La parroquia de Cervantes, Quevedo y Lope de Vega - Alfa y Omega

La parroquia de Cervantes, Quevedo y Lope de Vega

Levantada sobre las huellas de san Isidro, templo de referencia de literatos ilustres, polvorín en llamas durante la Guerra Civil…, la iglesia de San Sebastián es uno de los templos emblemáticos de Madrid

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Parroquia San Sebastián. Fotos: Maya Balanya

«Es la parroquia del Siglo de Oro»: así define a la madrileña iglesia de San Sebastián el historiador Luis Aparisi, autor junto a Alfonso Mora del libro La iglesia de San Sebastián. Se trata de una de las iglesias más antiguas de Madrid, y en sus archivos parroquiales se pueden encontrar las partidas de bautismo y los expedientes matrimoniales y de difuntos de buena parte del Siglo de Oro español.

La partida de bautismo más antigua encontrada por los autores del libro en los archivos parroquiales está fechada en 1541, pero los orígenes del templo se remontan al mismo san Isidro. «Unos 300 años antes de que fuera canonizado, se levantaron en Madrid una serie de ermitas en lugares relacionados con la vida del santo, porque el pueblo de Madrid le declaró como su patrono mucho antes de que fuera canonizado en Roma. Y una de estas ermitas se dedicó a San Sebastián y a San Lorenzo», desvela Aparisi.

Aquella primitiva ermita se convirtió más adelante en parroquia cuando el párroco de la cercana iglesia de la Santa Cruz pidió al arzobispado de Toledo (entonces no existía la diócesis de Madrid) la desmembración de su parroquia, por no poder atender ya una demarcación tan amplia.

Se levanta el templo y enseguida florece en él una intensa vida parroquial. «La parroquia atendía una zona muy amplia de la capital, toda la calle Atocha, el Paseo del Prado y lo que hoy es la zona del Museo del Prado. Hoy a esta zona se le llama el Barrio de las Letras, lo que en los siglos XVI y XVII era una realidad. Había varios teatros y por aquí vivían muchos escritores. Lope de Vega vivía a muy pocos metros de la parroquia, Quevedo y Cervantes eran vecinos, cuando muere Lope le entierran aquí… Eran parroquianos. El Siglo de Oro español en pleno está aquí», confirma Aparisi.

De hecho, aquí fue bautizado Tirso de Molina, y en los archivos parroquiales está el expediente de defunción de Cervantes y de Lope de Vega. Ya en otras épocas, los archivos registran los matrimonios de Becquer y de Larra, el bautismo de Moratín, Barbieri y Ramón de la Cruz, la defunción de Espronceda y Ventura Rodríguez…

Durante estos siglos, la actividad de la parroquia estuvo marcada por la actividad de cofradías y congregaciones, que llegaron a ser casi un centenar, destacando la de los Arquitectos y la de la Novena, que tiene una curiosa historia que revela el mismo Aparisi: «Detrás de la Academia de la Historia, un noble tenía en su casa una hornacina con una imagen de la Virgen, algo común en aquel tiempo, y muchas personas iban a su casa a rezar. Una tullida que pedía en la puerta pidió a la Virgen que la curara, y a la mañana siguiente tiró las muletas. Eso provocó que un gentío enorme se agolpara en la casa del noble hasta que este, harto de la situación, decidió regalar la imagen a la iglesia de San Sebastián. En torno a ella nació la Cofradía de Nuestra Señora del Silencio, o de la Novena, que con el tiempo se convirtió en un montepío de autores, de gente de teatro que se ayudaban unos a otros».

Durante siglos posteriores, la parroquia cobra una gran relevancia sobre todo en las clases pudientes, y es en ella donde se celebran los funerales de las personas importantes de Madrid. Al estar situada en el camino que lleva del palacio Real a la basílica de Atocha, los reyes solían pasar por delante, de tal modo que el archivo de la Casa Real recoge que alguno de los Austrias descendió de su carroza para venerar al Viático que llevaban por la calle a algún enfermo, y que cedió su vehículo para llevar al Santísimo.

Parroquia San Sebastián. Fotos: Maya Balanya

Ya en la Segunda República, la iglesia sufra varios saqueos, una situación de inseguridad que explotó en los primeros días de la Guerra Civil: el párroco, su hermano coadjutor y un tercer sacerdote son asesinados, y el templo es invadido por milicianos de la FAI que se llevan absolutamente todo, de valor o no, hasta los mismos altares. «Dejaron la iglesia totalmente vacía –afirma Luis Aparisi–. Por suerte los archivos se los llevaron a la Biblioteca Nacional y allí sobrevivieron a la guerra. Se decretó que la iglesia se convirtiera en un polvorín, y enseguida empezaron a llegar camiones cargados de pólvora, municiones, bombas de mano y obuses, hasta el punto de que el responsable del almacén pide no se lleve nada más porque no había más espacio».

Para el historiador, aquello «debió suscitar un chivatazo por parte de algún vecino, porque en noviembre de 1936, a media noche, entró en Madrid un avión de las fuerzas nacionales que tiró solamente una bomba, con tal precisión que cayó en la iglesia y provocó tal explosión que el templo entero se vino abajo».

De aquella explosión solo se salvó la torre y la imagen del titular del templo, san Sebastián, «pero a los pocos días ataron esa imagen a un camión para pasearla y destruirla. Un vecino recogió de la calle la cabeza para conservarla, y durante años la conservó en su casa. Tiempo después, un hijo suyo la llevó a la parroquia, donde se conserva hasta el día de hoy».

Después de la guerra, se encarga la reconstrucción del templo al arquitecto Íñigo Méndez, pero se cambia la distribución interior de modo que la iglesia gira 90 grados y se pone la entrada principal en la calle Atocha. Y así pervive hasta hoy uno de los templos emblemáticos de la capital. «Todas las parroquias tienen su historia, solo hay que querer encontrarla y contarla», concluye Luis Aparisi.