Orar con santa Teresa: «¿Para qué queréis, Dios mío, mi amor?» - Alfa y Omega

Orar con santa Teresa: «¿Para qué queréis, Dios mío, mi amor?»

Hoy hace 500 años que nació en Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada, que pasaría a la Historia con el nombre de Teresa de Jesús. Una mujer de armas tomar, escritora, poetisa, fundadora de 17 conventos, peregrina, reformadora, santa, Doctora de la Iglesia… y, por encima de cualquiera otra consideración, enamorada de Cristo. La mejor manera de rendirle homenaje hoy no es recordarla como un personaje del pasado, sino servirse de la comunión de los santos para, junto a ella (viva ya en el cielo) dirigirnos juntos a Jesús. Y con ella darnos cuenta de que si Dios no nos necesita para nada, entonces nos pide amarle…, sólo porque Él nos ama. Esta es nuestra Oración de la Santa para el Año Jubilar de esta semana, segunda y última parte de la exclamación «Para qué queréis mi amor»

José Antonio Méndez

Hace cinco siglos, tal día como hoy, nacía en una casa colindante a las murallas de Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada. La importancia que alcanzó en vida esta monja de clausura, reformadora de la Orden del Carmelo, escritora y fundadora de 17 conventos, se entiende bien al comprobar que 500 años después, hoy en todo el mundo se celebran actos conmemorativos de muy distinto signo; e incluso la Iglesia, que la ha reconocido como Doctora por su magistral forma de enseñar la doctrina católica, le ha quedido dedicar una Año Jubilar.

Pero cuidado, porque el objetivo del V Centenario Teresiano no es recordar que santa Teresa de Jesús fue una mujer muy relevante en su época, ni tampoco poner en valor que su legado ha permanecido en el tiempo. No. El gran objetivo del Año Jubilar Teresiano es acercarnos a ella hoy a través de la comunión de los santos (pues sabemos que está viva de verdad en el seno de Dios), para ir de su mano ante Cristo. Porque si algo le importaba a santa Teresa era amar a Dios, y gozarse y alegrarse por ver el inmenso amor que Dios nos tiene. Estas dos caras de la misma moneda (el amor que nos tiene el Padre, y el amor que, como respuesta a Dios, nos suscita a nosotros por Él) es lo que se aprecia claro como el agua en la segunda parte de la Exclamación «Para qué queréis mi amor», que es nuestra Oración de la Santa para el Año Jubilar de esta semana (la primera parte la tiene usted en este enlace)

Convénzase el lector de Alfa y Omega (y el lector de santa Teresa) de un hecho cierto: Dios lo tiene todo y la Trinidad es una comunidad de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (esto, por cierto, lo enseña una mujer que no estudió Teología). Así que ni a usted ni a mí Dios nos necesita para nada. Si quiere contar con nosotros, si incluso nos pide que le amemos, es sólo…, porque nos quiere. Que «amor saca amor». Y no se preocupe porque no podamos responder a su amor más que con regateos, caídas, muchos pecados y pocos deseos de ser santos: hay quien ama a Dios, y eso es para alegrarse.

Sobran nuestras explicaciones. Váyase a un Sagrario o, si no puede, medite en soledad por un momento este texto de la Santa, en el que habla con Dios y consigo misma. Déjese llevar por sus palabras y hágalas suyas. Es el mejor homenaje posible para santa Teresa:

+ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

¡Oh ánima mía!, considera el gran deleite y gran amor que tiene el Padre en conocer a su Hijo, y el Hijo en conocer a su Padre, y la inflamación con que el Espíritu Santo se junta con ellos, y cómo ninguna se puede apartar de este amor y conocimiento, porque son una misma cosa. Estas soberanas Personas se conocen, éstas se aman, y unas con otras se deleitan. Pues ¿qué menester es mi amor? ¿Para qué le queréis, Dios mío, o qué ganáis? ¡Oh, bendito seáis Vos! ¡Oh, bendito seáis Vos, Dios mío, para siempre! Alaben os todas las cosas, Señor, sin fin, pues no le puede haber en Vos.

Alégrate, ánima mía, que hay quien ame a tu Dios como Él merece. Alégrate, que hay quien conoce su bondad y valor. Dale gracias que nos dio en la tierra quien así le conoce, como a su único Hijo. Debajo de este amparo, podrás llegar y suplicarle que, pues Su Majestad de se deleita contigo, que todas las cosas de la tierra no sean bastantes a apartarte de deleitarte tú y alegrarte en la grandeza de Dios, y en cómo merece ser amado y alabado, y que te ayude para que tú seas alguna partecita para ser bendecido en Su Nombre, y que puedas decir con verdad: «Engrandece y loa mi ánima al Señor».

Amén.