Se compadeció de la multitud - Alfa y Omega

Se compadeció de la multitud

XVI Domingo del tiempo ordinario

Daniel A. Escobar Portillo
Cristo predicando a la multitud, de James Smetham. Colección privada

Con la imagen de Jesucristo como Buen Pastor que cuida de su rebaño, que anualmente se nos presenta el cuarto domingo de Pascua, este domingo retomamos el tema al hilo de la experiencia de evangelización de los apóstoles. Para comprender adecuadamente este pasaje conviene hacer referencia a la primera lectura de la Misa, del libro de Jeremías. En ella, el profeta establece la contraposición entre los pastores malvados y el Señor Dios, que se encargará de guiar a su pueblo a través de las personas que suscitará. El Señor se lamenta de los dirigentes que llevan al pueblo a la ruina porque se buscan a sí mismos y no defienden al pueblo contra los peligros que le acechan. Jeremías destaca la oposición que existe entre dispersar y reunir. Lo primero conduce a la perdición y lo segundo al crecimiento y a la multiplicación, es decir, a la salvación. Precisamente, la primera acción que describe el fragmento evangélico es que los apóstoles vuelven a reunirse con Jesús. Esta vuelta hacia el Señor, tras haber comenzado ellos la misión, no consiste únicamente en una decisión meramente organizativa, sino en tratar de contrastar la misión que han realizado con el que los envía para la misma, puesto que los apóstoles son conscientes de no hacer ni enseñar nada sin referencia al Maestro.

Estar a solas y descansar

Las únicas palabras que Marcos pone en boca del Señor en este fragmento hacen referencia a la llamada de Jesús a estar a solas con Él en un lugar desierto y a descansar. La soledad y el descanso no parecen, por tanto, accesorios en la tarea evangelizadora, ya que de otro modo no se subrayaría tanto esta frase en el conjunto del pasaje. Este descanso no se entiende únicamente como una llamada a la suspensión de cualquier actividad, olvidándose de la tarea, sino como un tiempo necesario para estar con el Señor y con aquellos que han recibido la misma misión. Humanamente hablando, todos tenemos experiencia de que el escuchar y el confrontar con otros nuestra forma de ver las cosas contribuye no poco a un análisis adecuado de todas las circunstancias, con el fin de afrontar con mayor ímpetu las diversas tareas que nos esperan. Al mismo tiempo se está previniendo a los discípulos de un estéril activismo y de tensiones que pueden poner en peligro no solo la misión que realizan, sino su propia identidad como enviados del Señor.

La vida de la Iglesia ha visto en este pasaje las condiciones necesarias para afrontar con serenidad y equilibrio no únicamente la evangelización, sino la propia relación con el Señor. No es posible mantener un vínculo con Jesucristo si se descuida el mandato de estar a solas con Él; de fomentar una relación con Dios calmada y sosegada. Por eso, desde siempre la Iglesia ha invitado a todos los cristianos a cuidar tiempos y lugares de oración. La celebración de la liturgia de las horas constituye el modo ordinario a través del cual colocamos al Señor en el centro de nuestra vida, para que sea él el centro de nuestro tiempo. De los mismos apóstoles sabemos que subían al templo a orar a determinadas horas. Aparte de la celebración litúrgica, los pastores han recomendado siempre tiempos especiales de oración, sobre todo para quienes se van a dedicar más directamente al anuncio del Evangelio.

La urgencia de la misión

Como si de una contradicción se tratara, da la impresión de que el Señor, por una parte, pide descanso y retiro y, por otra, no encuentra momento para el propio reposo. Esto no significa una incoherencia en su enseñanza, sino el mostrarnos que lo que mueve el corazón del Pastor no son los planes personales, sino el servicio concreto que las personas necesitan. Se expresa muy bien a través de la palabra compasión, tantas veces atribuida a Dios en la Biblia. Así pues, el descanso no lleva a desentenderse de las necesidades de quienes el Jesús tiene delante, sino a poder valorar con mayor clarividencia lo que el hombre necesita y actuar en consecuencia.

Evangelio / Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.