Muere la juez que desmontó la falacia de los Sabios de Sión - Alfa y Omega

Muere la juez que desmontó la falacia de los Sabios de Sión

Hadassa Ben-Itto era juez de carrera y formó parte de la delegación israelí en asambleas de la ONU

José María Ballester Esquivias
Cartel antisemita

Hadassa Ben-Itto dejó su brillante carrera judicial con la intención de desmontar el mito de «El Protocolo de los Sabios de Sión», seguramente el embuste antisemita más extendido de la historia. Según la obra de marras, publicado en ruso a finales del verano de 1903, un sanedrín judío habría diseñado un plan oculto –a la par que detallado– para dominar el mundo, también conocido como «conspiración judeo-masónica». Argumentos falaces en cualquier caso, pero que depararon consecuencias dramáticas: el contenido de «El Protocolo de los Sabios de Sión» sirvió de referencia a las persecuciones antisemitas del siglo XX, empezando por la llevada a cabo en Alemania por Adolf Hitler y sus secuaces.

Lo preocupante es que el horror generado por el holocausto de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial no fue suficiente para neutralizar la influencia del libro anónimo. Baste recordar la dialéctica aún utilizada por determinados grupos de extrema derecha y por otros que, sin serlo, están instalados en los márgenes de la política o, como en el caso de Al Qaida, nadan en las aguas del terror. A la organización criminal fundada por Osama bin Laden «Los Protocolos» le viene como anillo al dedo para irradiar su odio antijudío.

De ahí la necesidad de desmontar definitivamente la patraña. A esa tarea dedicó Hadassa Ben-Itto siete años de su vida, durante los cuales investigó en distintos archivos del planeta, analizó la bibliografía existente y entrevistó a expertos. El resultado de su labor fue la publicación, en 1998, de «La mentira que no ha querido morir», traducido a varios idiomas, el castellano entre ellos. Ben-Hitto desentraña la trama hasta el final, demostrando de forma inapelable que su urdidor fue Piotr Rachkovsky, un espía de la Rusia zarista; asimismo prueba cómo el falsario no hizo sino adaptar a su conveniencia un panfleto del autor satírico Maurice Joly contra Napoleón III. El rigor de su investigación le hizo merecedora de un reconocimiento a nivel mundial.

La juez Hadassa Ben-Itto

El interno ya lo tenía gracias a una trayectoria en la magistratura que culminó en el cargo de vicepresidenta de la Corte de Distrito de Tel Aviv y que no estuvo exenta de duras peripecias, como el atentado que sufrió en su casa mientras investigaba a una red de atracadores. Ben-Itto combinaba el tratamiento de delitos comunes con tareas de más envergadura como el haber formado parte de la delegación israelí en varias asambleas generales de la ONU o en su calidad de miembro –y única mujer– del tribunal arbitral que dirimió el caso del dinero de las víctimas del Holocausto que habían depositado su patrimonio en bancos suizos.

Sin embargo, su mayor orgullo fue haberse alistado, siendo adolescente, como soldado raso en la «Hagana» para luchar –recordaba incluso haber ocultado granadas en su ropa interior– por la creación de un Estado judío desde una perspectiva sionista laica, pues se consideraba agnóstica y de izquierdas.

José María Ballester Esquivias / ABC