El diálogo interreligioso se va de campamento - Alfa y Omega

El diálogo interreligioso se va de campamento

Una pionera iniciativa juvenil, organizada por la Delegación de Ecumenismo de la diócesis de Málaga y la mezquita de Fuengirola, reúne durante un fin de semana a 20 jóvenes católicos y 20 musulmanes para romper prejuicios y construir una cultura del encuentro

Fran Otero
Dos niñas que participaron en el campamento tras intercambiarse la Biblia y el Corán. Foto: Paula Vega

Es 6 de julio. Cerrados los colegios es tiempo de campamentos. Desde Fuengirola sale un autobús con 40 chicos y chicas de entre 12 y 16 años, repartidos a mitades entre musulmanes y cristianos camino del primer campamento interreligioso para jóvenes que organizaron la Delegación de Ecumenismo de la diócesis de Málaga y la mezquita de Fuengirola en el Complejo Socioeducativo José Nadal de la Fundación Victoria. Los cristianos se sientan en una zona del vehículo y los musulmanes en otra sin mantener contacto. Dos días después, tras el campamento, de camino a casa, en el mismo autobús, ya no hay diferencias; viajan todos juntos. «Espero que todo lo que han vivido puedan transmitirlo en sus familias», desea Rafael Vázquez, delegado de Ecumenismo de la diócesis de Málaga.

Él es uno de los artífices de esta iniciativa, que es el fruto de un proceso de acercamiento de la Iglesia católica hacia las demás religiones, con cuyos representantes se mantiene un encuentro al año para hablar de las dificultades comunes. También fue definitiva la unión que hubo entre la comunidad católica y musulmana a la hora de condenar, el año pasado, los atentados en Barcelona y Cambrils y rezar por los afectados. «Pero además de orar y manifestarnos queríamos trabajar en común para hacer realidad esa cultura del encuentro de la que habla el Papa Francisco. Y lo mejor que podíamos hacer era trabajar con niños, pues en ellos no están tan presentes los prejuicios y las etiquetas», explica Vázquez.

De todas formas, continúa, en el comienzo de los trabajos sí se pudieron percibir en los jóvenes algunos prejuicios que les llegan a través de las familias y los medios. Por ejemplo, que ser musulmán siempre es sinónimo de extranjero y no es así, porque de los 20 niños de esta religión que participaron todos eran españoles. O que en la sociedad española no se encuentra acogida, sobre todo, cuando eres musulmán. De hecho, bien a través de juegos o dinámicas, el primer objetivo del campamento fue el de desmontar prejuicios, buscando los elementos en común. En muchos campamentos conviven jóvenes de distintas religiones, pero lo significativo de este reside en que se realizó desde la perspectiva de la fe y, por eso, cada grupo tenía sus momentos de oración por separado, porque, señala Rafael Vázquez, «aunque creemos en un mismo Dios, tenemos caminos distintos». Pero pasó algo: los niños sintieron el dolor de no poder rezar juntos, no les gustaba al llegar el momento de la oración tener que separarse. Así que a los organizadores se les ocurrió una solución: los católicos acompañaron a los musulmanes durante una oración, sentados y observando con respeto; y viceversa, los musulmanes asistieron a una Eucaristía. Los jóvenes, además, pudieron encontrarse con los líderes religiosos locales, con el imán y con el vicario general de la diócesis de Málaga, a los que plantearon sus preguntas con total libertad.

Se extiende por todo el año

Completada la experiencia y con la idea de repetir el año que viene, la relación no se acaba aquí, pues, al margen del campamento, se han programado una serie de encuentros, coincidiendo con las principales festividades de las dos religiones –Fiesta del Cordero, Navidad, Pascua, Ramadán…–. «Nada más terminar el campamento me llamó el imán de la mezquita de Fuengirola y me dijo que teníamos que empezar otro proyecto, seguir colaborando juntos. Y este es el camino por el que queremos ir. Es una semilla de esperanza», concluye Rafael Vázquez.

El campamento fue posible gracias, además de a las entidades religiosas, a la participación de los monitores, también repartidos entre cristianos y musulmanes. Como Merche Vega, cristiana, que define así la experiencia: «Ha sido brutal, tocada por la mano de Dios de principio a fin, una alfombra de milagros. Creíamos que una experiencia así era muy difícil de llevar a cabo por los prejuicios de la sociedad y, sin embargo, los nudos se han abierto y la propuesta se ha desarrollado». Ella reconoce que han sido los chavales quienes han marcado el ritmo, los que han pedido más espacio para conocerse de manera personal, los que no se cansaron de preguntar y de cuestionarles… «Ha sido un ejemplo también para los adultos, porque nosotros tenemos más prejuicios que ellos y hemos podido ver cómo se entendieron y descubrieron puntos de encuentro», concluye.

Ismain, monitor musulmán, tiene claro que un campamento de estas características marca la diferencia: «Hemos intentado eliminar los prejuicios que siempre están presentes en nuestra vida y nos impiden acercarnos. Y fomentar una cultura del encuentro, ser constructores de paz, aprender a vivir como hermanos, respetar nuestras diferencias y similitudes, dialogar en un mundo plural y ser testigos de que Dios está en cada uno de nosotros».