La santa tierra jordana - Alfa y Omega

La santa tierra jordana

Viajar a los santos lugares y no cruzar al reino hachemita de Jordania es perderse una parte fundamental de la tierra bíblica, donde dejaron su impronta el mismo Jesús, Moisés, Elías o Juan el Bautista

Cristina Sánchez Aguilar
Vista de Gerasa, la ciudad grecorromana mejor preservada de Oriente Próximo. Foto: Daniel Duce

La tierra del reino hachemita ha sido, desde hace milenios, lugar de acontecimientos centrales en la historia del cristianismo, como su propio nombre indica –Jordania toma el nombre del Jordán, río donde fue bautizado Jesucristo–. «Tierra para mí familiar desde las Santas Escrituras, santificada por la presencia misma de Jesús, de Moisés, de Elías y Juan el Bautista, y por los santos mártires de los comienzos de la Iglesia», dijo san Juan Pablo II durante su vista en el año 2000, visita que ya había realizado Pablo VI y que repitieron Benedicto XVI y Francisco.

Llovía en Jerusalén cuando la dejamos atrás. Un autobús con 50 peregrinos ávidos de conocimiento se adentró en el país musulmán, que nos recibía con una inesperada tormenta de nieve. A ambos lados de la carretera, tiendas de campaña con el logotipo de ACNUR delataban que los dos millones de sirios llegados durante la guerra en el país vecino han terminado de superpoblar un país acostumbrado a recibir refugiados, como los que llegaron en los años 90 desde Irak, o la población palestina que lleva años viviendo en Jordania. En total, de los once millones de habitantes de Jordania, siete son jordanos y el resto refugiados. «Tenemos pocos recursos, no bastan para sacar adelante a toda la gente que ha ido llegando estos años. Repartimos lo poco que tenemos con ellos», explica Nabil Sunna, guía cristiano y uno de los mejores conocedores de la Jordania bíblica.

Cerca de un millón de sirios viven repartidos en las ciudades, muchos de ellos, cristianos atendidos por Cáritas. «El resto viven en campamentos, la mayoría en el de Zaatari (al norte) que es ya casi una ciudad con 400.000 personas aproximadamente». La característica de este lugar es que «la mayoría de los que viven en él son suníes, mujeres e hijos de los guerrilleros sirios que los han mandado aquí a que coman y descansen. Todos, simpatizantes del Daesh», reconoce Sunna, y añade que «es una situación compleja y difícil». Pero Jordania es conocido por ser un país «tolerante y tranquilo». Un dato que lo corrobora es que, con un 95 % de población musulmana, el rey Abdalá es hijo de una inglesa, Antoinette Avril Gardiner, segunda esposa del rey Hussein.

Los peregrinos disfrutarán de una Eucaristía dentro de una jaima, en el desierto. Foto: Ángeles Conde

Un 3 % de población cristiana

Suena el canto del muecín mientras el autobús avanza por los primeros pueblos tras cruzar la frontera, camino de la ciudad de Gerasa, famosa por sus templos dedicados a dioses paganos durante el periodo romano. «Tras el fin de la persecución a los cristianos la ciudad se convirtió en un lugar lleno de iglesias; de hecho, se han encontrado más de 20», explica Sunna. Es la ciudad grecorromana mejor preservada de Oriente Próximo y en los Evangelios de Marcos y Lucas se hace referencia a ella como la «región de los gadarenos». Dentro de la ciudad se encuentra la fuente a la que los bizantinos peregrinaban cada año para conmemorar el milagro de Jesús de la conversión de agua en vino.

Es viernes, el día más importante de la semana para los musulmanes. Tanto los habitantes de las localidades como los beduinos –gran parte de la población del país– acuden a la llamada. «Tenemos un 14 % de desempleo, pero como vivimos en clanes, nos ayudamos unos a otros. La familia es un pilar fundamental», contextualiza el guía, que recalca que más de un 90 % de los jordanos están alfabetizados.

A un lado dejamos Pella, ciudad refugio para los primeros cristianos de la que quedan pocos restos. «En ella Jacob hizo una parada, en su huida de Mesopotamia a Canaán», y hace poco se descubrió un templo de la Edad de Hierro, el mejor conservado de la época del Antiguo Testamento en toda la Tierra Santa. En Jordania, originariamente «todos los árabes eran cristianos», afirma el guía. Pero 2.000 años después, solo el 3 % de la población continúa siendo cristiana en un país confesional, cuya religión de Estado es el islam, aunque goza de ciertas libertades, más que en el resto de países de la zona. «Hemos llegado a tener un viceprimer ministro cristiano, y hay un 8 % de diputados que siempre son cristianos». Están integrados en la sociedad, aunque viven con límites como, por ejemplo, que «el proselitismo está prohibido, no puede haber matrimonios mixtos y un musulmán no puede convertirse al cristianismo legalmente».

Mujeres con discapacidad trabajan en los mosaicos, típicos de la región. Foto: Cristina Sánchez Aguilar

La ciudad de los mosaicos

Tras dejar atrás la capital, Amán, donde viven cuatro millones de jordanos, el peregrino se topa con Madaba, que aparece en relatos relacionados con Moisés y el Éxodo, la guerra de David contra los moabitas o el oráculo de Isaías contra Moab. En esta región, conocida como la ciudad de los mosaicos, pueden encontrarse objetos de arte de los primeros siglos del cristianismo y el mapa más antiguo que existe de la Tierra Santa, dentro de la Iglesia ortodoxa de san Jorge. «Está hecho de teselas y nos muestra cómo era la zona en el siglo VI d. C.». El peregrino reconoce perfectamente la muralla de Jerusalén, la puerta de Damasco o el Santo Sepulcro.

Del arte del mosaico viven los habitantes de la zona, agrupados en cooperativas que reproducen los grandes diseños encontrados, en su mayoría, en iglesias bizantinas, como el árbol de la vida, uno de los símbolos más reproducidos en el país. «Son mujeres musulmanas con discapacidad las que están haciendo muchos trabajos para los comercios», explica Sunna en una de las cooperativas de la zona.

El camino hasta Petra, Patrimonio de la Humanidad, es arduo. No es muy habitual que diluvie en una zona desértica. Normalmente, el peregrino disfrutará de una estancia calurosa, pero el toque de tormenta hace aún más aventurero el camino que recorrió Indiana Jones hace casi 30 años, cuando hizo su última cruzada.

La última vista de Moisés a Canaán desde lo alto del Monte Nebo. Foto: Maya-Anaïs Yataghène

El tesoro de Petra

Petra –que significa piedra–, fue la capital del reino nabateo. En el Antiguo Testamento se la conoce como Sela o Jocteel, y fue el lugar de enterramiento de Aarón, en el monte Hor, hoy coronado por una iglesia bizantina y un santuario. Durante la época de Jesús fue uno de los mayores centros comerciales del Mediterráneo oriental, lugar de parada obligatoria para quienes llegaban del sur por la ruta de las caravanas, portando especias, incienso, mirra… parada, por cierto, que también hicieron los Reyes Magos en su camino a Belén. «Aquí las caravanas se abastecían de agua, porque los habitantes de Petra eran expertos en hidráulica». Llegaron a ser ricos, hasta que los romanos de Trajano desviaron la ruta y dejaron a los nabateos sin comercio. Fue así como Petra pasó al control de Roma y posteriormente a ser cristiana. La multitud de tumbas talladas en roca por los nabateos, obsesionados por la muerte, se convirtieron en iglesias y de hecho, «aún se pueden ver hoy los restos de una catedral católica». Fue durante el califato Omeya, que puso la capital de la zona en Damasco, cuando «toda esta zona perdió importancia, máxime después del terremoto que arrasó las construcciones que no estaban insertadas en las rocas». Fue en 1800, cuando la ciudad y «el tesoro», la imagen que todos tenemos en nuestras pupilas, fueron redescubiertas.

Los peregrinos admiran el mapa más antiguo de Tierra Santa en Madaba. Foto: Ángeles Conde

Frente a ti, la Tierra Prometida

El último paso del convoy de peregrinos finaliza en el monte Nebo, la parada final que hizo Moisés en su huida de Egipto y desde donde divisó la Tierra Prometida de Canaán, a la que nunca llegó a entrar. «Aquí culminaron los 40 años de su éxodo». Murió y fue enterrado en Moab, pero su tumba nunca ha sido identificada. «Fue centro de peregrinación para los primeros cristianos de Jerusalén y en el siglo IV se construyó una pequeña iglesia. Después fue ampliándose, pero algunas de las piedras originales siguen conservándose». Frente a Canaán, una cruz con una serpiente enroscada corona el horizonte, «símbolo de la serpiente de bronce que Moisés llevó al desierto y la cruz de Jesús». Serpiente, por cierto, que se convertiría en símbolo de la industria farmacéutica.

Fachada del tesoro de Petra, tumba excavada en roca por los nabateos. Foto: Cristina Sánchez Aguilar

La Jordania bíblica es mucho mayor que la que el peregrino puede abarcar en unos pocos días. Pero en esta tierra se encuentra la colina de Elías, donde el profeta ascendió al cielo; la cueva de Lot, donde se refugió con sus dos hijas después de que su mujer se convirtiera en estatua de sal; en Galaat se escondió el rey David cuando su hijo Absalón le arrebató el trono, y aquí también Jacob luchó con el ángel de Dios. En Áqaba están los restos de la estructura más antigua diseñada y construida como una iglesia –sus cimientos datan del siglo III–. Es jordano el Maqueronte (hoy llamado Mukawir), el palacio de Herodes Antipas donde fue encarcelado y decapitado Juan el Bautista. Se cree que Jesús, sus discípulos y la Virgen María pasaron por Anjara y descansaron en una cueva, conmemorada hoy con el santuario de Nuestra Señora de la Montaña. Pero lo más importante de todo es que según diversos estudios y hallazgos arqueológicos, «se puede determinar que el lugar del bautismo de Cristo está en la ribera oriental del río, en tierras de Jordania».

* Este reportaje ha sido posible gracias a un viaje de Halcón Peregrinaciones a Jordania, que pone a disposición de los peregrinos la nueva flota de aviones Boeing 787 Dreamliner de Air Europa