Los obispos se movilizan para integrar a los fieles con discapacidad - Alfa y Omega

Los obispos se movilizan para integrar a los fieles con discapacidad

Una experta recorre las diócesis españolas para cambiar la mentalidad de laicos y sacerdotes para la correcta atención a personas con discapacidad en la Iglesia

Servimedia
Foto: Archimadrid/Carlos González

La Conferencia Episcopal Española (CEE) trabaja para que la Iglesia se muestre cercana a las personas con discapacidad también en la asistencia espiritual. Es el reciente encargo que tiene sobre la mesa María Peña, una católica sevillana vinculada a Cáritas y conocedora del mundo de la discapacidad a través su experiencia con personas sordas en la Iglesia.

Aunque los obispos españoles ya impulsaron esa figura hace dos años para seguir la recomendación del Vaticano, ahora es Peña quien está llamando a la puerta de las 70 diócesis españolas para que los delegados de catequesis entiendan que las personas con discapacidad también deben participar en la vida de las parroquias, que la fe no entiende de discapacidad y que todos, «a su manera» y puede recibir una catequesis «personalizada» y, a la vez, «comunitaria».

Así lo explicó Peña a Servimedia, mientras recordaba la labor pastoral que lleva a cabo la Iglesia católica en España, en casi 23.000 parroquias, con más de 18.500 sacerdotes a los que hay que sumar más de 100.000 catequistas y 12.700 entidades religiosas que ayudan a los más vulnerables y acompañan a los fieles en su itinerario espiritual.

Es mas, no solo hay que trabajar con los catequistas, pues Peña reconoce que «hay pocas diócesis que acojan a estas personas, tanto sacerdotes como laicos», aunque en algunas diócesis ya se están creando delegaciones de catequesis enfocadas a las características de estos fieles. El objetivo, explica, es que haya un catequista en cada parroquia que dé apoyo a las personas con distintas discapacidades, sean cuales sean, y se tienda la mano como a otros colectivos. Y que se haga, añade, también desde la catequesis, porque «los niños no están preparados y los catequistas tampoco». «No es fácil integrarlos en la comunidad», lamenta.

Así, explicó Peña, se pueden dar casos de éxito como el de un niño con autismo con el que su catequista se comunicó con pictogramas. En España ya hay otros ejemplos de buenas praxis católicas con una mayor estructura y organización, como la Mesa de la Discapacidad impulsada por el cardenal Osoro en Madrid, la Pastoral del Sordo en Huelva o los trabajos que se están haciendo en las diócesis de Bilbao, Santiago, Jaén, Sevilla, Oviedo y Toledo con las personas con discapacidad.

Negar la comunión

No obstante, según dijo Peña, también hay casos para lamentar. Ella misma se ha encontrado «por desgracia» con situaciones en las que un sacerdote niega que un niño con autismo haga la comunión. «Por desconocimiento o miedo» y con la excusa de que tenía «dificultad para hablar».

«El sacramento y el Espíritu puede actuar sobre ellos, por qué les vamos a negar nada. Me estoy encontrando casos. Me duele en el alma. Tanto en sacerdotes como catequistas. Parece que es más importante que esté bonito el altar que dónde colocar a la intérprete de lengua de signos», critica.

«No les podré enseñar el misterio de la Trinidad, pero sí que Jesús es su amigo y que les voy a querer por ello. Hay que dar un voto de confianza. No sé dónde voy a llegar a entender a ese niño», concluye.

«Que cuando las personas con discapacidad y sus familiares lleguen a una parroquia salgan animados y atendidos, y que si no han logrado la respuesta que esperaban que nunca se les dé con las puertas en las narices y se les escuche. Y que esos padres y abuelos no se vayan llorando y peor que han llegado», pide en sus llamadas a las diócesis.

«Tenemos miedo a enfrentarnos a personas con características diferentes a las nuestras a transmitirles el Evangelio. Siempre les digo a los catequistas que es el mismo para todos, solo tenemos que ver la manera de hacérselo llegar. A unos será con lengua de signos, con pictogramas o incluso a través del teatro. Siempre tenemos formas de transmitirlo», relata.

También cuenta el caso de cuando ella misma consiguió que una niña sorda y su madre aprendiesen lengua de signos en los dos años de catequesis de comunión. «El sacramento hizo que se comunicasen. Se han dado muchos casos así», aplaude.

Catequistas creativos

Por ello, anima a los obispos a que impulsen esa figura del catequista de la discapacidad con dos características que ella considera básicas: que sea «muy creativo» y «muy fiel al Evangelio».

De momento, la Subcomisión de Catequesis de la CEE trabaja en ese objetivo y en el de afianzar el papel de esta coordinadora nacional de catequesis para personas con discapacidad.

Peña sostiene que la Iglesia debe ser «muy sensible a la diversidad»: «Jesús fue nuestro mejor catequista. Atendía al enfermo, curaba al sordo, hablaba con la samaritana. Siempre estuvo muy pendiente de los que eran diferentes. A ninguno le dejó. Es nuestro mejor ejemplo como catequista. Fue creativo y fue genial. Vamos a intentar ser igual y llegar a esas personas que nos demandan, para ayudarles y acompañarles».

«Lo primero es conocer a la persona, porque ante todo es persona. Tendrá sus limitaciones y problemas pero eso es secundario. Primero es persona y luego veo su ceguera o cómo se comunica o se mueve en silla de ruedas», reflexiona.

«Aunque una persona tenga una discapacidad, el espíritu de Dios le llega perfectamente. Su discapacidad no le impide amar. Vamos a estar abiertos y dejar que actúe el Espíritu», concluyó.