La espiritualidad de un novelista - Alfa y Omega

La espiritualidad de un novelista

El 14 de abril de 1915 fallecía en Madrid el padre jesuita Luis Coloma, un prosista de gran difusión a finales del siglo XIX y comienzos del XX

Antonio R. Rubio Plo
Fotografía del padre Luis Coloma (hacia 1900)

Autor de cuentos populares y novelas históricas, su fama estuvo cimentada por Pequeñeces, un extenso relato a caballo entre el realismo y el naturalismo, con logrados perfiles de la aristocracia madrileña del reinado de Amadeo I y los inicios de la Restauración. Esta obra de Coloma tuvo muchos estudiosos, pero al no percibir su espiritualidad, cayeron en interpretaciones caricaturescas e incomprensiones. Es una novela protagonizada por Curra de Albornoz, aristócrata arribista y sin demasiados escrúpulos, ejemplo de indolencia y falta de sensibilidad. Su principal ocupación en la vida es estar siempre en boca de todos. Prisionera de los placeres y las apariencias, practica una doble moral sin trazas de remordimiento. Después de todo, vive en un ambiente social que califica de pequeñeces a auténticas monstruosidades.

En la decisión del joven Coloma de ingresar en la Compañía de Jesús, pudo influir el hastío ante la vida vacía y sin horizontes de los ambientes aristocráticos de Sevilla y Madrid. Allí había visto a hombres a la vez audaces e irresolutos, de temperamento fogoso, aunque ajenos a la realidad, pues sólo la concebían desde la estrecha perspectiva de su imaginación. El autor de Pequeñeces debió de pensar en más de una ocasión que esos caracteres se habían forjado a partir de un progresivo alejamiento de las devociones que habían vivido de niños. Los colegios pueden educar, si bien el ambiente familiar es mucho más determinante. Los niños que aparecen en la novela del padre Coloma son inocentes, no manchados todavía por un contexto de corrupción, pues la educación cristiana del colegio ha conseguido preservarlos por un tiempo. Llegará un día en que dejen las aulas y la fe se irá desprendiendo como un barniz ante la indiferencia de un entorno social que considera la sencillez y la misericordia como graves defectos.

No por casualidad, Pequeñeces da comienzo con una fiesta de fin de curso en el colegio de los jesuitas de Chamartín, donde un alumno, Paquito Luján, hijo de Curra, recita un poema a la Virgen del Recuerdo, mientras el Rector del colegio no oculta su llanto, no porque los alumnos se vayan, sino porque sabe, por experiencia, que muchos nunca volverán a pisar el colegio. Esa premonición se acentúa al escuchar el poema a la Virgen, que no es original de Coloma, sino que fue escrito por un jesuita, Julio Alarcón Menéndez, y ha sido recitado a lo largo de los años en colegios de la Compañía. «Dulcísimo recuerdo de mi vida…» son los versos con los que arranca un poema en el que se expresa el temor a un alejamiento de la fe cristiana y de la devoción a María. En esta composición se presenta el mundo de los adultos como un mar embravecido en el que no es difícil sucumbir ante los escollos. Pero el padre Coloma no podía perecer en ese oleaje, porque conservó siempre un alma de niño, llena de amor a María.