«Queremos una Iglesia menos moralista que admita sus errores» - Alfa y Omega

«Queremos una Iglesia menos moralista que admita sus errores»

Se publica el documento final sobre el pre-Sínodo, firmado por 300 jóvenes que se reunieron en Roma y 15 mil coetáneos conectados vía Facebook. Entre los temas afrontados: cyber-acoso, vocación, anticonceptivos, convivencia. «No pedimos respuestas diluidas y preconfeccionadas»

Vatican Insider
Jóvenes participantes en la asamblea presinodal

El Papa les pidió que hablaran con «cada dura», dándoles carta blanca para que afrontaran los temas que quisieran y para que los afrontaran de la manera que quisieran. Y los 300 jóvenes de todo el mundo que vinieron a Roma para participar en la reunión pre-Sínodo (como parte de los preparativos para el gran encuentro de octubre), además de otros 15 mil coetáneos que participaron vía grupos de Facebook, no necesitaron que se lo dijeran dos veces. En las 15 páginas del documento final redactado al final de la reunión que comenzó el pasado 19 de marzo, los chicos no dudaron en expresar sus preocupaciones y deseos, sus expectativas y necesidades, y también sus críticas hacia una Iglesia que «parece demasiado severa» y «a menudo asociada con un excesivo moralismo», de la que esperan no recibir «respuestas diluidas ni preconfeccionadas».

El texto que mañana será entregado al Papa por dos jóvenes de Panamá (en donde será la próxima JMJ en enero de 2019), fue concebido como un resumen de todas las contribuciones de quienes participaron, basadas en el trabajo de los 20 grupos lingüísticos y otros 6 grupos formados en las redes sociales. «Fue compartido y redactado con un método completamente sinodal que constituye una de las fuentes que contribuirán a la redacción del “Instrumentum laboris” para el Sínodo» de octubre, explicó en una conferencia de prensa el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos.

En el texto los jóvenes afrontaron temas como las nuevas tecnologías y sus peligros: desde el cyber-acoso hasta la pornografía; discutieron sobre temas «candentes» como la homosexualidad, la teoría de género, la convivencia y la anticoncepción; se interrogaron sobre la «vocación», concebida como «llamada universal a la santidad», y no solo a la vida religiosa. Los jóvenes también criticaron la institución eclesial, porque «debería ser rápida y sincera al admitir los propios errores del pasado y del presente», como los abusos o la mala administración financiera, y porque debería presentarse y reconocerse como una institución «formada por personas que pueden equivocarse» y caer en «incomprensiones».

Lo que esperan los firmatarios del documento es que «la Iglesia y las demás instituciones puedan aprender del proceso de esta reunión pre-Sinodal y escuchar las voces de los jóvenes», que, por ejemplo, dan cuenta del «gran desacuerdo» entre ellos, «tanto en la Iglesia como en el mundo, en relación con las enseñanzas» que se encuentran en el centro de los debates contemporáneos. Entre ellos están: «la anticoncepción, el aborto, la homosexualidad, la convivencia, el matrimonio y también cómo es percibido el sacerdocio en las diferentes realidades de la Iglesia». Hay, pues «un debate abierto» sobre estas cuestiones, «independientemente del nivel de comprensión de las enseñanzas de la Iglesia». Por una parte, están los que desean formar como sea «parte de la Iglesia», pero quisieran que «cambiara sus enseñanzas o, por lo menos, que ofreciera una mayor explicación y formación sobre estas cuestiones». Por otra parte, hay muchos jóvenes católicos que «aceptan estas enseñanzas y encuentran en ellas una fuente de alegría», por lo que «desean que la Iglesia no solo se mantenga bien firme en sus en enseñanzas, a pesar de ser impopulares, sino que las proclame también con mayor profundidad».

Estas «facciones», a pesar de enfrentarse en relación con las enseñanzas de la Iglesia, encuentran un punto de unión en el «estilo» de la Iglesia que desean: «Los jóvenes de hoy anhelan una Iglesia auténtica», se lee en el documento. «Con esto queremos expresar, particularmente a la jerarquía eclesiástica, nuestra petición de una comunidad transparente, acogedora, honesta, comunicativa, accesible, alegre e interactiva. Una Iglesia creíble es precisamente la que no tiene miedo de mostrar que es vulnerable. Por ello, la Iglesia debería ser veloz y sincera al admitir los propios errores del pasado y del presente, presentándose como conformada por personas capaces de cometer errores e incomprensiones».

Entre estos errores, los chicos del pre-Sínodo mencionaron «los diferentes casos de abusos sexuales y una mala administración de las riquezas y del poder». «La Iglesia –afirma el texto– debería continuar reforzando su política de tolerancia cero dentro de las propias instituciones, y así, reconociéndose humilde y humana, podrá aumentar la propia credibilidad y la capacidad para entrar en empatía con todos los jóvenes del mundo». Según los jóvenes, «tal actitud» distinguiría a la Iglesia de todas las «instituciones y autoridades hacia las que los jóvenes de hoy, en la mayor parte de los casos, nutren alguna confianza».

«Los jóvenes –continúa el documento– tienen muchas preguntas, pero no por ello piden respuestas diluidas o preconfeccionadas. Nosotros, los jóvenes de la Iglesia, pedimos a nuestros guías que hablen con una terminología concreta sobre argumentos incómodos, como la homosexualidad y el debate sobre la teoría de género, sobre los cuales los jóvenes discuten libremente sin inhibiciones. Algunos la perciben como “anticientífica”, por ello el diálogo con la comunidad científica es también importante, puesto que la ciencia es capaz de iluminar la belleza de la Creación». En este sentido, «la Iglesia debería también ocuparse de temas ambientales, particularmente sobre el problema de la contaminación», y mostrarse «solidaria y tendida hacia los que luchan en las periferias, hacia quienes son perseguidos y pobres».

Porque, y el primero que lo afirma es el Papa mismo, «una Iglesia atractiva debe ser necesariamente relacional».

Y, puesto que gran parte de las relaciones en la actualidad se desarrollan en las redes sociales y en la red, los jóvenes advirtieron que «las relaciones en línea pueden volverse inhumanas. Los espacios digitales nos vuelven ciegos a la fragilidad del otro y nos impiden la introspección. Problemas como la pornografía pervierten la percepción que el joven tiene de la propia sexualidad. La tecnología en este mundo crea una realidad paralela engañosa, que ignora la dignidad humana». Por lo tanto, los chicos hacen un llamado a la Iglesia para que preste «mayor atención a la plaga, incluyendo los abusos en la red contra menores, el cyber-acoso y la salada factura que estos representan para nuestra humanidad».

Claro, no se puede dudar que «internet ofrece a la Iglesia una oportunidad nunca antes vista en la evangelización, sobre todo mediante las redes sociales y los contenidos multimedia en línea. Siendo jóvenes, somos nativos digitales capaces de guiar por este camino. Además es un lugar en el que es posible relacionarse con los que provienen de una tradición religiosa diferente o no la tienen. La serie de videos del Papa Francisco es un buen ejemplo sobre cómo internet puede expresar un potencial de evangelización».

En su documento, los y las jóvenes del pre-Sínodo reivindican también una mayor inclusión en los «procesos decisionales» de la Iglesia, que debe «ofrecerles papeles de liderazgo», que se pueden identificar en las «parroquias, en las diócesis, a nivel nacional e internacional, e incluso en el nivel de las comisiones en el Vaticano». «Estamos firmemente convencidos de estar listos para poder ser guías, capaces de madurar y aprender de miembros más expertos de la Iglesia, sean religiosos o laicos», afirman.

En este ámbito, no podía faltar la denuncia de la «falta de figuras de referencia femeninas dentro de la Iglesia», realidad percibida con tristeza por las jóvenes mujeres que quisieran «ofrecer sus talentos intelectuales y profesionales». Al mismo tiempo, los jóvenes consideran que «los seminaristas y religiosos, a mayor razón, deberían ser muchos más».

Los jóvenes también se declaran «interesados en las actividades políticas, civiles y humanitarias». Como católicos, afirman querer estar «más activos en la esfera pública para mejorar la sociedad común» y ser tomados «seriamente en consideración en cuanto miembros responsables de la Iglesia». Misma que, subrayan, «debería tratar de desarrollar con creatividad nuevos caminos para salir al encuentro de las personas exactamente en donde se encuentren, en los lugares que más les acomoden y en los que comúnmente socialicen: bares, cafés, parques, gimnasios, estadios, y cualquier otro centro de agregación cultural o social».

Según los autores del documento, habría que tomar también en consideración «espacios menos accesibles, como los ambientes militares, el ambiente de trabajo y las zonas rurales». Pero es también importante que «la luz de la fe llegue a lugares difíciles como orfanatos, hospitales, periferias, zonas de guerra, prisiones, comunidades de reinserción y zonas rojas». «Si, por una parte, la Iglesia ya sale a nuestro encuentro mediante las numerosas escuelas y universidades desperdigadas por todo el mundo, quisiéramos verla en esto mucho más presente y eficaz».

En este movimiento de salida, la Iglesia debería «adoptar» un lenguaje «capaz de relacionarse con los usos y costumbres de los jóvenes, para que todos puedan tener la oportunidad de escuchar el mensaje del Evangelio». Y tal vez replantear, en este sentido, su radio de acción, puesto que «fuera de la Iglesia muchos jóvenes viven una espiritualidad debatida». La Iglesia, pues, «podría relacionarse con ellos mediante instrumentos adecuados».

Buena parte del documento final también se refiere a la «vocación», tema sobre el que reflexionará el Sínodo de octubre. La vocación, aclaran los jóvenes, no es «sinónimo de la llamada al presbiterio o a la vida religiosa». «La idea general de que la vocación es un llamado no le es clara a los jóvenes», explican ellos mismos, por lo que se necesita «una mejor comprensión de la vocación cristiana (al presbiterio, a la vida religiosa, al apostolado laico, al matrimonio y a la familia, etc.) y del llamado universal a la santidad». Al mismo tiempo, se necesita ayuda durante el proceso de discernimiento de la propia vocación, teniendo en consideración todos los diferentes «factores» que influyen en él: «la Iglesia, las diferencias culturales, la oferta de trabajo, el mundo digital, las expectativas familiares, la salud mental y el estado de ánimo, la presión social de los propios pares, los escenarios políticos, la vida de oración y devociones, la Escritura, la sociedad, la tecnología».

Salvatore Cernuzio / Vatican Insider. Ciudad del Vaticano