Adela Cortina: «Se mezclan xenofobia y aporofobia» - Alfa y Omega

Adela Cortina: «Se mezclan xenofobia y aporofobia»

Ricardo Benjumea
Foto: Archimadrid/José Luis Bonaño

«Si Europa renuncia a la hospitalidad, reniega de su propia identidad» La filósofa Adela Cortina (Valencia, 1948), impulsora del término aporofobia, advirtió de que, en la respuesta al fenómeno migratorio, el continente se está jugando su propia identidad. La pensadora intervino en el acto Pactos Globales sobre Migrantes y Refugiados: Pactos que salvan vidas.

El rechazo al inmigrante es xenofobia, pero también parece un ejemplo de libro de aporofobia.
La aporofobia era una palabra que me parecía necesaria, porque a mi juicio lo que hay no es tanto rechazo a los extranjeros como a los pobres, aunque sean de la propia casa. En el caso de la inmigración se mezclan los dos elementos: no son turistas, que a esos sí que les acogemos, sino personas que algunos piensan que plantean problemas sin dar nada bueno a cambio.

Como valenciana, ¿cómo valora la reacción de la gente ante la llegada de los migrantes procedentes del Aquarius?
Me alegro mucho de este brote de entusiasmo. La gente se ha alegrado de expresar los buenos sentimientos que tiene en su interior, digan lo que digan los agoreros: que si el «efecto llamada», que si son yihadistas, que si nos van a quitar el trabajo… Hay que contrarrestar ese tipo de voces pidiendo un efecto llamada pero en el buen sentido de la palabra: llamada a todos para que acojamos. No es de recibo es que tantas personas estén muriendo en el Mediterráneo. Pero después de esta primera reacción de acogida, como la del buen samaritano que se detiene ante la persona herida, es necesario llevar a la persona a la posada, institucionalizar la ayuda, y para eso se requiere el concurso de todos.

¿Qué valor da a una iniciativa como esta en apoyo de los Pactos Globales, con administraciones de distinto signo político, convocadas por la Iglesia?
Me parece extraordinario. Ha habido una conjunción extraordinaria. Es momento de sumar y no de restar. La Iglesia no es una realidad al margen de la sociedad, sino una fuente de solidaridad, de amor, de esperanza… Y a mí me gustaría mucho que promoviera más este tipo de convocatorias, en las que podemos unir fuerzas muchas personas, y que se sumara también a las de otros, si se trata de defender la dignidad de la persona.