Nomadelfia, una «comuna» cristiana en la Toscana - Alfa y Omega

Nomadelfia, una «comuna» cristiana en la Toscana

El Papa Francisco visita hoy una congregación de 60 familias que comparte todos sus bienes y donde «la fraternidad es la ley»

Juan Vicente Boo
Nomadelfia es una comunidad cristiana a medio camino entre un «kibbutz» y el estilo de vida de los primeros cristianos. Foto: ABC

Las colinas de Toscana han fascinado por su belleza a grandes pintores. Pero, además de paisajes, esconden sorpresas. Por ejemplo, Nomadelfia, una comunidad cristiana como ninguna otra en el planeta, a medio camino entre un «kibbutz» y el estilo de vida de los primeros cristianos en Jerusalén, cuando compartían sus familias y sus bienes.

Son 60 familias que viven en grupos de tres o cuatro, sacando adelante los propios hijos y los adoptados, sin utilizar apellidos, precisamente para no diferenciar. Hay un presidente, Francesco, y un párroco, don Ferdinando, pero no hay dueños de los campos ni de las vacas, ni tampoco empleados. Todos los adultos trabajan en lo que haga falta y se ocupan de la escolarización de los niños, que después se presentan a examen en los institutos estatales.

En total, son 300 personas que comparten comedores y lugares de trabajo; que no tienen sueldos ni horarios, sino que se vuelcan en sacar adelante a los hijos propios y los adoptados en un clima de sencillez y de calma.

Su presidente, Francesco, afirma que «somos una familia de familias». Según Elisa de Nomadelfia -el apellido común que les gusta emplear-, «somos un testimonio para el mundo, siguiendo a Jesús con alegría y trabajando en la comunidad».

El experimento social y religioso de Nomadelfia (literalmente «la fraternidad es la ley») empezó en 1947 cuando el sacerdote Zeno Saltini reunió un grupo de familias y de «mamás de vocación» (mujeres solteras dispuestas a ser madres adoptivas), que adaptaron el antiguo campo de concentración de Fossoli para acoger a huérfanos de guerra.

Foto: ABC

Don Zeno se llevó a los «descartaditos», los niños y niñas que se quedaban en los orfanatos de Roma porque nadie quería adoptarlos. El Papa Pío XII se enteró y le llamó al Vaticano para animarle.

Por desgracia, los gobiernos de la Democracia Cristiana y el Santo Oficio se confabularon para acabar con un experimento «comunista», y el modo de salvarlo fue paradójico: Pío XII facilitó a don Zeno la salida del sacerdocio para que siguiera como laico al frente del grupo.

El renacimiento legal de la comunidad y la vuelta de don Zeno al sacerdocio se produjeron con Juan XXIII y en las colinas cercanas a Grosseto, constituida como parroquia por el Papa y como asociación de ciudadanos por las autoridades civiles a partir de 1962.

Primero levantaron tiendas y después casas, hasta construir un pueblo muy bonito de viviendas sencillas, calles limpias y flores en cualquier lugar. Como todo pueblecito, Nomadelfia tiene su cementerio, con las tumbas de don Zeno y de los pioneros.

Los miembros de la comunidad pueden marcharse cuando quieren, y los muchachos deciden a la mayoría de edad. Algunos se quedan, aunque, lógicamente la mayoría se van, como en todas las familias.

Juan Pablo II les recibió en Castel Gandolfo en 1980. El Papa Francisco les invitó hace unos meses al Vaticano. Pero hoy se va muy temprano en helicóptero a visitarles en su pueblecito toscano.

Juan Vicente Boo / ABC