Cada iglesia, un hogar - Alfa y Omega

Cada iglesia, un hogar

Auspiciado por Mensajeros de la Paz, Madrid acogió un encuentro internacional de Iglesias Hospital de Campaña donde se conocieron iniciativas de Buenos Aires, Bogotá y San Francisco. Tres proyectos de parroquia que se abren a los más necesitados de su entorno

Fran Otero
Vista aérea de la iglesia de San Bonifacio, en San Francisco, una de las lugares donde se da vida al Proyecto Gubbio. Foto: The Gubbio Project

El santuario eucarístico Jesús Sacramentado era en origen la capilla de un colegio en una céntrica avenida de Buenos Aires, muy cerca de uno de sus pulmones verdes, el parque Centenario. Un lugar hermoso, pero siempre cerrado hasta hace siete años, cuando el entonces arzobispo, el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, pidió a las monjas aquel templo y puso al mando al sacerdote Martín Bourdieu con el encargo de abrir las puertas de par en par. «Le chirriaba pasar por la avenida y ver la iglesia cerrada por más que fuera la capilla de un colegio. Se preguntaba: “¿Cómo es posible que en una avenida como esta la iglesia esté cerrada?”». Así fue como este templo dedicado a la adoración eucarística amplió las miras y se convirtió en un «hospital de campaña» y hoy forma parte de la Red de Iglesias Hospital de Campaña que lideran San Antón en Madrid y Santa Anna en Barcelona.

El padre Bourdieu participó la semana pasada en un encuentro internacional de este tipo de iglesias que se celebró en Madrid auspiciado por Mensajeros de la Paz. Además de las tres citadas, también participaron representantes de un proyecto que aglutina dos iglesias –una católica y otra episcopaliana– en San Francisco y otra más en Bogotá.

Las cinco iglesias comparten que su misión se realiza en grandes ciudades y que, además, tienen entre su población a un gran número de personas sin hogar, a cuyo encuentro han salido para invitarlas a entrar en su casa, la Iglesia. «Lo que nos dice el Papa Francisco cuando habla de la apertura de los templos y de los hospitales de campaña hace que nos pongamos en movimiento permanente para que las iglesias sean casas y hogares donde encontrar un montón de servicios: comida, ropa, apoyo psicológico, orientación legal, talleres de artes… En definitiva, todo aquello que podamos ofrecer para dignificar la vida de la gente», añade el padre Bourdieu.

Jesús Sacramentado compagina la actividad pastoral con la atención de los más vulnerables: ofrecen comida para 250 personas cada día, salen una vez por semana para encontrarse con las personas en situación de calle para llevarles algo de comer y charlar con ellas y, últimamente, han empezado con encuentros de cine, que están dando muy buenos resultados.

Las comidas las ofrecen en salas anexas al templo, pero los días de fiesta todo ocurre en su interior: se sacan los bancos, se ponen mesas con manteles, flores y comparten la comida todos juntos, las personas sin techo y los voluntarios. Antes, celebran la Eucaristía. Porque todo encaja, dice el sacerdote: «La Última Cena fue una comida y la Eucaristía es el pan que hay que compartir».

Bogotá: feligresas que se dedican a la prostitución

En el centro de Bogotá, los feligreses de San Victorino La Capuchina no son los habituales de cualquier parroquia. Son los turistas, las personas que van de compras, pero, sobre todo, los habitantes de calle y las prostitutas, los que siempre están. Su párroco, Edgar Galeano, llegó allí hace cuatro años y al ver la realidad se preguntó cómo podía ayudar: «Empezamos porque una parroquia que tenía dinero, situada al norte de la ciudad, nos donaba el primer viernes de cada mes 80 tamales –especie de empanada de masa de harina de maíz–. Con ellos, salíamos al encuentro y llamábamos a los sin techo para que vinieran a la parroquia. Las primeras veces, llegaban, se les repartía la comida, comían y se iban». Y llegaron más personas y el padre Galeano buscó más donativos en comida y más colaboradores. Y se dio un paso más. Ya no se trataba de «venga y coma», sino de «venga, coma y hable con nosotros». Los voluntarios se dividieron en dos, los que repartían comida y los que escuchaban. «Fue muy hermoso ver cómo se unían en conversación personas de estrato muy alto con personas de la calle», añade el párroco. Estos años están llenos de nombres como el de Andrés, un joven que vivía en la calle ahogado por las drogas y que pidió auxilio en la parroquia. Tras un camino sinuoso con idas y venidas y altos y bajos, por fin ha vuelto a su casa con su madre.

Otra de las patas de este hospital de campaña San Victorino son las mujeres que se prostituyen cerca de la parroquia: «Se trata de ir al lugar donde la mujer se prostituye para darles un refrigerio, que es la excusa perfecta para hablar con ellas y escucharlas. Allí mismo, hacemos un momento de oración». Cuenta el padre Galeano que cuando llegó al barrio le veían como un cliente más, como alguien que tiene dinero, pero cuando se dieron cuenta de que era el párroco y que, además, las visitaba con frecuencia, todo cambió. «Se dan cuenta de que no las miras como un objeto sexual, sino como personas, como hijas de Dios… Para ellas es un choque muy fuerte. A medida que profundizamos en nuestra relación nos van mostrando su verdadera realidad: que su madre está enferma, que tiene un problema de salud, que no tienen posibilidad de encontrar un trabajo digno…», apunta.

El objetivo, añade Galeano, «es sacarlas de la prostitución». Pero no es fácil. Durante estos cuatro años no ha conseguido que ninguna lo dejara pese a todos los esfuerzos, incluida una encuesta entre las propias mujeres con una pregunta muy directa: qué necesitaban para abandonar esa vida. La respuesta: buscan unos niveles de ingresos altos y no tienen formación para acceder a trabajos que se los podrían proporcionar. En cualquier caso, el párroco explica que son sus feligresas y como tales las atiende, porque le piden los sacramentos para sus hijos, van a hablar con él, a confesarse…

En los últimos tiempos, coincidiendo con la llegada masiva de venezolanos a la ciudad, desde la parroquia se ha puesto en marcha un comedor que ofrece de lunes a viernes un plato caliente a más de 250 personas de esta nacionalidad.

Cree que una de las cosas más bonitas que pueden hacer las iglesias hospital de campaña es dar visibilidad a los que son invisibles en la sociedad. «Podemos dar un abrazo a alguien que huele feo, y ese gesto puede cambiar a esa persona. Yo quería sacar a Andrés de la drogas, pero no era cuando yo quisiera, sino cuando Dios quiso que Andrés saliera de las drogas», concluye Galeano.

Comunidad integradora en San Francisco

El otro proyecto que se dio a conocer en Madrid fue uno de San Francisco, con una vertiente ecuménica muy interesante. Se trata del Proyecto Gubbio, que busca hacer comunidad con las personas sin hogar y ofrecerles un lugar sagrado y seguro para que puedan descansar, comer o ser escuchadas dentro del programa Dormitorio sagrado. En estos momentos son dos parroquias las que trabajan en este sentido: San Bonifacio (católica) y San Juan Bautista (episcopaliana). Christina Álvarez es la directora de Gubbio: «Abrimos las puertas de las iglesias a nuestros vecinos sin techo para que puedan dormir, desayunar y acceder a distintos servicios. Pero también hay voluntarios, sacerdotes y ministros de otras fe que se ponen a disposición de nuestros invitados para acompañarles y escucharles».

El templo de San Bonifacio, el primero donde se puso en marcha Gubbio hace 14 años, forma parte de un monasterio franciscano y tiene, como la de Buenos Aires, un colegio a su vera. El programa comenzó cuando desde la parroquia se dieron cuenta de que en el barrio había muchas personas que dormían en la calle y que necesitaban un lugar amable, donde sentirse seguras y bienvenidas… «Queremos hacer parroquia con ellos, de modo que los fieles que acuden a rezar y las personas sin hogar puedan estar juntos. Muchas veces, son los propios feligreses los que nos empujan a hacer más cosas con las personas más necesitadas», explica Christina. Y lo están consiguiendo, en concreto, en lo que tiene que ver con el sostenimiento de la obra. Además de fundaciones y otras organizaciones son los fieles los que apoyan económicamente este proyecto y, en ocasiones, los propios beneficiarios. «También nuestros invitados nos dan dinero. A veces, unos dólares, pero es todo lo que tienen. Estos momentos son muy importantes y nosotros no les decimos que no porque quieren participar. Es un regalo que nos hacen a nosotros y a los demás invitados», concluye.

Una propuesta «innovadora y provocativa»

Así describe el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, la propuesta de la Red de Iglesia Hospital de Campaña, que se fraguó entre los últimos años entre Madrid y Barcelona, entre San Antón y Santa Anna, y que ha sumado a su causa a parroquias de Buenos Aires, Bogotá y San Francisco. Además, fruto del trabajo en nuestro país, liderado por el padre Ángel, Peio Sánchez, Viqui Molins y Xavier Morlans, también ha nacido un libro Proyecto Hospital de Campaña. Una propuesta hacia las periferias (PPC) que cuenta con la colaboración, entre prólogo y epílogos, de los cardenales Maradiaga, Omella y Osoro. Dice el primero: «Son un ejemplo elocuente de lo mucho que se puede hacer y de la importancia que tiene que esta inspiración se extienda. Se trata de ofrecer una acción que sacramentalice el amor de Cristo, su caridad divina, en lo más humano de lo humano, que es el dolor, y en los últimos del Evangelio». Así, el libro es un testimonio vivo de la Iglesia pobre y para los pobres, que tenga siempre las puertas abiertas y esté dispuesta a oler verdaderamente a oveja, como pide el Papa Francisco.

Santa Anna (Barcelona)

Ha sido uno de los proyectos de Hospital de Campaña más recientes (2014), pero se ha convertido en una referencia a la hora de llevar a los pobres de las periferias al centro.

San Victorino (Bogotá)

El padre Galeano se dio cuenta de que sus feligreses eran personas sin hogar y mujeres que ejercían la prostitución. Salió a su encuentro y abrió las puertas de su parroquia.

Jesús Sacramentado (Buenos Aires)

El hoy Papa se la encomendó al padre Bourdieu al verla siempre cerrada. En las fiestas, el templo se engalana y todos, sin techo y los que no lo son, comen juntos después de la Eucaristía.

San Antón (Madrid)

Otra de las grandes impulsoras de la Red de Iglesias Hospital de Campaña. El proyecto, liderado por el padre Ángel, fue pionero en nuestro país.