Historia de una X - Alfa y Omega

Historia de una X

Ignacio Uría
Foto: María Pazos Carretero

No es fácil ser una X en los tiempos que corren. Sin embargo, la letra X tiene bastantes opciones en la vida. Puede, por ejemplo, decantarse por la literatura y vivir en el sillón X de la Real Academia. De ese modo habría conocido a Buero Vallejo y ahora compartiría tertulia con Francisco Brines, que es un poeta solvente que odia el frac.

Si le gusta el azar puede elegir las quinielas. Ser una X, por ejemplo, en un Madrid-Barça se paga bien, aunque no tanto como un 1. Si fuera una X salaz optaría por los lamentables anuncios X de la prensa. En cambio, si le gustaran las matemáticas, podría ser una X de las ecuaciones o vivir en el eje de abscisas, que es el horizontal. Y si tuviera sueños cinematográficos formaría parte de los X-Men o, incluso, de Expediente X, con sus monstruos y marcianos.

Con todo, la mejor salida es convertirse en la X del IRPF. La X de la Renta puede hacer muchas cosas, sobre todo si se marca en ambas casillas: la de la Iglesia y la de los fines de interés social. Con esa X se hace el bien sin que cueste nada. Es decir, no se lo lleva el Estado –enemigo nuestro de toda la vida–, sino que se entrega directamente a las ONG y organizaciones católicas. Con ese dinero se financian incontables iniciativas que hacen bien a muchos: de los migrantes a la catequesis parroquial, de los hospitales al apoyo escolar.

La Iglesia es (o debería ser) madre y maestra. También con sus errores, pero sobre todo con sus inmensos aciertos. Por eso apoyarla supone un compromiso con los más débiles, con la promoción de la justicia y con la defensa de la paz y la vida.

Sin embargo, muchos consideran esa aportación económica como un privilegio que debería desaparecer. En el fondo, subyace una visión laicista del Estado y el olvido de que el dinero público no existe: solo existe el dinero privado que entregamos –a la fuerza– a la Administración pública.

Bien es verdad que la Iglesia nunca podrá estar a la altura de sí misma porque su mensaje supone también un juicio sobre sus actos. Algunos dolorosísimos. Sin embargo, castigar por ello a todos los que se benefician de sus iniciativas es una injusticia que perjudica a miles de personas necesitadas de ayuda material y espiritual.

Ponga la X. No cuesta nada.