El Gobierno venezolano y sus tentaciones propias de «regímenes totalitarios» - Alfa y Omega

El Gobierno venezolano y sus tentaciones propias de «regímenes totalitarios»

Con el título No temas yo estoy contigo, los obispos de Venezuela, reunidos en la 110ª Asamblea General de la Conferencia Episcopal, hacían pública el miércoles una exhortación en la que califican la situación del país como una «gran tribulación», que «afecta a la vida de los venezolanos y compromete seriamente su futuro»

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: AFP Photo/Federico Parra

No falta detalle en la larga exhortación de los obispos venezolanos, que han querido hacer partícipe al mundo de que Venezuela tiene el presente y el futuro «seriamente comprometido», debido a una situación que «se torna cada vez más grave». Y lo explican con ejemplos concretos, como por ejemplo que «la mayor parte de la población no cuenta con los medios para hacer frente a la monstruosa hiperinflación». La calidad de vida de los venezolanos, «ya sumamente precaria, se deteriora día a día», sentencian.

A través de sus reiterados comunicados, los obispos llevan meses dando a conocer los graves problemas relativos a las áreas de la alimentación, la salud, los servicios públicos (agua, electricidad, comunicaciones, vialidad), la seguridad personal, el empleo y el ingreso. Ahora se suman «los de la circulación y venta del efectivo y el del transporte público. Siendo evidente la desaparición paulatina del parque automotor, la improvisación de medios de transporte sin control ni seguridad ha sido ocasión de tragedias en distintos puntos del país, con pérdida de vidas humanas y mayores dolores para numerosas familias».

Tentaciones de «regímenes totalitarios»

La exhortación expresa sin tapujos la visión de la Iglesia en Venezuela: «El responsable de la crisis por la que atravesamos es el Gobierno nacional, por anteponer su proyecto político a cualquier otra consideración, incluso humanitaria». No se puede pretender resolver la situación de «una economía fallida con medidas de emergencia como bolsas de comida y bonos». Y, aseguran, «ignorar al pueblo y hablar indebidamente en su nombre» es una tentación propia «de los regímenes totalitarios, que terminan siempre despreciando la dignidad del ser humano».

Además, advierten, «mientras existan presos políticos, y adversarios a quienes se les niega su derecho a postularse, no habrá proceso electoral libre y soberano» y reiteran que la convocatoria del pasado 20 de mayo «fue ilegítima, como lo es la Asamblea Nacional Constituyente impuesta por el Poder Ejecutivo».

Ante esto, aseguran, «la Iglesia no alienta los deseos de venganza ni las represalias, pero tampoco promueve la impunidad de delitos que atentan contra la vida, la dignidad humana y los derechos fundamentales».

Por todos estos motivos, Venezuela se ha ido convirtiendo en un país en diáspora. «La emigración produce situaciones dramáticas: la dura lucha por hacerse un lugar en un país extraño; la posibilidad de caer en manos de redes que explotan a sus semejantes; el estigma del rechazo; la tristeza de quienes aquí se quedan; el regreso en situación de fracaso…». Los obispos agradecen que «muchas de estas situaciones han encontrado alivio en la mano generosa que las iglesias hermanas han extendido a nuestros compatriotas».

La Iglesia que se hace oír

La Iglesia «no pretende sustituir en su papel y vocación a quienes conocen y manejan la política. No aspira dominar el panorama social, ni convertirse en factor de Gobierno o de oposición», aclaran los prelados. Sin embargo, estimula al laicado «a hacer oír su voz y a intervenir activamente en la palestra política» y anima «a la sociedad civil a ofrecer sus talentos y capacidades para explorar soluciones».

También recalcan cómo «nuestras diócesis, parroquias y demás instituciones, a pesar de sus limitaciones logísticas y financieras, han desplegado una amplia campaña de ayuda a los más necesitados, especialmente en lo que se refiere a alimentación y acceso a medicamentos».

Finalmente, invitan a los venezolanos a «no desanimarse frente a los desafíos de un presente incierto y difícil: al contrario, puesta nuestra confianza en Dios, que nos da la fuerza para el testimonio y para hacer el bien, afiancemos las exigencias en favor de la justicia y la libertad». Y con el fin de animar la esperanza y rogar por las necesidades concretas de cada comunidad, se comprometen a realizar actos y eventos de religiosidad popular, como por ejemplo «procesiones con las imágenes del Señor, la Virgen o los santos más queridos en cada lugar».