Humanae vitae y Laudato si: «Hay una unión entre ecología ambiental y ecología humana» - Alfa y Omega

Humanae vitae y Laudato si: «Hay una unión entre ecología ambiental y ecología humana»

«Nos alarmamos por el deterioro del ecosistema biológico, mientras que no pensamos mínimamente en la contaminación del ambiente humano que no nos permite amar y vivir como personas», dice el profesor de Teología Moral Livio Melina, expresidente del Instituto Juan Pablo II en Roma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Pixabay

«El gran pensador Jean Guitton, en un ensayo sobre el amor humano de 1995, propone que “así como la respiración supone una atmósfera, también el amor exige lo que podríamos llamar una erosfera”. De este modo, el amor humano necesita un ambiente que le permita vivir y desarrollarse, ya que de otra manera se privaría de oxígeno y se sofocaría»: lo afirma el profesor Livio Melina, expresidente del Instituto Pontificio Juan Pablo II para la Familia, en su conferencia La ecología del amor conyugal: la Humanae vitae a la luz de la encíclica Laudato si, que pronunció recientemente en Roma.

«Hay una ecología del amor conyugal que permite al hombre y a la mujer desarrollar su identidad», explica Melina. Sin embargo, «en los últimos tiempos, esta erosfera se ha erosionado, algo parecido a lo que ha sucedido con el agujero de ozono. El amor ha perdido su dimensión cósmica y mistérica».

Para el profesor Melina, «hay una especie de esquizofrenia, por la que nos alarmamos por el deterioro del ecosistema biológico, mientras que no pensamos mínimamente en la contaminación del ambiente humano que no nos permite amar y vivir como personas».

A esto se le añade que «un ambientalismo radical propone como solución al problema ecológico la manipulación técnica de la sexualidad: separando el sexo de la reproducción mediante la contracepción, el aborto y la procreación artificial, hasta llegar a la afirmación de la radical plasticidad del cuerpo con la teoría de género».

Por el contrario, «la regulación natural de la fertilidad, que está en el corazón de Humanae vitae, permite al hombre y a la mujer custodiar la erosfera necesaria para el amor».

Melina recuerda que el primero en hablar de una «ecología humana» fue el Papa Pablo VI, en una audiencia del año 1973, en relación a la sexualidad humana. Este argumento fue retomado posteriormente por Juan Pablo II y Benedicto XVI en diversas ocasiones, hasta llegar al Papa Francisco en Laudato si, donde recoge el testigo de sus predecesores y «subraya la unión entre ecología ambiental y ecología humana». El Papa en este documento «menciona en particular los dos verbos que marcan una actitud correcta hacia lo creado: custodiar y cultivar», lo que implica «un respeto al orden que el Creador ha inscrito en la naturaleza».

Sobre todo, Melina subraya Laudato si en su número 155, donde Francisco ensalza «la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza», y defiende que «una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana».

Por eso, ante quienes promueven una teología moral «que no sea prisionera de la ley natural», Melina arguye que «las normas en este campo no son imposiciones arbitrarias de una autoridad humana, sino expresiones de la verdad que tiende hacia el bien, procedentes del sapiente diseño del Creador».

Esto no significa que esta tarea de «evangelización del amor» sea «poco misericordiosa», ya que «la verdadera misericordia no es condescendencia ante aquellas decisiones que dañan el ambiente del amor y destruyen la erosfera», lo que sería «un desprecio no solo del hombre y de la mujer, sino también de Dios creador».