Promesas incumplidas - Alfa y Omega

Promesas incumplidas

Colaborador

La última incursión de Kenneth Branagh en el cine estadounidense ha consistido en un drama de argumento complicado e implacable; la mujer de un Consejero presidencial de Roosevelt (años treinta) acuerda con su marido tener con un joven universitario el hijo que él no puede darle. Las cosas se complican cuando éste aparece muerto y el matrimonio conoce a un nuevo sacerdote, recién incorporado a la parroquia que frecuentan.

Desde las primeras escenas se detecta con nitidez un problema de doble moral: mientras se tiran a la papelera los principios más básicos sobre la concepción de la vida, no hay inconveniente alguno en colaborar con el dispensario o con el comedor parroquial. Si bien se exponen con cierta claridad algunas consecuencias de violentar la misma naturaleza de las cosas, la historia va añadiendo elementos de confusión: son permanentes las alusiones a un dios personal, fabricado por cada individuo, a la medida de apetencias, deseos y frustraciones. Para los personajes ese dios sólo comienza por mayúscula en situaciones límite. El que la protagonista sea una reconocida escritora feminista añade pinceladas de libertad, pero, en definitiva, esa libertad mal entendida se irá convirtiendo en autoengaño, en dolor y en nuevas frustraciones.

El director no ha perdido el tiempo: no se han escatimado medios para exponer, de forma sutil, y por ello más elaborada, los viejos tópicos sobre la Iglesia de poderosos en oposición a la de los humildes. Son antológicas las escenas en el cementerio de pobres de Boston, frente al pulcro y ornamental de los ricos. Como si de ciertos errores sociales fuera sólo responsable el mal ejemplo de muchos católicos. De todos modos, es ya sospechoso que se haya elegido esa época y esa ciudad estadounidense como decorado para una película crítica y moralmente, en muchos aspectos, demoledora: en la década de los treinta, Boston contaba con una floreciente comunidad católica, y su Alcalde era el también católico abuelo materno del futuro Presidente Kennedy.

Sobre el papel del sacerdote hay mucho que decir. Una vez más, la cinta es un reflejo del empeño casi general del cine actual de presentarlo como un ser atormentado y reprimido. Es el personaje al que quizá se le pueda aplicar mejor el título de Promesas incumplidas: queda claro que su vocación es falsa, porque fue la vía de escape de un padre dominante. Sus frases, este-reotipadas, muestran una falta de distinción palmaria entre obligaciones y caridades. La ceremonia de la confusión termina como empezó: el final del largometraje es demasiado fácil y esperable. Si tuviera que resumir todo esto en una frase, la mejor sería la que oí a una joven espectadora cuando salíamos, desengañados, del cine: ¡Kenneth Branagh sólo acierta cuando adapta a Shakespehare!

Andrés Merino

Promesas incumplidas
Director:

Lesli Linka Glatter

País:

Estados Unidos

Año:

1998

Género:

Drama