Mariana Allsopp - Alfa y Omega

Mariana Allsopp

Joaquín Martín Abad
Foto: www.hermanastrinitarias.net

María Ana Allsopp González-Manrique vino desde México a Madrid en mayo de 1864. Nació en Tepic en 1854 del matrimonio contraído en 1852 en Madrid por Juan Francisco, diplomático inglés que luego se afincó en México como director de una fábrica de tejidos y apoderado de ferrocarriles, y de María Ana, de noble familia española, pues su bisabuelo materno había sido virrey en Granada y su bisabuela estaba emparentada con la familia Loyola, de san Ignacio.

Cuando quedó huérfana de madre en 1862, su padre envió a sus cinco hijos a España, para que estuvieran bajo el cuidado de su abuela materna. Vinieron a bordo de una fragata inglesa desde México a Canadá y después a Francia. En París, a sus 10 años y solo con ver por la calle a las Hijas de la Caridad, le surgieron indicios de vocación religiosa. Y llegaron a Madrid.

En el real colegio de Santa Isabel, dirigido entonces por las escolapias, hizo su Primera Comunión en 1865. De joven se empleó, como escribe su primer biógrafo, Pereda, «en obras de celo, visitando enfermos, adoctrinando niños y adultos, recorriendo parajes miserables y rezando en los templos», en el Hospital General y en las Escuelas Dominicales.

Durante una fiesta palaciega en 1876 notó la vaciedad de su corazón y se le despertó la pasión de entregar toda su vida. En 1882 vivía en la calle Lepanto, próxima al monasterio de la Encarnación, donde oía Misa y se confesaba con el venerable Francisco Méndez Casariego, párroco de la parroquia real.

Cuando María Ana le manifestó su búsqueda de Dios y de consagración y don Francisco le reveló su proyecto de un instituto religioso femenino para atender y promover a las jóvenes desasistidas y maltratadas, le respondió: «Yo tomaré parte en esa fundación». Tanto, que Mariana de la Santísima Trinidad fue cofundadora del instituto de Hermanas Trinitarias, comenzando en una Misa –con ella y otras cinco jóvenes más– el 2 de febrero de 1885 en la Encarnación.

Se le debe el rápido desarrollo del instituto por España e Hispanoamérica. Murió en Madrid en 1933 y, por el testimonio de su vida, aquí se abrió la causa de canonización en 1999, cuya positio espera el paso por los respectivos congresos de la Congregación romana.

Sus restos reposan junto a la capilla de las Hermanas Trinitarias (calle Marqués de Urquijo, 18).