La reliquia del Papa santo - Alfa y Omega

La reliquia del Papa santo

Joaquín Martín Abad
Foto: Archimadrid / Miguel Hernández Santos

Al comenzar el Año Jubilar Mariano en la catedral de la Almudena, con el que celebramos los 25 años de la dedicación del templo por Juan Pablo II, damos gracias a Dios también venerando la reliquia de la sangre de san Juan Pablo II que tenemos en la catedral.

¡Cómo íbamos a sospechar, quienes en 1993 recibimos la gracia de participar en aquella ceremonia litúrgica, que Karol Józef, el Papa apellidado Wojtyla, sería canonizado tan pronto! En la misma hora de su muerte (2 abril de 2005) se oían gritos y se veían pancartas de «¡santo súbito!». No obstante, se cumplieron los requeridos procesos hasta que fue beatificado (1 mayo 2011) y canonizado (27 abril 2014), a la vez que Juan XXIII y antes que Pablo VI.

La sangre está contenida en una ampolla colocada en un relicario, debajo de una imagen del Papa, de Juan de Ávalos, situados dentro de una hornacina en el exterior del muro de la capilla del Santísimo, cerca de la escalera que accede a la imagen de la Virgen. El relicario es obra del escultor Carlo Balljana, quien explicó cómo retenía la imagen del evangeliario sobre el féretro del Papa, durante el funeral, cuyas páginas iba pasando el viento. El Evangelio, pues, de la nueva evangelización de Juan Pablo II; en su página izquierda su escudo y sus primeras palabras como Papa: Nolite timere; en la derecha, la ampolla de la sangre y las manos del Papa en su gesto inolvidable de asirse a la cruz pastoral.

Su secretario, el cardenal Dziwisz, en la beatificación, declaró: «La sangre fue tomada por los médicos con el fin de analizarla el 2 de abril de 2005, el mismo día de su muerte. Navarro Valls me informó de la posibilidad de pedir a los médicos, que habían realizado la extracción, la ampolla de la sangre del Santo Padre para conservar así viva su memoria. Los médicos, con mucha gentileza y benevolencia, me entregaron dos ampollas. Hasta hoy la sangre no se ha coagulado y mantiene su propio color natural».

Con ella preparó relicarios iguales: para la basílica de San Pedro, para la catedral de Cracovia, para la casa natal del Papa, para que pueda ser enviado ocasionalmente a donde se requiera, y este que él mismo regaló al cardenal Rouco durante la JMJ 2011, quien generosamente decidió que estuviera en la catedral para la veneración de los fieles.