Un pueblo cordial y generoso - Alfa y Omega

Un pueblo cordial y generoso

Chesterton sentía gran interés por España, nación que visitó en tres ocasiones. Escribió El retorno de Don Quijote y dedicó dos ensayos al libro de Cervantes; compuso un poema sobre la batalla de Lepanto, y luchó por desmontar prejuicios sobre España, precisamente en Inglaterra, cuna de la leyenda negra. Y no menos llamativo: aunque murió en vísperas de nuestra Guerra Civil, Chesterton advirtió que España era «el verdadero campo de batalla entre las piezas espirituales de nuestra época». Éstos son fragmentos de artículos recopilados en El color de España (Ediciones Espuela de Plata):

Redacción
En su primera visita a España, en 1926, Chesterton pronunció una conferencia en la Residencia de Estudiantes, donde se tomó esta foto, publicada en La Esfera y rescatada por doña Belén Rincón. Esta profesora ha investigado el eco que estas visitas dejaron en la prensa española. Explica, por ejemplo, que el cronista del diario El Sol se sorprendió por el aspecto desaliñado y el desenfado del escritor. Chesterton hizo reír al auditorio -narró el periodista- al reconocer que «su único acto caballeresco ha sido ceder cierta vez un sitio, que él solo ocupaba totalmente, a tres señoras».

Festividad grave y solemne

«Lo primero que llama la atención [al viajero en España] es el cambio de esa atmósfera de frivolidad dura y estéril a una festividad grave y solemne. Los españoles aún poseen más costumbres que modas, y sus costumbres les son naturales. [La fiesta de los Reyes Magos es] un magnífico ejemplo de cómo unas gentes que conservan ese instinto popular son capaces de poner en acción un poema. (…) Se imagina a los Reyes acercándose más cada día, y si hay imágenes de esas figuras sagradas, se las hace avanzar un poco cada noche. Esto resulta ya extrañamente impresionante, bien se considere como un juego de niños o como una meditación mística sobre los misterios del tiempo y el espacio. [Es] ejemplo de algo que la gente podía crear en épocas más sencillas: un drama completo y concreto perfectamente sencillo e insondablemente profundo. Lo que quiero saber con respecto a la civilización moderna, que se preocupa tanto por la belleza, es por qué no es capaz de producir esas cosas bellas».

Toledo: no fue el Islam…

«Toledo se asemejaba a Jerusalén mucho más de lo que Jerusalén se asemejaba a la mayor parte de sus propias fotografías. Es una de esas regiones salpicadas de olivos robustos y surcadas por intrépidos viñedos. (…) Sé que se acostumbra a hablar de la influencia morisca, como si la que es una influencia mediterránea hubiese sido siempre una influencia musulmana. Creo que se trata de un completo error. La conexión indefinible que une a una ciudad como Toledo con una ciudad como Jerusalén existía mucho antes de que naciera Mahoma. Siguió siendo esencialmente una conexión cristiana mucho tiempo después. (…) El Islam no pudo plantar esos viñedos, pues prohibía el vino. No esculpió imágenes, pues prohibía las estatuas. No encontró la devoción caballeresca por la dama buscándola en el harén, ni pudo hallar todas esas leyendas sobre la Madre y el Niño en la aridez del dogma islámico del aislamiento de Dios».

La fría sombra de El Escorial

«Olvidamos [sobre Felipe II] que sus enemigos religiosos eran en su mayoría calvinistas y hombres aún más sombríos que él. Olvidamos que la mayoría de los mártires [que persiguió] eran calvinistas que habrían construido algo mucho más inhumano que El Escorial, si no hubieran sido demasiado inhumanos como para construir algo. Durante mucho tiempo, El Escorial ha representado a Felipe II y Felipe II ha representado a España. Todo lo que es duro y sombrío en ese palacio se ha asociado con todo un pueblo que no es en realidad duro ni sombrío, sino, en muchos aspectos, sumamente cordial y generoso».

A la cabeza, como en América

En un artículo publicado por la revista Ave María, en agosto, Chesterton critica el silencio de la prensa inglesa sobre la revolución de octubre, de 1934. Además de al sesgo ideológico —la derecha católica había ganado las elecciones de 1933—, lo atribuyó a la «extraña indiferencia e ignorancia» de los ingleses sobre España:

«Siempre hemos estado en un asombroso error acerca de España. España ha sido campeona del progreso y de la libertad. La misma institución del Parlamento (…) no vino de Simón de Montfort, o de la Carta Magna, sino de España. (…) Cuando el sistema feudal era casi uniforme en toda Europa, solamente España tenía una forma libre de feudalismo. Poseía un sistema que permitía al vasallo descontento de su señor pasar bajo el dominio de otro más humano. En una palabra, España más bien ha estado a la cabeza de todos los demás países, como fue, a la cabeza de todos, a América. Y ello, a pesar del gran infortunio que fue el origen de todas las tragedias que realmente sufrió: el hecho de haber renacido entre espadas y escudos del recio país mahometano que por muchos siglos parecía tan sólido como Arabia. De aquí surgió la Cruzada española. (…) Y de aquí provino su triste criatura, la Inquisición española, que es lo único español de que los ingleses han oído hablar. (…) Cuando se toma la historia de España en conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad. Innumerables viajeros lo han notado en el mismo carruaje y en los modales de cualquier campesino castellano. (…) En estos momentos, España, apenas mencionada por los periódicos, es, mejor que ningún otro país, el verdadero campo, el campo limpio de batalla entre las piezas espirituales de nuestra época».

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