Vídeomensaje del Papa: «La santidad es el verdadero elixir de la juventud» - Alfa y Omega

Vídeomensaje del Papa: «La santidad es el verdadero elixir de la juventud»

Francisco se une por vídeomensaje a un encuentro en torno al rosario que unió a jóvenes de Italia, Panamá, Irlanda, Rusia y Taiwán. «Los jóvenes no muerden», dijo con respecto a quienes recelan de su protagonismo en la Iglesia

Ricardo Benjumea

El Papa participó en la tarde del sábado con un vídeomensaje en la vigilia mariana internacional de los jóvenes que se lleva a cabo en el Santuario de San Gabriel en la ciudad de Teramo en Italia, en preparación de la próxima asamblea del Sínodo de los obispos. Por vídeo, se unieron también otros grupos de jóvenes desde Panamá, Irlanda, Rusia y Taiwán.

Francisco les animó a rezar el rosario y no levantar muros, sino puentes. También arremetió contra el recelo contra ellos, porque, dijo, «los jóvenes no muerden», y tanto la Iglesia como el «mundo tienen necesidad también de los jóvenes para rejuvenecerse a sí mismos».

Estas fueron sus palabras:

Queridos amigos:

Estoy contento de participar en la vigilia mariana internacional de los jóvenes en preparación de la próxima asamblea del Sínodo de los Obispos, organizada en el nuevo Santuario de San Gabriel de la Dolorosa. Es verdad que estoy físicamente lejos de ustedes, pero gracias a las modernas tecnologías de la comunicación tenemos la posibilidad de acerar las distancias. En realidad, nosotros cristianos sabemos desde siempre que la única fe y la oración concorde unen a los creyentes de todo el mundo: ¡se puede decir que, aun sin saberlo, hemos sido precursores de la revolución digital!

Saludo a vuestro pastor, monseñor Lorenzo Leuzzi, que desde el inicio de su ministerio en medio a ustedes los ha involucrado en el camino sinodal, y al cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, que celebra la santa Misa para ustedes.

Quisiera ahora confiarles algunos pensamientos que son para mí particularmente importantes.

«Es bello que los jóvenes recen el rosario»

El primer pensamiento es para María. Es bello que jóvenes recen el rosario, manifestando así su afecto por la Virgen. Su mensaje, de hecho, es hoy más actual que nunca. Y esto porque Ella es una joven entre los jóvenes, una «mujer de nuestro tiempo», como amaba decir don Tonino Bello.

Era joven —quizás apenas adolescente— cuando el ángel le dirigió la palabra, trastornado sus pequeños proyectos para volverla parte del gran proyecto de Dios en Jesucristo. Permaneció joven también después, cuando no obstante el pasar de los años, se hizo discípula del Hijo, con el entusiasmo de los jóvenes, y lo siguió hasta la cruz con el coraje que sólo los jóvenes poseen. Permanece siempre joven también ahora que la contemplamos Asunta al Cielo, porque la santidad mantiene eternamente jóvenes, es el verdadero «elixir de juventud» del cual tenemos tanta necesidad. Es la renovada juventud que nos ha traído la resurrección del Señor.

Lo había entendido bien san Gabriel de la Dolorosa, patrono de los estudiantes, un santo joven enamorado de María. Él, que había perdido su madre de niño, sabía que tenía en el Cielo dos mamás que vigilaban sobre él. Y así, se comprende su gran amor por la oración del rosario y su tierna devoción por la Virgen, que quiso asociar para siempre al propio nombre cuando, a solo dieciocho años, se consagró a Dios en la familia religiosa de los pasionistas, volviéndose Gabriel de la Dolorosa.

Como he reiterado recientemente en la exhortación apostólica Gaudete et exsultate, «la santidad es el rostro más hermoso de la Iglesia» (n. 9) y la transforma en una comunidad «simpática» (cfr. n. 93). Si san Ambrosio se decía convencido de que «cada edad es madura para la santidad» (De virginitate, 40), sin dudas lo es también la edad juvenil. Entonces ¡no tengan miedo de ser santos, mirando a María, a San Gabriel y a todos los santos que los han precedido y les indican el camino!

Profecía de paz y reconciliación»

El primer pensamiento es para María. El segundo pensamiento es para los jóvenes conectados con ustedes desde diversas partes del mundo para participar en esta vigilia. Saludo con afecto a los jóvenes de Panamá, reunidos en el santuario internacional del Corazón de María, con el obispo monseñor Domingo Ulloa Mendieta, con los cuales me encontraré en próximo año en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud; a los jóvenes de la Federación Rusa, reunidos en la catedral de la Transfiguración en Novosibirsk, con su obispo monseñor Joseph Werth y el delegado para los jóvenes de toda Rusia, monseñor Clemens Pickel; a los jóvenes de Irlanda, conectados desde la Glencomeragh House, casa de oración y formación para los jóvenes, junto al obispo monseñor Alphonsus Cullinan; y finalmente, a los jóvenes de Taiwán, reunidos en Taiwán en la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Precisamente en estos días los obispos de Taiwán están en Roma para la visita ad limina. ¡Estarán contentos de saber que sus jóvenes rezan y que hoy están ellos también junto al Sucesor de Pedro!

Queridos jóvenes, unidos en la oración desde lugares tan lejanos, ustedes son una profecía de paz y de reconciliación para la entera humanidad. No me cansaré jamás de repetirlo: ¡no levanten muros, construyan puentes! ¡No levanten muros, construyan puentes! Unan las orillas de los océanos que los separan con el entusiasmo, la determinación y el amor del cual son capaces. Enseñen a los adultos, cuyo corazón a menudo se ha endurecido, a elegir el camino del diálogo y de la concordia, para entregar a sus hijos y a sus nietos un mundo más bello y más digno del hombre.

«No se dejen callar»

El tercero y último pensamiento es para el Sínodo ya cercano. Saben ya que la próxima asamblea del Sínodo de los obispos será dedicada a Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, y que toda la Iglesia está ya desde hace tiempo intensamente comprometida en el camino sinodal.

Encontrando a tantos jóvenes como ustedes en ocasión de la reunión presinodal del pasado marzo, puse en guardia del peligro de hablar de los jóvenes sin hacer hablar a los jóvenes dejándolos a «distancia de seguridad». Los jóvenes no muerden, pueden acercarse y tienen el entusiasmo, y ustedes además del entusiasmo tienen la llave del futuro.

Queridos jóvenes, volviendo al seno de sus familias y de sus parroquias —en Teramo, en Panamá, en Rusia, en Irlanda, en Taiwán— no se dejen callar. Cierto, quien habla puede equivocarse y también los jóvenes alguna vez se equivocan, son humanos, pecando de imprudencia, por ejemplo. Pero no tengan miedo de equivocarse y de aprender de sus errores, así se va adelante. Si alguien —incluidos sus padres, sus sacerdotes, sus enseñantes— probará a cerrarles la boca, recuérdenles que la Iglesia y el mundo tienen necesidad también de los jóvenes para rejuvenecerse a sí mismos. Y no se olviden de tener a su lado aliados invencibles: Cristo, el eternamente joven, María, mujer joven, san Gabriel y todos los Santos, que son el secreto de la perenne juventud de la Iglesia. ¡Gracias!