Monseñor Segundo Tejado: «¿Qué pasará con esta gente?» - Alfa y Omega

Monseñor Segundo Tejado: «¿Qué pasará con esta gente?»

La Iglesia católica se ha volcado con los refugiados sirios desde el inicio del conflicto, hace ya tres años, tanto con ayuda espiritual como económica. Ha enviado más de 80 millones de dólares para sostener a la población, y el próximo 30 de mayo, el Consejo Pontificio Cor Unum se reunirá por segunda vez en el Vaticano con organismos internacionales para hacer balance y coordinarse, «porque la exigencia es cada vez mayor», señala monseñor Segundo Tejado

Cristina Sánchez Aguilar
Un padre con sus cuatro hijos, refugiados sirios, en Mafraq, Jordania

¿Cuál es el trabajo del Consejo Pontificio Cor Unum con los refugiados sirios?
Se trata de un trabajo que aúna la asistencia material mediante obras de caridad —escuelas, hospitales, casas, suministro de géneros alimenticios— con el acompañamiento espiritual y pastoral. En relación a la crisis siria, me gusta recordar que la Iglesia Católica en su conjunto —es decir, el Santo Padre, las Conferencias episcopales y los organismos caritativos— desde el inicio de la emergencia ha destinado más de 80 millones de dólares, que se han empleado en proyectos humanitarios en distintos sectores, como la educación, la asistencia a niños y ancianos, la alimentación, la reconstrucción de viviendas e iglesias.

Las instituciones que trabajan hoy sobre el terreno son más de 62, y son más de 42 los organismos católicos que han financiado estos esfuerzos. Las ayudas se han distribuido en 20 ciudades sirias, entre las cuales Damasco, Alepo, Homs, Hama, Hasské, Idlib, Marmarita, Kamechli, Hauran, Bosra o Lataquia, pero la asistencia también ha llegado a los refugiados que se encuentran en los estados fronterizos: Líbano, Jordania, Turquía, Chipre, Egipto, Irak, Armenia. Además, desde hace un año se creó en Beirut una oficina de informaciones respecto a las actividades que se están llevando a cabo y las ayudas distribuidas, que seguirá siendo central en la fase -esperemos no lejana- postconflicto. Todo esto ha sido posible, entre otras cosas, gracias a una reunión de coordinación para las ayudas a Siria, que tuvo lugar los días 4 y 5 de junio en la sede de Cor Unum, en la que estaban presentes las organizaciones caritativas que trabajan directamente sobre el terreno, y que contó con el gran apoyo del Papa Francisco.

¿Desde cuándo este Consejo Pontificio ha centrado su mirada en esta problemática de los refugiados?
Cor Unum siempre se ha ocupado de los refugiados, desde su constitución, que tuvo lugar en 1971 por voluntad de Pablo VI. Aunque, más en general, se ocupa de los últimos, y de quienes viven en un estado de necesidad económica y espiritual: nuestra actividad es la promoción humana integral en cualquier lugar del mundo golpeado por las emergencias humanitarias. Cor Unum es el dicasterio del Papa para ayudar a las agencias de caridad y desarrollo. Su tarea específica es coordinar las ayudas y las intervenciones humanitarias de las organizaciones católicas como Cáritas, Manos Unidas o el Servicio Jesuita al Refugiado, por ejemplo, que trabajan sobre el terreno, en particular en zonas de crisis a causa de la guerra, los desastres naturales, el hambre y la pobreza. Por citar sólo los más recientes, trabajamos en Filipinas, Haití, Guatemala, Japón y Siria.

¿En qué situación se encuentran, tras tres años de enfrentamientos, los refugiados sirios?
Los números, ante todo, ayudan a entender la gravedad de la situación. Según las informaciones que poseemos, desde el comienzo del conflicto se cuentan cerca de 140.000 víctimas, 17.000 desaparecidos, más de 9 millones de personas que necesitan asistencia sanitaria —el 40 % de la población— y el 60 % de los hospitales están destruidos o inutilizables. Los refugiados sirios son más de 2 millones, la mayor parte en países del área mediterránea y de Oriente Medio, de los cuales más de 800 mil en Líbano, 515 mil en Jordania, 460 mil en Turquía —fuente ACNUR—. Entre estos, cerca del 52 % está compuesto por niños y jóvenes de menos de 17 años. Asimismo, dentro de las fronteras sirias hay más de 6 millones de desplazados. Las dificultades para los refugiados no pueden menos que ser numerosas: psicológicas, al sentirse extraños en un país diferente del propio, y quizá porque en el conflicto han perdido a su familia u a otras personas queridas; dificultades materiales: miseria económica, imposibilidad para miles de jóvenes de frecuentar las escuelas, dificultades para acceder a los servicios sanitarios… Baste pensar que son cerca de 250.000 las personas bajo asedio dentro del país, o privadas de cuidados médicos, alimentos y ayudas humanitarias: ¿qué pasará con esta gente?

Ustedes pusieron en marcha en noviembre la campaña La misión sanitaria para los niños sirios refugiados en el Líbano, junto con el hospital pediátrico Bambino Gesù y Cáritas Líbano. ¿Qué acciones concretas se han llevado a cabo?
El proyecto de asistencia sanitaria para niños sirios refugiados en Líbano nació de la voluntad de ayudar concretamente a la parte más afectada por el conflicto, la de los más jóvenes, y hacer un esfuerzo para que entre diferentes estructuras de la Iglesia se colaborara y se compartiera cristianamente. El proyecto, por tanto, tiene tres agentes principales, además de contar con financiadores muy importantes, como la Fundación Raoul Follereau. Cor Unum ha puesto a disposición fondos destinados a comprar medicamentos pediátricos para más de 4 mil niños; el hospital Bambino Gesù está garantizando la asistencia de personal médico altamente especializado; y Cáritas Líbano proporciona el soporte logístico para el desarrollo de la misión. La primera parte de la operación concluyó en marzo, pero en seguida, como estaba previsto en los acuerdos, todos los agentes decidieron prolongar esta importantísima misión. De todos modos, el trabajo con los niños es prioritario. Según datos de Unicef, son más de 5 millones los que necesitan ayuda urgentemente: los niños fallecidos a causa del conflicto son 10.000, los refugiados en los países cercanos 1,2 millones, los que han nacido en condición de refugiados casi 40.000, y cerca de 3 millones los que no van a la escuela.

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El Papa, durante su visita a Jordania y Israel y Palestina, se va a reunir con algunos de ellos. ¿Qué supondrá para ellos esta visita?
Creo que es muy importante —como ha dicho recientemente el patriarca latino de Amán, Khalil Jaar— que estas personas «hagan experiencia de la caridad del Papa, porque esto les dará la esperanza y el sentimiento de no sentirse olvidados o abandonados» por la comunidad internacional y por todos nosotros». Por lo demás, el Papa Francisco no pierde ocasión para manifestar su cercanía y la de toda la Iglesia a los necesitados y los últimos. Es la opción preferencial por los pobres: Cristo vino, sobre todo, por ellos, y el Santo Padre quiere ayudarnos a no olvidarlo y a actuar en consecuencia.

Hay 20 millones de euros en el Fondo Europeo para los Refugiados, pero en los últimos dos años, la Comisión Europea ha destinado 228 millones de euros a reforzar los controles fronterizos. ¿Europa se deshumaniza?
Los problemas de gestión que está atravesando la Unión Europea, lamentablemente, están a la vista de todos. Y, quizá, por este motivo, nunca como este año la construcción europea está en tela de juicio y en las próximas elecciones al Parlamento encontramos visiones tan radicales y contrapuestas. Europa no es sólo cuestión de dinero o moneda común, como en cambio estamos acostumbrados a entenderla y, por eso, habría que dirigir la pregunta sobre los fondos europeos a los directivos y representantes en las instituciones de Bruselas. Europa es, ante todo una cuestión cultural, social y política, en el sentido de que concierne a la polis, la ciudadanía: tenemos que recordar siempre que toda estructura debe ser para el hombre, no un fin en sí misma. Por tanto, cada problema europeo, si es tal, habría que afrontarlo a nivel comunitario, precisamente como el problema de los refugiados, aportando las mejores energías y solidaridad que los países poseen y saben generar, si no se cierran en el egoísmo y la conflictualidad. Lo que el cristianismo ha dado a Europa es un sistema de valores, que no se puede dejar a un lado. Ni siquiera si se niega en una carta constitucional que debería ser común. En ese sentido, sí, Europa se está deshumanizando, pero porque ha perdido el sentido de Dios y de lo sagrado como factores determinantes en la esfera pública y, con frecuencia, también en la privada.

¿Cuál es la posición de la Iglesia respecto al conflicto sirio?
La Iglesia, a través de sus representantes para las cuestiones diplomáticas e internacionales, desea que todas las partes en conflicto, en la perspectiva del bien común, permitan que de ahora en adelante se despliegue la asistencia humanitaria y callen las armas cuanto antes, para dar paso a una paz concordada y duradera. El diálogo y las negociaciones deben ser compartidos en el respeto de cada uno, a fin de que se garantice la integridad territorial del país y la certeza que, en la Siria de mañana, haya sitio para todos, lo repito: para todos, incluidas nuestras comunidades cristianas. No podemos ignorar que en Tierra Santa y Oriente Medio las comunidades cristianas son objeto de ataques continuos y de una especie de genocidio que va proliferando. Me pregunto cómo es posible pensar en un Oriente Medio sin cristianos: la tierra donde nació Jesús y desde la cual su palabra se extendió por el mundo. Parece una paradoja, pero si la comunidad internacional no se mueve en ese sentido, esta trágica perspectiva podría llegar a ser realidad.

¿Cuál es la presencia de la Iglesia en medio de los campos?
La misión de la Iglesia siempre es encontrar un equilibrio entre varias exigencias: salir al encuentro de las dificultades materiales, pero recordar en todo momento —como ha hecho el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium— que «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual»; por tanto, intervenir también en el aspecto antropológico de la asistencia humanitaria, y tratar de hacerlo desde un punto de vista cristiano. Lo que hay que tutelar y promover es el hombre en su integridad, porque la Iglesia no puede obrar como una simple ONG. Este es uno de los momentos más delicados y significativos de la intervención de Cor Unum: el acompañamiento pastoral y espiritual. En la citada reunión del 4 y 5 de junio del año pasado el Papa Francisco nos exhortó a «ayudar a la población siria, más allá de las diferencias étnicas o religiosas, es el modo más directo de contribuir a la pacificación y edificación de una sociedad abierta a todos sus componentes». Es lo que están haciendo las organizaciones católicas presentes: la Iglesia trabaja en los contextos de emergencia humanitaria sin distinciones de religiones o pertenencia étnica, es más, a menudo promueve ella misma formas de diálogo interreligioso.

Los millones de sirios desplazados y refugiados, ¿han perdido la esperanza?
Tendrán futuro sólo si somos capaces de ayudarles a construírselo. Y creo que, desde este punto de vista, el primer aspecto por el que hay que apostar es la educación. El riesgo de un pueblo sin educación, con mayor razón si ha sido devastado por la guerra, no sólo es perder su historia y sus raíces, sino sobre todo no tener las bases para construirse un futuro. Numerosas organizaciones católicas, como el Servicio Jesuita al Refugiado, Caritas o Pontifical Mission, están implementando proyectos de sostén y desarrollo educativo para los jóvenes. En conjunto, según nuestros datos, se han destinado a este fin más de 17 millones de euros que sirven para ayudar a cerca de 310.000 niños y jóvenes en edad escolar.

¿Qué otros pasos tienen pensado dar desde Cor Unum para paliar la tragedia de los refugiados?
Cor Unum trabaja para lograr una coordinación cada vez mayor con las Iglesias locales, ante todo, y con los organismos presentes en el territorio, así como para reforzar las varias Caritas nacionales y regionales comprometidas en el conflicto: Caritas Jordania, Caritas Líbano, Caritas Siria, que en esta fase necesita un apoyo mayor para poder llevar a cabo de forma eficiente su trabajo. Si en el territorio sigue habiendo sujetos incapaces de trabajar juntos, el sostén que daremos a la población no podrá ser eficaz, porque nos movemos en un contexto de conflicto. Si, en cambio, logramos trabajar conjuntamente, sabiendo quién hace qué, y actuar en consecuencia, podremos distribuir mejor las ayudas e intervenir en cada ocasión según las prioridades. Por esto, Cor Unum ha convocado una segunda reunión de coordinación en el Vaticano, que tendrá lugar el próximo 30 de mayo, y en la cual participarán una vez más los sujetos presentes sobre el terreno. Será una ocasión para hacer balance de lo que está sucediendo a nivel humanitario, subrayar la exigencia de una coordinación cada vez mayor, poner de relieve las prioridades actuales, comprender lo que no funciona y valorar lo que en cambio se ha hecho de modo eficaz. Debe quedar claro que la Iglesia se mueve con un solo corazón y sale al encuentro de las exigencias de los necesitados sin distinciones religiosas, étnicas y sociales.

¿Hay solución a este drama?
La solución sería lograr mejorar los contextos de proveniencia de los refugiados, que —es bueno no olvidarlo nunca— son personas que escapan de situaciones de miseria material y humana en busca de un sueño, de una esperanza para sí mismos y para sus hijos. Sin embargo, esto no es posible mediante intervenciones desde lo alto, asistenciales o que impongan determinadas opciones económicas o políticas de parte de alguna potencia occidental. El desarrollo tiene éxito cuando se lleva a cabo mediante formas de acompañamiento. Las personas en los países pobres necesitan ser acompañadas en un proceso de desarrollo, del cual tienen que sentirse protagonistas y responsables, y mediante el cual deben tomar conciencia de sí mismos. Se trata de desarrollo que se lleva a cabo con las personas, las Iglesias y las comunidades del lugar, respecto al que se lleva adelante exclusivamente para las personas beneficiarias. Este es el paso de la asistencia a la promoción integral del hombre.