Camino de Emaús - Alfa y Omega

Camino de Emaús

Son tiempos para salir a los caminos y hacerse el encontradizo con las mujeres y hombres en búsqueda, que no son pocos

Alfa y Omega
Foto: Pixabay

Cerca de 4.500 catecúmenos recibieron los sacramentos de iniciación cristiana en Francia durante la Vigilia Pascual. El número de bautismos de adultos ha aumentado en este país un 40 % en diez años, prueba de que, incluso en las sociedades más secularizadas, existe una profunda sed de espiritualidad. Una sed inherente al ser humano de cualquier época, lo cual no necesariamente garantiza que esté encauzada siempre de forma sana. Según advierte la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), hay unas 400.000 personas en España vinculadas a grupos sectarios. Buscan sucedáneos para satisfacer sus necesidades afectivas, espirituales y de sentido de la vida, para las que no encuentran ya respuestas en la familia ni en las instituciones religiosas tradicionales. Asunto, por otra parte, que exigiría una reflexión muy a fondo.

Para la Iglesia son tiempos marcados por el signo del camino de Emaús. Ejemplos como el de las carmelitas de Toro, infatigables evangelizadoras desde la clausura, muestran que es posible echar mano de creatividad –en su caso, por medio del teatro– para salir a los caminos y hacerse el encontradizo con las mujeres y hombres en búsqueda, que no son pocos. Son personas que saldrían corriendo si se las pretendiera sermonear desde el púlpito, pero se muestran receptivas con quienes simplemente caminan junto a ellas, entablando una relación amistosa, escuchándolas sin juzgarlas y proponiendo con humildad aquello que da sentido a sus vidas. La verdad solo es posible comunicarla desde la cercanía afectiva, les decía Francisco en la Misa Crismal a los sacerdotes de Roma.

El Papa da continuas muestras de esta actitud de apertura al otro. Así debe ser, porque la Iglesia existe para anunciar el Evangelio, para acercarlo a la vida de cada persona. Porque ese Evangelio no es una especie de libro esotérico ni un simple código de preceptos morales y religiosos. Se desvirtúa cuando lo situamos al margen de la realidad concreta de cada cual. No porque en sus páginas deban buscarse respuestas precisas a los interrogantes e inquietudes personales, sino porque ofrece la vía para encontrarse con Jesús, cada uno desde sus propias circunstancias, en su propio camino de Emaús, y empezar a saborear así la vida eterna.