Cardenal Parolin: «En Corea se ha encendido una gran esperanza» - Alfa y Omega

Cardenal Parolin: «En Corea se ha encendido una gran esperanza»

Entrevista de Andrea Tornielli con el Secretario de Estado del Papa: la preocupación por Siria, la paciencia en las negociaciones con China, que solamente buscan la unidad de la Iglesia. «Me ha sacudido el caso de Alfie»

Andrea Tornielli

Gran esperanza por Corea, gran preocupación por Siria. Las negociaciones con China que exigen paciencia y el caso del pequeño Alfie Evans. Después de una conferencia sobre los «tres Papas de 1978», pronunciada en la catedral de Chioggia para la apertura de un ciclo de encuentros organizado por el «Fondaco», el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, respondió a algunas preguntas sobre la actualidad.

¿Qué le parecen las perspectivas de paz en Corea?
Se ha encendido una gran esperanza, después del peligro de un posible conflicto nuclear. Según un análisis que he leído en estos días, el presidente Kim Yong-un habría utilizado el potencial bélico nuclear de su país como amenaza para obligar a los estadounidenses a negociar con el objetivo de sacar a Corea del Norte del aislamiento y, sobre todo, para poner en marcha ese crecimiento económico que el país necesita extremadamente.

¿Está de acuerdo con este análisis?
No sé si se pueda compartir hasta el fondo, habría sido un enorme estratega… Pero los expertos dicen que Kim Yong-un parece verdaderamente serio y que la oferta de diálogo no es solamente un “bluff”. El camino es muy delicado, una carrera de obstáculos, pero que exista esta decisión de negociar, sin continuar con los lanzamientos de misiles, representa un signo de esperanza. También por parte de China, que apoya este diálogo. El mismo presidente norcoreano ahora se dice a favor de un proceso de desnuclearización de la península, que significaría apagar una mecha que de verdad podría provocar enormes daños.

¿Qué tal van las negociaciones entre la Santa Sede y el gobierno chino?
El diálogo sigue adelante desde hace tiempo, con mucha paciencia y con éxitos y fracasos. Alguien decía: «Es como el baile de san Vito, dos pasos para adelante y uno para atrás». Como sea, procedemos, y esto es importante.

Algunos se preguntan por qué el Vaticano negocia con un gobierno comunista que niega la libertad religiosa…
Si el gobierno no fuera comunista y respetara la libertad religiosa, no sería necesario negociar. Porque ya tendríamos lo que querríamos.

¿Cuál es el objetivo de la Iglesia en estas negociaciones?
El nuestro no es un objetivo político. Nos han acusado de querer solamente relaciones diplomáticas buscando quién sabe cuál resultado. Pero a la Santa Sede, como ha dicho varias veces el Papa, no le interesa ningún resultado diplomático. Nos interesan los espacios de libertad para la Iglesia, para que pueda vivir una vida normal, que también está hecha de comunión con el Papa. Que se viva esta comunión es fundamental para nuestra fe.

¿Cuál será el principal objeto del acuerdo?
Es fundamental que la Iglesia esté unida, que la comunidad oficial, sometida al control del gobierno, y la llamada clandestina (que hoy caminan cada una por su camino) puedan unirse. Ya Benedicto XVI, en su Carta a los católicos chinos, dijo que el objetivo de todo el trabajo en China debe ser el de la comunión entre ambas comunidades y de la comunión de toda la Iglesia china con el Papa. Nosotros esperamos que se pueda llegar, principalmente, a un acuerdo sobre el proceso para los nombramientos de los obispos. Y esperamos que el acuerdo sea respetado. Por nuestra parte existe la voluntad de hacerlo, y esperamos que también por parte del gobierno chino exista esta voluntad.

Hace pocos días el mundo parecía al borde de un nuevo conflicto mundial, con el ataque contra Siria. ¿Cómo ve el Vaticano esta situación?
Con gran preocupación. Muchas veces, durante esta guerra que ya se ha extendido por seis años, el Papa ha hecho llamados a la comunidad internacional y a todos los protagonistas. Es un caso trágico e intrincado. Hay un nivel local, el contraste entre el régimen del presidente Assad y la oposición. Hay un enfrentamiento regional, sobre todo entre los musulmanes chiitas y los sunitas. Y luego están las grandes potencias que han intervenido a su ves, en un primero momento en coalición contra el Estado Islámico, contra el fundamentalismo islámico que había ocupado pedazos de ese territorio. Ahora, después de la llamada derrota del Estado Islámico (ha sido derrotado en el territorio, aunque no creo que haya sido derrotado ideológicamente), las potencias están divididas entre sí y han comenzado a contrastarse.

Sorprende que siga habiendo masacres de civiles…
Hemos sido testigos de un desprecio total de los derechos humanos, con miles y miles de civiles involucrados en la guerra, utilizados como rehenes o escudos humanos. Es la destrucción total del derecho humanitario. Y también del derecho de guerra, porque incluso en la guerra no todo está permitido.

¿Cuál es la vía para resolver el conflicto?
Nosotros siempre hemos dicho que no existe la posibilidad para una solución militar. Recientemente se llevó a cabo en Bruselas una reunión sobre Siria por parte de Europa, y este también fue el mensaje del Alto representante de la Unión para las Relaciones Exteriores, Federica Mogherini. Pero no logra despegar una solución. El régimen se ha convencido de que puede ganar militarmente, sobre todo después de la intervención de los rusos, que han ayudado a Assad en la reconquista de muchas partes del territorio del país. Esto ha debilitado las negociaciones de Ginebra. Y luego, también porque las negociaciones se están llevando a cabo en diferentes mesas: la de Ginebra es la principal, pero también ha habido otras iniciativas, en Astana, en Sochi…

¿Demasiadas mesas de negociación?
No sé si estas iniciativas ayuden a que avance la solución diplomática y pacífica o alejen cada vez más esta perspectiva. Yo creo que (y se lo hemos dicho muchas veces a los protagonistas), si se tuviera que ganar la guerra militarmente, la paz no sería automática, porque permanecerían muchos odios, muchas contraposiciones, muchas divisiones en el país.

Otra pregunta: ¿qué piensa sobre el caso del pequeño Alfie Evans?
Me ha provocado una enorme tristeza: frente a una disponibilidad manifestada abiertamente, muchas veces con gran despliegue de medios –los médicos de nuestro hospital Bambino Gesù fueron tres veces a Liverpool–, se rechazó permitir que Alfie fuera trasladado a Italia. Es incomprensible. Fue lo que más me sorprendió, me sacudió. No logro a comprender la razón. O tal vez exista, y es una lógica terrible. Por parte del Papa y de la Santa Sede, se trató de hacer todo lo que era posible para ayudar a la familia y garantizar al niño un acompañamiento durante su enfermedad, a pesar del diagnóstico infausto.

Un caso que ha provocado discusión, incluso con tonos muy encendidos…
En estas situaciones todos gritan, tratando de acarrear agua a su molino. Ahora que el caso está cerrado y los medios lo olvidarán de prisa, sería necesario reflexionar tranquilamente. Estos casos se volverán a presentar. Todos juntos, a partir de puntos de vista diferentes, pero también con la contribución de los creyentes, tendríamos tratar de dar una respuesta verdaderamente humana a estas situaciones, basada en el amor a la persona, en el respeto de su dignidad y de su irrepetibilidad. Esperemos que sea posible hacerlo y que no se cierre el argumento sin seguir reflexionando, listos para litigar nuevamente cuando se dé el próximo caso.

Andrea Tornielli / Vatican Insider

Una versión reducida de esta entrevista fue publicada en la edición de hoy del periódico italiano La Stampa.