De las ruinas de una «Iglesia abusiva» a la esperanza del Papa - Alfa y Omega

De las ruinas de una «Iglesia abusiva» a la esperanza del Papa

Dolido y preocupado. Se le notaba en la cara y en su actitud. Pidió perdón reiteradamente en nombre de toda la Iglesia. Con vergüenza, con sinceridad. Y, gracias a su gesto, brindó nueva esperanza a las víctimas de los abusos en instituciones católicas en Chile. El Papa acogió, en su casa del Vaticano, a nueve personas afectadas por esta situación. Las escuchó y las consoló, concluyendo así la primera fase en un plan a largo plazo que busca erradicar definitivamente una cultura enferma, una «Iglesia abusiva» y un «sistema de encubrimiento»

Andrés Beltramo Álvarez
Los sacerdotes de Chile, Francisco Astaburuaga, Eugenio de la Fuente y Alejandro Vial, durante una rueda de prensa en Santiago, Chile, antes de viajar a Roma. Foto: AFP Photo/Claudio Reyes

Cuatro horas y 15 minutos dedicó Francisco a siete sacerdotes y dos fieles laicos. Todo comenzó con la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta, la tarde del sábado 2 de junio. Después, en torno a las 16:30 horas, se iniciaron los diálogos en privado, en una sala de la misma residencia papal. Con algunos el Pontífice conversó individualmente; con otros lo hizo en parejas.

«Le contamos nuestra experiencia, es lo que queríamos decirle. Él nos escuchó. Pueden haber surgido algunas ideas a partir de la opinión que le presentamos, pero lo fundamental fue la escucha, la acogida y la empatía», cuenta Eugenio de la Fuente, sacerdote y víctima.

Él y otros cuatro clérigos, que viajaron a Roma, fueron víctimas del «sistema Karadima». Una estructura carismática religiosa y de poder montada por el abusador más famoso en la historia chilena reciente en torno a la tristemente célebre parroquia del Bosque en Santiago. Los otros dos presbíteros fueron convocados por su labor de acompañamiento a personas afectadas. Uno de ellos es Francisco Astaburuaga, quien durante casi 20 años ayudó a James Hamilton y Juan Carlos Cruz. De los fieles no se dieron a conocer los nombres.

«El Papa tiene una idea muy clara del problema»

Las conversaciones transcurrieron sin pausa, cada uno tuvo su momento. Al final, el Papa les dirigió unas palabras a todos juntos: «Nos dijo: “Les pido perdón, en nombre de la Iglesia, por lo que ustedes han vivido”. Eso es muy reconfortante y también de una gran humildad del Santo Padre, de manera que estamos muy agradecidos por esa actitud del Papa», señaló Astaburuagua.

Sólo él y De la Fuente decidieron comparecer ante los numerosos y expectantes periodistas presentes, la noche del mismo sábado, en la plaza del Santo Oficio, a pocos pasos de la plaza de San Pedro. Se los veía tocados por un encuentro que calificaron de «profundamente renovador».

«Llegué a Roma con tres ideas: gratitud porque nos haya invitado; consuelo de saber que nos íbamos a encontrar con Pedro, y esperanza. Las tres cosas las confirmo incluso más allá de mis expectativas. Una gratitud inmensa por la acogida; un consuelo enorme por haberme sentido comprendido por una persona admirablemente empática, que sufrió con mi dolor; y con una esperanza grande, porque veo que tiene una idea muy clara del problema y de caminos concretos para avanzar en las medidas a corto, medio, y largo plazo, sabiendo que este es un proceso no inmediato, que tiene su tiempo pero tiene claro hacia donde ir», señaló De la Fuente.

A lo largo de las reuniones no se tocaron los nudos más delicados de la explosiva realidad eclesial. Nada se dijo sobre la renuncia en bloque presentada por todos los obispos chilenos apenas dos semanas atrás, después de tres días de citas en el Vaticano. El Papa no reveló cuántas de estas dimisiones aceptará ni en qué momento lo hará. Sí avanzó algunas medidas a medio y largo plazo que él mismo tomará para restablecer la comunión perdida.

Tampoco salieron a relucir nombres como los del cardenal y arzobispo emérito de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, o del todavía obispo de Osorno, Juan Barros. «No nos toca opinar sobre eso. Ahora estamos mirando para adelante y esas son prerrogativas que le corresponden al Santo Padre», precisó Astaburuagua.

«Esta realidad compleja que envuelve a la Iglesia es lo que se vive también en el país: una sociedad elitista, individualismo y falta de solidaridad, esas realidades de la sociedad chilena también han permeado en la Iglesia», prosiguió.

Por eso, más allá de la salida de escena de algunas personalidades específicas, el gran desvelo del Papa es conducir hacia una renovación segura a una Iglesia enferma en su seno más íntimo. Es este el motivo fundamental que lo preocupa. Si la solución dependiera simplemente de aceptar algunas renuncias, el panorama sería mucho más sencillo.

Las raíces del problema

Las dimisiones se aceptarán, a su tiempo. Y aunque los periodistas parecen centrar toda su atención en los cortes de cabeza, Francisco sabe que su mirada debe ir más allá. En la charla final con sus huéspedes pidió que todo Chile lea su más reciente carta «al pueblo fiel», fechada el 31 de mayo.

En esa misiva de ocho páginas, pública pero no oficial por no haber sido difundida por la Sala de Prensa del Vaticano, además de reiterar su mea culpa, pedir perdón y dar las gracias a las víctimas, Jorge Mario Bergoglio va al fondo de lo que considera que son los resortes fundamentales que permitieron los abusos. Actos no solo sexuales, sino también malos tratos, elitismo, discriminación, amiguismo, manipulación afectiva y espiritual. Actitudes que se han perpetuado durante décadas, constituyendo un verdadero «estilo de ser».

«Es tiempo de escucha y discernimiento para llegar a las raíces que permitieron que tales atrocidades se produjeran y perpetuasen, y así encontrar soluciones al escándalo de los abusos no con estrategias meramente de contención –imprescindibles pero insuficientes– sino con todas las medidas necesarias para poder asumir el problema en su complejidad», escribe el Papa.

Consideró que una de las principales omisiones de los miembros de la Iglesia ha sido el no saber escuchar a las víctimas, construyendo así conclusiones parciales a las que le faltaban elementos cruciales para un sano y claro discernimiento. «Con vergüenza debo decir que no supimos escuchar y reaccionar a tiempo», reconoce.

Y continúa: «Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, no busca encubrir y disimular su mal, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene un nombre: Jesucristo. Esta certeza es la que nos moverá a buscar, a tiempo y destiempo, el compromiso por generar una cultura donde cada persona tenga derecho a respirar un aire libre de todo tipo de abusos».

Nuevas sacudidas en Chile

La carta se conoció casi al final de una semana llena de sacudidas mediáticas para la Iglesia en Chile, con noticias bomba casi diarias. Primero por la suspensión de 14 sacerdotes en la diócesis de Rancagua por decisión del obispo Alejandro Goic, quien presentó una denuncia a la justicia civil. Al mismo tiempo presentó su renuncia como responsable del Consejo de Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal.

Profundizó el escándalo la dimisión de Óscar Muñoz Toledo, excanciller de la Archidiócesis de Santiago, quien se autodenunció por supuestos abusos y está camino de dejar el ministerio. También el caso de Abel Pérez, un religioso marista que fue traslado de destino 15 veces pese a haber confesado los abusos a su congregación, que reconoció los cambios como «un error de criterio». Una saga que promete sumar capítulos.

Por lo pronto, para avanzar en su plan a medio y largo plazo, Francisco decidió enviar a Chile nuevamente a sus hombres de confianza: el obispo maltés Charles Scicluna y el clérigo español Jordi Bertomeu. En breve, ellos se trasladarán a Osorno para continuar sus pesquisas. Y recopilarán información de primera mano que le permitirán al Pontífice tomar nuevas decisiones, en un proceso que se anticipa largo y tortuoso.

Como lo resumió Francisco Astaburuaga: «Tú cambias una sociedad no porque cambiaste las jefaturas sino porque hay un cambio en las bases, en el interior de todos aquellos que conformamos el pueblo de Dios y la Iglesia. Esta es tarea de todos, no solo de algunos. Somos todos corresponsables: sacerdotes, laicos, pueblo fiel. Aún cuando reconocemos que hay problemas apostamos a la dinámica de la esperanza y al proceso al que el Papa nos invita».

Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano