Despedida a una figura clave en la Iglesia del siglo XX - Alfa y Omega

Despedida a una figura clave en la Iglesia del siglo XX

Elías Yanes desempeñó un papel clave durante la Transición y en la aplicación del Concilio en España. Fue el artífice de los conciertos educativos. «La Iglesia y la sociedad española le deben mucho», dice su amigo el cardenal Sebastián

Ricardo Benjumea
Monseñor Elías Yanes, el segundo por la izquierda, presidente de la CEE,  en la LVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, en 1993. Foto: ABC

Seis cardenales, siete arzobispos, 22 obispos, mensaje de pésame del Papa… Un funeral poco usual para un obispo no especialmente conocido por el gran público…, al que, en 2016, el antiguo jefe de prensa en la Conferencia Episcopal, al hacer repaso de los 50 años de vida de la institución, no dudaba en calificar como «el obispo que quizás ha tenido, en este medio siglo, una mayor presencia, incidencia y relevancia en la historia reciente del episcopado español».

Palabras de Jesús de las Heras, actual director de la revista Ecclesia, avaladas por el cardenal Fernando Sebastián, buen amigo de don Elías, convencido de que «la Iglesia y la sociedad española le deben mucho a este hombre bueno y sabio». Pero es que uno los rasgos más acusados de su carácter era la timidez, incluso «por convicción, porque prefería trabajar siempre en segunda línea, sin hacer ninguna clase de ostentación», añade Sebastián.

En 1972, monseñor Elías Yanes, que había accedido al episcopado como auxiliar de Oviedo dos años antes –con los auxiliares, la Santa Sede eludía los vetos del régimen franquista–, «sucedió en la Secretaría General de la Conferencia Episcopal a monseñor Guerra Campos y aportó, por lo pronto, un buen entendimiento y una estrecha colaboración con el cardenal Tarancón en la aplicación del Concilio, en el replanteamiento de la presencia de la Iglesia en la sociedad española, en el cambio de relaciones de la Iglesia con las instituciones políticas…». «Trabajó mucho en la cuestión de los Acuerdos [con la Santa Sede], prosigue el arzobispo emérito de Pamplona. «En Roma querían elaborar un nuevo Concordato, pero los obispos españoles preferían unos acuerdos parciales. Y en esas gestiones, una de las personas más implicadas fue Elías Yanes, a través del apoyo minucioso y detallista a don Vicente Enrique Tarancón». «Aquellos tiempos exigían mucha lucidez para distinguir las voces de los ecos, y para ofrecer una palabra orientadora desde la misión pastoral de la Iglesia», dijo el lunes el arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, al presidir el funeral por su predecesor.

El cardenal Sebastián –que fue otro estrecho colaborador de Tarancón– destaca en sus memorias la contribución no suficientemente reconocía de Yanes al actual marco de conciertos educativos. «Yo soy testigo de cómo defendió la libertad de enseñanza y se reunió con los ministros de los sucesivos gobiernos socialistas para conseguir esta legislación». Como presidente de la Comisión Episcopal de Catequesis desde 1978 y hasta su nombramiento como vicepresidente de la CEE (1987-1993), tuvo también que trabajar seriamente con la FERE para convencer a los religiosos de que teníamos que aceptar la enseñanza concertada aunque fuera exigente, porque era la única manera de poder llevar la enseñanza católica al pueblo llano y sencillo».

Contó con el reconocimiento de los demás obispos, que lo eligieron presidente del episcopado entre 1993 y 1999. Reconocimiento que no le faltó tampoco en los últimos años desde Roma, adonde acudió a ofrecer consejo cuando se lo pidieron. A Yanes le emocionó especialmente que el Papa Francisco nombrara a quien fuera su auxiliar en Zaragoza, Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y posteriormente cardenal. «Estaba muy satisfecho con eso», confirma Fernando Sebastián, añadiendo un dato que hasta ahora el purpurado no había contado públicamente: «Al año siguiente de ser nombrado arzobispo de Zaragoza [1977-2005], Elías Yanes me invitó a comer en las Religiosas Asuncionistas y me dijo: “Fernando, ¿tú estarías dispuesto a venir conmigo como auxiliar a Zaragoza?”. “Yo estoy dispuesto a lo que me manden; si me nombran iré con mucho gusto”, le contesté. Luego la providencia nos llevo por otros camino, pero ese primera propuesta de episcopado que tuve yo en mi vida me la hizo él».