Los jóvenes marcan el camino a los obispos - Alfa y Omega

Los jóvenes marcan el camino a los obispos

Francisco va a por todas; no quiere limitarse a repetir la doctrina de siempre en el Sínodo de octubre dedicado a la juventud

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Foto: CNS

«Los jóvenes anhelan una Iglesia auténtica»; «una comunidad transparente, acogedora, honesta»… que no tenga «miedo de mostrarse vulnerable» ni de «admitir sus errores presentes y pasados». Seguramente no hacía falta un encuentro de más de 300 jóvenes durante seis días en el Vaticano para llegar a estas conclusiones, pero la asamblea presinodal convocada por el Papa ha tenido algo de catártico. Ha demostrado que, exactamente igual que sucedió con los dos sínodos de la familia, Francisco no quiere limitarse a repetir la doctrina de siempre en el encuentro de obispos de octubre dedicado a la juventud. Va a por todas, porque su intención es afrontar los retos reales, como los que han planteado en el documento final los jóvenes participantes del presínodo.

Se trata de una aportación muy valiosa porque pone sobre la mesa asuntos que, desde la perspectiva de la jerarquía episcopal, se podrían ver de maneras muy distintas. Un ejemplo es la multiculturalidad y la diversidad social, cultural y religiosa, que muchos adultos católicos perciben casi como amenazas, mientras que para estos jóvenes es la realidad cotidiana. Incluso en países de mayoría católica, los chicos y chicas católicos se mueven a menudo en entornos donde son minoría. Por eso necesitan que su Iglesia apueste por el diálogo y sepa ayudarlos en dar respuestas a problemas acuciantes, como las fuertes desigualdades sociales o el cambio climático. También piden un acompañamiento cercano y eficaz que los ayude a descubrir la presencia de Dios en sus circunstancias vitales, rechazando los planteamientos paternalistas. Demandan respuestas «racionales y críticas», «que no estén diluidas» ni que recurran a «fórmulas prefabricadas» ante debates muy vivos, como la moral sexual o el papel de la mujer en la Iglesia, que «los jóvenes discuten sin tabú». Se trata de una valiosa aportación que no solo puede ayudar a que los jóvenes tengan mayor protagonismo dentro de la Iglesia, sino también a que su sana rebeldía juvenil dé forma a comunidades de creyentes más auténticas y creíbles.