Una familia para todos los niños del mundo - Alfa y Omega

Una familia para todos los niños del mundo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Inicios de la Sociedad Protectora de Niños en Madrid, hacia 1880. A la derecha la escuela infantil Santa María de Leuca, en El Escorial. Foto: Sociedad Protectora de los Niños

A finales del siglo XIX, la migración del campo a la ciudad provocó que algunas zonas de Madrid cobraran tintes propios de Oliver Twist. Por las calles de la capital abundaban niños sin rumbo, algunos huérfanos, otros abandonados en la calle durante todo el día por unos padres que pasaban gran parte de la jornada trabajando y buscándose la vida. Era habitual el abandono de niños en inclusas, por no poder los padres hacerse cargo de ellos, y a toda esta problemática se sumaba la incapacidad de las autoridades públicas de tomar las riendas de la situación. En estas circunstancias, abundaban entre los pequeños carencias graves como la mala alimentación y la higiene más bien escasa. La mayoría no iba a la escuela, y muchos pasaban el tiempo deambulando por la plaza Mayor, la plaza de la Cebada, el Rastro y las estaciones de tren, sobreviviendo con trabajos esporádicos, transportando bultos en mercados y estaciones, vendiendo periódicos o cometiendo pequeños hurtos. En esta época se estima que eran más de 800 los niños y jóvenes que vagaban sin rumbo por las calles de Madrid, según la Historia de la infancia en la España contemporánea.

A la vista de esta situación entra en escena Julio Vizcarrondo, un portorriqueño de raíces españolas que en 1965 fundó la Sociedad Abolicionista Española y con el tiempo contribuyó a desterrar de su país natal el fenómeno de la esclavitud. El 7 de agosto de 1878, desolado al constatar el deprimente estado de la infancia en las calles de Madrid, fundó con su amigo Cristóbal Colón de la Cerda la Sociedad Protectora de los Niños.

Evolución en la acogida

La Sociedad, que acaba de celebrar sus 140 años de existencia con una Eucaristía presidida el pasado sábado por el cardenal arzobispo de Madrid, dio sus primeros pasos acogiendo a cuatro niñas en un piso de la calle Claudio Coello: una de ellas víctima de la violencia familiar y las otras directamente abandonadas por sus familias. La ayuda se extendió después a 69 niñas hijas de presas del único centro penitenciario femenino de aquella época, el de Alcalá de Henares. La necesidad era tal que, en solo nueve años, la Sociedad atendió ya a 2.065 niños de ambos sexos y a 1.152 mujeres.

Con el paso del tiempo, lo que nació como una institución benéfica privada destinada a la protección de urgencia de los más pequeños ha evolucionado de modo que en la actualidad se implica también en la ayuda a la regeneración de la vida familiar del niño.

Clases de apoyo escolar a niños peruanos del proyecto Manitos. Foto: Sociedad Protectora de los Niño

Así, 140 años después de sus primeros pasos, la Sociedad Protectora de Niños, hoy configurada jurídicamente como fundación, trabaja en el centro de día infantil y juvenil Murialdo, en el barrio madrileño de San Blas, en un contexto marcado por la inmigración, un alto nivel de marginación, una elevada desestructuración familiar y un alto índice de paro juvenil. Aquí ofrece apoyo escolar al joven, además de una posibilidad de formación profesional de su interés, y lo hace en conexión con el entorno familiar del menor: hay encuentros dos días por semana con los padres o abuelos, tanto de carácter psicológico como formativo, y al mismo tiempo se acompaña la situación concreta de las familias ofreciendo a los padres clases de alfabetización o de capacitación profesional en la medida de sus necesidades.

Otro modelo de esta implicación con la familia es el centro Santa María del Parral, en Aravaca. En colaboración con Cáritas diocesana de Madrid, la fundación acoge a un total de 30 familias monoparentales con hijos menores de 18 años, sin vivienda y sin suficientes redes sociales y familiares de apoyo. Aquí las familias comienzan un itinerario con el objetivo de lograr su autonomía, que incluye también la capacitación laboral de las madres en aras a una convivencia social y familiar normalizada.

También en el proyecto Aventura 2000, desarrollado junto a los padres guanelianos, se trabaja con chicos en riesgo de exclusión social y con sus familias. El objetivo principal es la motivación escolar de chicos procedentes de una variada problemática familiar: consumo de alcohol y drogas, desestructuración, altos índices de paro laboral, violencia doméstica… Pero al mismo tiempo que se les ofrece una alternativa académica y laboral, se implica a las familias y se les ofrece apoyo psicológico y de mediación, junto a actividades de ocio intergeneracional, recursos que al final redundan positivamente en la educación de sus hijos.

«Para nosotros, los protagonistas son los niños, asociando siempre con ellos a sus familias», confirma María Ángeles Aymat, presidenta de la fundación. «Nuestro objetivo es la ayuda integral al menor en todas sus dimensiones: física, psicológica, moral, espiritual, religiosa, educativa, cultural…., y siempre a través de la colaboración con una institución católica. Pero no excluimos a nadie, ayudamos a todos, sean como sean y vengan de donde vengan».

A la hora de llevar a cabo su obra, la fundación ha sido pionera en muchos aspectos: «Fuimos la primera institución laica que organizó colonias infantiles en verano cuando en España aún no las había; popularizamos también las actividades extraescolares como un complemento educativo para los niños; y la primera ley de protección a la infancia en España, de 1904, es obra de uno de los secretarios de nuestra Sociedad», desvela María Ángeles.

Junto a ello, la labor de la Sociedad no ha tardado en extenderse también fuera de nuestra fronteras. «En Mozambique y Filipinas trabajamos con los niños abandonados de la calle; en el Congo con niños de la guerra; en Etiopía y Kenia con niños desnutridos; en Perú y Bolivia con niños que trabajan en los vertederos; en Uruguay con niñas víctimas de la violencia; en Haití con niños y niñas con problemáticas de todo tipo…», cuenta la presidenta.

En total, son hoy «más de 3.000 niños y niñas de todo el mundo para los que queremos ser una familia», concluye María Ángeles Aymat.

Nacida para «consolar y dar vida»

El cardenal Osoro agradeció a Dios la posibilidad de recoger los frutos que sembraron los fundadores de la Fundación Sociedad Protectora de Niños, durante la Eucaristía celebrada el pasado sábado en la parroquia de San Joaquín, con motivo del 140 aniversario de la fundación. El arzobispo de Madrid mostró su gratitud porque desde sus inicios, «la Sociedad Protectora de Niños se ha preocupado por el bienestar de los más pequeños», e hizo hincapié en el camino que tiene por delante: «consolar y dar vida, regalar a Cristo y dispensar ayuda».