«Fue Benedicto XVI quien desbloqueó la canonización de Romero» - Alfa y Omega

«Fue Benedicto XVI quien desbloqueó la canonización de Romero»

Revelaciones inéditas de Vincenzo Paglia, postulador de la causa del «obispo de los pobres». Al descubierto la historia detrás de la decisión de reactivar el camino a los altares de Óscar Romero, tomada en diciembre de 2012 por Joseph Ratzinger

Andrés Beltramo Álvarez

Óscar Romero será santo. Lo aprobó el Papa Francisco. Pero su camino al honor de los altares fue tortuoso y resistido. El arzobispo de El Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1981 por los «escuadrones de la muerte» del ejército de su país, se convirtió en un ícono mundial de la defensa de los derechos humanos. Pero la instrumentalización de su figura siempre fue un problema para la Santa Sede, que llegó incluso a bloquear indefinidamente su causa de beatificación.

Por primera vez y en entrevista con el Vatican Insider, el postulador de su causa y presidente de la Academia para la Vida del Vaticano, Vincenzo Paglia, revela los motivos que llevaron al bloqueo, primero, y al desbloqueo, después. En 2013, cuando Francisco dio vía libre al avance del proceso, se pensaba que a él se debía la apertura. En realidad, el desbloqueo lo ordenó Benedicto XVI. Esto le permitió a su sucesor beatificarlo en mayo de 2015. Y, menos de tres años después, anunciar su inminente reconocimiento como santo de la Iglesia católica.

¿Pensaba que llegaría tan rápido la canonización de Óscar Romero?
Inicialmente no. Con la elección de Francisco pensé que el camino iba a ser más rápido. Fue muy duro, lleno de obstáculos y oposiciones. El mismo Papa, recibiendo a los obispos salvadoreños, llegó a hablar del martirio de Romero después de su muerte. Ahora, con la conclusión de la causa de canonización será propuesto como santo para toda la Iglesia. En todas las ciudades donde he ido, en todos estos años, la espera de esta canonización era extraordinaria.

¿Qué aspectos destaca más en la figura del «obispo de los pobres»?
Monseñor Romero es el mártir del Concilio Vaticano II, atestiguó con su sangre lo que el Concilio pide a todos los cristianos de hoy: dar la vida, ser mártires. A algunos hasta derramar su sangre, y lo vemos incluso hoy, a los otros, todos, dar la vida en el propio servicio cotidiano. Romero es el santo del ecumenismo, la Iglesia anglicana en el año 2000 lo puso entre los 10 testigos del siglo XX y también de la sociedad civil porque las Naciones Unidas declararon al 24 de marzo, día de su asesinato, el día de los derechos de la libertad religiosa. Es de los santos de la nueva globalización, que une una perspectiva altamente evangélica y profundamente humana. Lo vuelve de una actualidad increíble.

Monseñor Romero con Pablo VI, cuya beatificación acaba de ser también aprobada

En 2007, en su viaje a Aparecida en Brasil, Benedicto XVI había hablado muy bien de Romero. Luego, en 2013, usted anunció que su causa de beatificación había sido «desbloqueada». ¿Qué ocurrió en este tiempo?
El Papa Benedicto estaba convencido que Romero era digno de ser beatificado y canonizado. Yo mismo había hablado con él varias veces cuando todavía era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Por eso, en aquel viaje, él espontáneamente dijo lo que pensaba. La reacción a aquella respuesta fue durísima aquí en Roma. Algunos cardenales hicieron una especie de irrupción violenta al punto de sugerir al Papa dilatar el proceso, detenerlo. Del 2007 hasta el 2012 yo mismo no alcanza a comprender el por qué, considerando que todas las razones que habían motivado el bloqueo en la Doctrina de la Fe habían sido superadas. No existía una explicación.

¿Cómo se llegó al desbloqueo?

Recuerdo el episodio. Era el 20 de diciembre del 2012, el Papa Benedicto me había nombrado presidente del Pontificio Consejo para la Familia, un dicasterio que había sido presidido anteriormente por el cardenal Alfonso López Trujillo, uno de los más feroces opositores (a la canonización de Romero). Al término de una audiencia, le manifesté al Papa que consideraba moralmente intensa. Le dije que corríamos el riesgo de pasar a la historia por una injusticia, que era exactamente esta: la causa de beatificación estaba bloqueada por la Doctrina de la Fe, aunque las razones por las cuales había sido detenida habían terminado. Yo no pedía otra cosa, sino que la causa continuase su recorrido ordinario como era previsto en el Código de Derecho Canónico y en las reglas de la Congregación para las Causas de los Santos.

Y entonces… ¿qué pasó?
El Papa Benedicto dijo inmediatamente: «Estoy de acuerdo con usted, hay que desbloquearla. Baje inmediatamente, vaya a ver al prefecto de la Congregación y dígale que el Papa pide que sea desbloqueada y después lo escribiré yo mismo». Faltaba un mes y medio a su renuncia al papado. El gesto me conmovió porque, debo reconocerlo, el desbloqueo se debe a él.

Todos pensaban que había sido el Papa Francisco el responsable…
Lo repito, fue el Papa Benedicto. Lo considero uno de sus tantos regalos a la Iglesia.

Muchas resistencias surgieron del hecho que Romero quedó en medio de una disputa política en América Latina y había preocupación porque su persona fuese usada por la izquierda hostil a la Iglesia. ¿Fue sólo un problema ideológico?
Estoy convencido que los opositores del proceso de beatificación estaban como bloqueados y guiados por esta instrumentalización de parte de una cierta izquierda. Romero no era un exponente de la Teología de la Liberación más extrema, él lo dijo abiertamente una vez: «Yo soy de la teología de la liberación de Pablo VI, el desarrollo integral del hombre». De la otra parte existió un silencio en la Iglesia salvadoreña, como si lo hubiesen abandonado, dejado ir.

¿Cómo se logró aclarar la posición del obispo?
Fue necesario profundizar el estudio de los documentos, de los textos, comprender las diversas problemáticas sociales, políticas y también espirituales en torno a la figura de Romero, así como en el país, a inicios de los años 80. Todo eso ayudó a aclarar el rol del obispo, sustrayéndola de la instrumentalización de la izquierda e invitando a la Iglesia a hacer de él un testigo de la fe cristiana. En esto fue muy importante san Juan Pablo II. Tras una inicial incomprensión entre ellos, el Papa cambió completamente parecer y pidió afirmar que Romero es de la Iglesia, él mismo me lo solicitó varias veces.

¿Aún quedan resabios de esas resistencias?
Me quedé tristemente sorprendido al saber que, en algunas diócesis de El Salvador e incluso a la vigilia de su beatificación, no estaba permitido pronunciar su nombre. Tan grande fue el silencio, culpable según mi punto de vista, de una parte del episcopado salvadoreño. Pero ahora Romero se coloca como una figura que une al país y a América Latina toda. Un obispo que pide a toda la Iglesia latinoamericana volver a la esencia de la predicación evangélica: comunicar el amor con todos, particularmente con los pobres, también combatiendo esos falsos profetas que hoy se ven en algunos grandes líderes de la política, las realidades dramáticas de la violencia de las maras o el engaño de las sectas que siguen presentando una religiosidad de la prosperidad.

¿Cuál es el milagro que abrió a la canonización?
Una mujer salvadoreña que en los últimos tiempos de su embarazo iba empeorando en su salud hasta el punto de casi perder el niño y a morir ella misma. Los médicos lograron salvar el bebé con un parto cesáreo, pero se resignaron a la muerte de esta madre. El 24 de mayo de 2015 su marido, cuando Romero fue beatificado y la esposa estaba bastante mal, abriendo una Biblia encontró la imagen del beato y le vino la inspiración de rezarle. Luego, algunos amigos suyos también rezaron. En poquísimos días la señora no sólo no murió, sino que se curó completamente.

¿Ya se tiene la fecha de canonización? ¿Será patrono de algún aspecto particular?
El Papa decidirá durante un Consistorio, en el mes de mayo probablemente, la fecha de canonización. Será providencial, si esto ocurre, que la canonización de monseñor Romero se haga junto a Pablo VI, un gran regalo. En cuanto al patronazgo, no existen solicitudes particulares. Con la canonización Romero se convierte en un santo para toda la Iglesia. América Latina ha dado un Papa y ahora ofrecerá este santo a todos, algo que sólo puede rendir honor a este gran pueblo.

Andrés Beltramo / Vaticano Insider