La archidiócesis de Valencia se moviliza para acoger a 200 inmigrantes del Aquarius - Alfa y Omega

La archidiócesis de Valencia se moviliza para acoger a 200 inmigrantes del Aquarius

En menos de 24 horas, la Delegación de Pastoral con Migrantes ha conseguido contar con 48 pisos para familias, además de plazas para personas solas en otros recursos y un edificio que podría ser un internado para menores no acompañados

María Martínez López
Foto: Karpov/SOS Mediterranee

«En dos días, hemos sido capaces de coordinar el alojamiento y la acogida para 200 personas», asegura a Alfa y Omega, satisfecho, Olbier Hernández, delegado de Pastoral con Migrantes de la archidiócesis de Valencia. «Y podrían ser más, no hay límites. El cardenal Cañizares ha puesto a toda la Iglesia diocesana a disposición de la Administración. Estamos a la espera de que nos digan cuánto necesitan y cómo».

En los últimos días, el cardenal Antonio Cañizares ha ofrecido en persona la colaboración de la Iglesia tanto al presidente, Ximo Puig como a la vicepresidenta, Mónica Oltra. Ella coordina los preparativos para acoger en Valencia a los tres buques que transportan a los 629 inmigrantes rescatados por el Aquarius.

Puig agradeció este ofrecimiento el martes, durante una entrevista a Juan Pablo Colmenarejo en La linterna, de la cadena COPE. Y Hernández comparte cómo, durante una reunión el mismo martes con el Gobierno, en la que él estuvo presente, Oltra afirmó: «Ahora que el obispado está con nosotros, quizá la Mare de Deu también nos ayudará».

«Busca más»

Esta semana está siendo ajetreada para el delegado valenciano de Pastoral con Migrantes. Pero también ha podido ser testigo de la disponibilidad de toda la Iglesia. «El martes a primera hora de la mañana», cuando parecía confirmarse que el Aquarius se dirigiría a Valencia con apoyo de otros dos barcos, «me reuní con el cardenal. Le dije que teníamos 15 plazas en la Ciudad de la Esperanza y cuatro pisos de Cáritas. Me respondió: “Bueno, muévete y busca más”».

Dicho y hecho. Hernández comenzó a hacer y recibir llamadas de entidades que, a la vista de la noticia, ofrecían sus recursos. «Cuando nos reunimos con el Gobierno por la tarde teníamos 50 plazas. Y, al volver a hablar por la noche con el cardenal, le pude ofrecer más de 100, y él completó hasta los 200». Además, en la ciudad hay «más de 300 voluntarios dispuestos para este trabajo».

Entre todas las ofertas recibidas, Hernández cree que las que son viables suman 48 pisos del arzobispado, parroquias, congregaciones religiosas y otras instituciones, donde se puede instalar a familias. «Son recursos que se tenían pensados para otras cosas, como por ejemplo para sacerdotes que vienen a estudiar, pero se terminan dedicando a esto, que hace falta».

Un colegio para los menores

Además, otros centros como La Ciudad de la Esperanza pueden acoger a personas solas. En ellos, además, es más fácil hacer un primer acompañamiento, dar clases de español… Por último, «queremos ofrecer un edificio para acoger a los menores no acompañados y que sea a la vez internado y colegio», atendido con la colaboración de la Universidad de Valencia. «Así evitaríamos que los menores, que ya han llegado sin familia, tengan que ir a distintos lugares y separarse de sus compañeros de travesía».

En este mismo sentido, y dentro del ofrecimiento de ayuda de los claretianos, el colegio Claret Fuensanta se ha ofrecido a agilizar la bienvenida y escolarización de estos niños y niñas, y también a organizar clases de inmersión lingüística para los más pequeños durante el mes de julio.

Hernández explica que toda esta ayuda puede empezar, si la Administración da el visto bueno, en la segunda fase de acogida. «La primera la realizará la Cruz Roja en el puerto. Asegurándose de que hay unas condiciones mínimas de atención sanitaria, espacio para los niños, etc., identificarán a los inmigrantes en un plazo que no queremos que sea de más de tres días desde su llegada».

Con estos datos, el Estado determinará cuántos inmigrantes van a cada una de las comunidades autónomas que se han ofrecido para colaborar. La labor de la Iglesia comenzará después, y para concretarla Hernández se reunirá a comienzos de la semana que viene con el Gobierno autonómico.

Para el delegado, lo problemático empezará en el medio y largo plazo. «Tanto el centro de acogida a refugiados del Estado aquí en Valencia como las entidades que trabajan más directamente con ellos están colapsadas ya. Y ahí es donde la Iglesia ofrece una disponibilidad real, equipos ya montados y experiencia».

Se refiere al proyecto En casa hay sitio para un hermano más, puesto en marcha hace cuatro años por la archidiócesis. Solo en 2017, entre Cáritas, la Delegación de Pastoral con Migrantes y el Servicio Jesuita al Migrante se ha atendido a unas 25.000 personas.

Mirar a la persona, venga de donde venga»

El miércoles, en la presentación de la memoria anual de Cáritas Valencia, el obispo auxiliar Arturo Ros subrayó que tanto la situación concreta del Aquarius «como todos los casos que nos rodean de personas con necesidades, nos recuerdan que en la Iglesia debemos ser sensibles a lo inmediato y ser eficientes en nuestra labor teniendo en cuenta siempre la dignidad de la persona, el compromiso, la libertad y el bien del otro».

De hecho «algunas de las acciones que llevamos a cabo son sonoras pero la mayoría son silenciosas, y las hacemos sin buscar más reconocimiento que la sonrisa del que se siente agradecido porque es nuestro deber y porque tenemos que denunciar las injusticias ya que es la misión profética de la Iglesia».

El prelado también pidió que la sociedad «mire a la persona, venga de donde venga. No entiendo que una Europa que quiere caminar unida tenga estas aristas», dijo, aludiendo a la actitud de Italia ante el Aquarius.

De la solidaridad a normas precisas, pide el Vaticano

Esta oleada de solidaridad de la Administración y de la Iglesia fue elogiada por el comisario de Migración de la UE, Dimitris Avramapulos. El martes, L’Osservatore Romano afirmaba en sus páginas que «la esperanza es que la solidaridad señalada por Avramapolus no se exprese solo en gestos meritorios de buena voluntad, sino que se institucionalice mediante reglas europeas precisas» y vinculantes.