de fe es una colaboración de la gracia divina con el hombre. No es que todo lo haga Dios y nosotros estemos pasivos; lo principal es la gracia, pero luego el ser humano facilita u obstaculiza esa acción de Dios».

El proceso de conversión

Pero hay algo más decisivo que interviene en la conversión de una persona. «Me he encontrado con que, a pesar de que hay una gran variedad, en casi todos los casos que he estudiado hay un amigo cristiano o una admiración hacia otros cristianos –lo que se llama habitualmente “mediación”– que le han llevado de la mano hasta la fe».

Por eso resalta la importancia de la existencia de un fuerte vínculo previo a la hora de acompañar a otra persona en este proceso. «En la gran mayoría de las personas que he investigado tuvo especial relieve el testimonio de cristianos, amigos, escritores… Por eso es bueno que haya un buen vínculo antes de pasar a una conversación más profunda. Si no lo hay, si no hay esa confianza, no es provechoso. Incluso haber trabajado juntos en algo humanizador, compartir juntos algo valioso desde el punto de vista humano, es la mejor base para un diálogo posterior, a solas, en el que tú puedas comunicar tus convicciones religiosas».

Una experiencia personal

En esto, Rosal menciona su propia experiencia, pues en el libro recoge siete casos de personas a las que él mismo ha acompañado en estos últimos años. «Con todos ellos había una amistad previa, un vínculo común. Son expacientes míos, alumnos o psicólogos miembros de mi equipo en el que existía una buena colaboración humana. Cuando les conocí, ellos no sabían que era sacerdote y tampoco que fuera católico. Esto lo han sabido cuando convenía, porque primero existió una relación de confianza».

Para Rosal, el problema es que «muchos tienen una visión muy deformada de la fe, alimentada con caricaturas y prejuicios, y eso frena mucho una conversión. La mejor estrategia entonces es ir derrumbando prejuicios poco a poco, ir suscitando la curiosidad». Y añade también la importancia de utilizar «un lenguaje no convencional, una forma de hablar que no rechine en los oídos de los alejados y que sea atractiva para ellos».

Así, «después de haber hablado varias veces y de responder a algunas preguntas, llega el momento de dar tu testimonio personal de vida, que el otro sepa por qué crees, de dónde te viene vivir así, de dónde viene tu fe. Y luego es muy positivo invitarle a algún grupo de cristianos, a un rato de oración o de intercambio de experiencias, a alguna reunión en la que se hable de un tema interesante. Ofrecer al otro un buen ambiente ayuda mucho», reconoce el padre Ramón Rosal.

«Que Jesús sea el alimento de tu vida»

Además de su actividad en el Instituto Erich Fromm, el padre Rosal ha organizado durante años unos encuentros semanales dirigidos tanto a cristianos como a agnósticos que valoran la figura de Jesucristo, «porque hay muchos no cristianos que tienen a Jesús como inspiración de su vida». Recuerda especialmente cuando en la Eucaristía «ellos hacían su comunión espiritual: se ponían en la cola y cuando llegaban a mí yo les daba la bendición y pedía para ellos que Jesús fuera el alimento de su vida. “Eso es más bonito de lo que nos dices a nosotros”, me decían los otros entre risas».

¿Está la ausencia de Dios en el trasfondo de muchas enfermedades de la psique? Ramón Rosal responde que «por nuestro instituto han pasado cerca de 4.000 pacientes, y de ellos solo algo menos del 14 % se han declarado creyentes. Eso a mí me hace pensar, porque en la calle hay ateos y agnósticos, pero no tanto… Hay quien tiene la hipótesis de que la fe ayuda a evitar trastornos psicológicos. Yo solo me remito al porcentaje. Pero es que en los últimos tres años, el porcentaje de creyentes se ha reducido más todavía: hoy está en menos del 10 %, cuando al mismo tiempo los problemas de trastornos psicológicos han ido en aumento. Yo creo que de ahí se pueden sacar algunas conclusiones…».