Obispos de toda Europa asumen el desafío de comunicar mejor sobre inmigración - Alfa y Omega

Obispos de toda Europa asumen el desafío de comunicar mejor sobre inmigración

Informar sobre inmigración solo desde el punto de vista económico o político y no analizar en profundidad las raíces de un fenómeno tan complejo contribuye a que en las sociedades de acogida se genere rechazo hacia los migrantes. Un encuentro organizado por CCEE en Estocolmo ha subrayado la «responsabilidad crucial» que tiene la Iglesia en este ámbito

Redacción
Foto: CCEE

Es urgente que la Iglesia asuma un «compromiso renovado» para comunicar de forma adecuada en el ámbito de la movilidad humana y las migraciones, y así evitar reacciones hostiles o incluso xenófobas. Es la lección que los obispos europeos encargados de Migraciones del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) se han llevado a casa, después de participar este fin de semana en su encuentro anual.

La cita, que esta vez ha tenido lugar en Estocolmo (Suecia), giraba en torno al lema Inspirar cambios: formar, informar y crear conciencia sobre movilidad humana. En ella ha participado monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández, obispo de Astorga y presidente de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.

Durante los tres días del encuentro, del viernes 13 al domingo 15, se describió cómo determinadas formas de comunicar en torno a las migraciones generan incomprensión y rechazo en las sociedades de acogida. Abordó esta cuestión José María La Porte, decano de la Facultad de Comunicación Social Institucional de la Universidad de la Santa Cruz, en Roma.

Ocurre, por ejemplo, cuando este fenómeno solo se analiza desde una perspectiva económica o política, o sin la profundidad de análisis que requiere una cuestión tan compleja. También cuando, de forma consciente, se tergiversa la información, especialmente a través de las redes sociales.

La dignidad de los migrantes, eclipsada

La consecuencia de esto –destacaron otros ponentes– es que la gente olvida la dignidad inalienable y los derechos fundamentales de los migrantes. Todo esto influye en que, en períodos de crisis económica, crezca en la opinión pública la opinión de que los gobiernos deberían cuidar primero de sus propios ciudadanos.

La Iglesia, implicada de lleno en la atención a estas personas, tiene por tanto una «responsabilidad crucial»: narrar la movilidad humana en lo que tiene de tragedia, pero también en su belleza y riqueza, sin asumir de forma acrítica categorías de otros ámbitos que generan miedo o confusión.

En las distintas intervenciones, se exhortó a las comisiones y delegaciones de Migraciones a comunicar su labor, invirtiendo tiempo y recursos en la formación de los comunicadores y el uso de las redes sociales. No siempre –se reconoció– hacen falta nuevas herramientas o multiplicar las apariciones públicas. La prioridad sobre todo es, en estas intervenciones, transmitir de forma sencilla y clara los principios que inspiran este compromiso de la Iglesia. Fundamentalmente, la dignidad de cada ser humano.

Para que esta afirmación tenga fuerza, hace falta que todas las áreas pastorales de la Iglesia den testimonio compartido de su deseo de proteger a la persona. «No se puede estar a favor de defender la dignidad de los migrantes, y en contra de defender la vida y la familia; y al revés, no puedes defender la vida desde su creación hasta su fin natural y no defender la vida y dignidad de los migrantes», fue la conclusión.

Experiencias positivas

A lo largo del fin de semana, los obispos participantes se reunieron con representantes de Cáritas Suecia, la Comisión Católica Internacional de Migraciones y la sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral. En estos encuentros se compartieron iniciativas, como la estrategia de las Cáritas europeas de llevar a cabo campañas conjuntas en las redes sociales, adaptadas a las circunstancias de cada país.

Los representantes del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral ampliaron esta visión, hablando de la colaboración con otras realidades eclesiales que se ocupan de la pastoral de los migrantes. «Cooperar con otros jugadores de la sociedad civil pero sin ambigüedad —explicaron— puede ser importante para promover la cultura del encuentro y corregir las imágenes equivocadas» que muchas veces circulan por la red.

Durante el encuentro, los obispos europeos tuvieron además la ocasión de visitar y compartir la Eucaristía con varias comunidades católicas de inmigrantes que funcionan en Estocolmo, sobre todo de Oriente Medio y América Latina.

Un recuerdo especial se dirigió a los miles de ucranianos desplazados dentro de su propio país u obligados a pedir asilo fuera de él a causa de la guerra. «A pesar de sus muchas dificultades, la Iglesia está agradecida [a estas comunidades] por su testimonio de vivir el Evangelio de Cristo y proclamarlo en su país de destino».