El Papa pide no olvidar para poder curar las heridas - Alfa y Omega

El Papa pide no olvidar para poder curar las heridas

El 24 de abril se cumple un siglo de la matanza de un millón y medio de armenios por los turcos. El Papa conmemoró el domingo este genocidio, provocando la airada reacción de Turquía. Francisco, que ha hecho reiterados llamamientos a la reconciliación, advirtió de que «esconder o negar el mal es como dejar que una herida siga sangrando sin curarla»

María Martínez López
El Papa con Karekin II, Catolicós de todos los armenios. Al fondo, una imagen san Gregorio de Narek, Doctor de la Iglesia

Al proclamar a san Gregorio de Narek como Doctor de la Iglesia y conmemorar, en la fiesta de la Divina Misericordia, el centenario del genocidio armenio, el Papa Francisco escogió con esmero las palabras del monje armenio que iba a citar: «Recuerda, [Señor], también a los que son nuestros enemigos, y concédeles perdón y misericordia… No destruyas a los que me persiguen, sino refórmalos, (…), planta el bien en mí y en ellos». Las frases están en el mensaje que entregó Francisco a Karekin II, Catolicós de todos los armenios, y al resto de pastores armenios presentes en la Misa, a la que también asistió el Presidente del país, Serz Sargsyan.

El 24 de abril se cumplen cien años desde que los Jóvenes Turcos desencadenaron el exterminio de armenios, asirios y griegos, una masacre que se prolongó hasta 1923. En su campaña de deportaciones masivas y masacres contra los cristianos de Anatolia, los turcos utilizaron a «los armenios en gran medida como chivo expiatorio», pues «eran el más conocido de estos grupos por todo el Imperio otomano. Casi todos los cristianos eran conocidos como ermeniler (armenios)», explica Nicholas Al-Jeloo, investigador de la Universidad de Melbourne.

El primero de muchos genocidios

A pesar de los esfuerzos del Papa Benedicto XV, millón y medio de armenios fueron exterminados en lo que «se considera generalmente como el primer genocidio del siglo XX». Lo dijo san Juan Pablo II en 2001, en una declaración conjunta con Karekin II, y Francisco lo ha repetido. Al genocidio armenio –añadió–, siguieron el nazi y el estalinista. Luego los de Camboya, Ruanda, Burundi, Bosnia… Hoy, vivimos una «tercera guerra mundial por partes» –subrayó el Papa–; asistimos «cotidianamente a crímenes atroces, a sangrientas masacres y a la locura por la destrucción». Muchos hermanos, «a causa de su fe en Cristo o de su etnia, son pública y cruelmente asesinados –decapitados, crucificados, quemados vivos–, o bien obligados a abandonar su tierra». Parece que la familia humana «no consigue dejar de derramar sangre inocente».

La calificación del exterminio armenio como genocidio provocó las iras del Gobierno turco, que llamó a consultas a su embajador ante la Santa Sede. También el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, convocó con urgencia al Nuncio, monseñor Antonio Lucibello, para protestar. Turquía reconoce las muertes de armenios, pero no un exterminio sistemático.

Niños armenios víctimas del genocidio

En los últimos años, Turquía y Armenia habían comenzado un acercamiento. Un momento significativo fue la carta de condolencia que el entonces Primer Ministro (y hoy Presidente) Erdogan escribió, hace un año, a los descendientes de las víctimas. Volviendo de su viaje a Turquía, en noviembre de 2014, el Papa subrayó que esa carta, que «algunos consideraron demasiado débil, era un gesto, no sé si grande o pequeño, de tender una mano. Y esto es siempre positivo». Francisco percibe «buena voluntad por ambas partes, y tenemos que ayudar», dijo.

Sin embargo, el año del centenario parece haber reavivado las susceptibilidades. El Gobierno turco ha contraprogramado la conmemoración del genocidio con el recuerdo de las victorias otomanas en la Gran Guerra.

Una lectura más allá de la política

«Donde se pierde la memoria, el mal mantiene aún la herida abierta; esconder o negar el mal es como dejar que una herida siga sangrando sin curarla», decía el Papa el domingo. «Toda la familia humana» tiene la responsabilidad de «recordar lo que ha ocurrido», añadía. Por justicia, y «para que los avisos de esta tragedia nos protejan de caer en un horror similar». Por ello, el centenario debe servir de ocasión de reflexión y oración para «que cada corazón se abra al perdón, que es fuente de paz» y esperanza.

La interpretación que hace el Papa del genocidio armenio va más allá de la Historia y la política. Francisco hizo coincidir la conmemoración con la fiesta de la Divina Misericordia, que Juan Pablo II propuso como respuesta a los horrores del siglo XX. El Pontífice lee estos sucesos en clave del mysterium iniquitatis. El 9 de abril, en una audiencia al Sínodo de la Iglesia católica armenia, reconoció que hay fuerzas oscuras en el corazón humano, capaces de «planear sistemáticamente la aniquilación del hermano». Ahí entra en juego el misterio de la participación redentora en la Pasión redentora: los sufrimientos del pueblo armenio continúan la Pasión de Cristo…, pero en ellos hay también «semillas de su resurrección». Por último, Francisco pidió que Dios «nos ayude a todos, en amor por la verdad y la justicia, a curar cada herida y acelerar gestos concretos de reconciliación».