«No creemos en un Dios lejano, sino en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo» - Alfa y Omega

«No creemos en un Dios lejano, sino en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo»

El Papa explica el misterio de la Santísima Trinidad, en la que Dios revela su naturaleza, y cómo Cristo, al permanecer con nosotros hasta el fin del mundo, nos hace capaces de «realizar con serenidad la misión que Él nos confía» con la ayuda del Espíritu Santo

Ricardo Benjumea

Francisco se refirió a la fiesta de la Santísima Trinidad que se celebra este domingo, una fiesta –dijo– «para contemplar y alabar el misterio de Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo».

Y una fiesta también –añadió– «para celebrar con asombro siempre nuevo a Dios-Amor» que ofrece gratuitamente su vida y pide que la difundamos en el mundo.

Las lecturas de este domingo, explicó el Obispo de Roma, «hacen comprender cómo Dios quiere revelarnos no tanto que Él existe, sino más bien que es el ‘Dios con nosotros’, que nos ama, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, a partir de los más pequeños y necesitados».

«Él –prosiguió citando el Deuteronomio– es Dios allá arriba, en el Cielo, pero también aquí abajo, en la tierra». De lo cual se deriva que «no creemos en una entidad lejana e indiferente», sino «en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y ha resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo lo transforma y lleva a la plenitud».

San Pablo, prosiguió el Pontífice, «nos comunica su deseo de ser llamado Padre, o más bien “papá”, con la confianza total de un niño que se abandona en los brazos de quien le ha dado la vida».

El apóstol también recuerda que el Espíritu Santo, «actuando en nosotros hace que Jesucristo no se reduzca a un personaje del pasado, sino que lo sintamos cercano, nuestro contemporáneo, y experimentemos la alegría de ser hijos amados por Dios», añadió.

Por último, citando la promesa de Jesús de permanecer «hasta el fin del mundo», Francisco subrayó que es esa presencia real de Cristo «y la fuerza de su Espíritu» lo que permite «realizar con serenidad la misión que Él nos confía», que se resume en «anunciar y testimoniar a todos su Evangelio y así expandir la comunión con Él y la alegría que de ello deriva».

En definitiva, concluyó, «la fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de un Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo recibe, le dona que refleje un rayo de su belleza, bondad y verdad». «Él siempre ha elegido caminar con la humanidad y formar un pueblo que sea bendición para todas las naciones y para todas las personas, ninguna excluida, afirmó el Papa, y apostilló que el cristiano «no es una persona aislada, sino que pertenece al Pueblo de Dios». «Nosotros somos pueblo: el pueblo de Dios. Que la Virgen María nos ayude a cumplir con alegría la misión de dar testimonio al mundo, sediento de amor, de que el sentido de la vida es, precisamente, el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».