El 30 % de las personas de zonas rurales en pobreza extrema son indígenas - Alfa y Omega

El 30 % de las personas de zonas rurales en pobreza extrema son indígenas

En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, Manos Unidas denuncia que el acceso a la tierra y las consecuencias del cambio climático son las principales dificultades a las que se enfrentan. En 2016, fueron asesinados 281 líderes indígenas, casi un 50 % más que el año anterior

Redacción
Foto: Tierra Libre

En el mundo hay, según la ONU, 370 millones de indígenas. Es decir, constituyen cerca del 5 % de la población. Sin embargo, su peso entre las personas más pobres del mundo se triplica hasta alcanzar el 15 %. Y, si se calcula la población que vive en extrema pobreza en áreas rurales, hasta una de cada tres personas es indígena.

Este 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, Manos Unidas denuncia que el problema de acceso a la tierra y las consecuencias del cambio climático son los principales obstáculos para que las comunidades indígenas vivan en condiciones dignas.

Así ocurre por ejemplo en el estado indio de Jharkhand, donde la población tribal se está enfrentando a un intento del Gobierno de expropiar sus territorios «para cederlos a grandes empresas para la extracción de recursos minerales», explica Ramón Álvarez, responsable de proyectos de Manos Unidas en Asia.

En esta región, aproximadamente un cuarto de los habitantes son indígenas, de los cuales un porcentaje significativo son cristianos. Esto hace que el porcentaje de cristianos en Jharkhand sea del 4 %, doblando la media nacional.

Las manifestaciones multitudinarias de la población tribal han conseguido, en este caso, que se retrasen temporalmente los planes del Gobierno, del partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party. Pero la tendencia se repite en otros lugares del mundo, sobre todo en América Latina: los territorios donde históricamente han vivido los indígenas se ven cada vez más reducidos como consecuencia de grandes proyectos económicos como la agroindustria, la minería, explotaciones petrolíferas, grandes infraestructuras, etc.

Los más vulnerables al cambio climático

En otras ocasiones, estos proyectos no expulsan a los indígenas pero dañan los ecosistemas, por ejemplo contaminando el suelo o el agua. A esta degradación local se suma la causada por el cambio climático. Tanto los pueblos indígenas como las comunidades campesinas, siendo «los menos responsables» de este proceso, «son los más vulnerables a él», subraya Álvarez.

En la India —continúa el responsable de proyectos de Manos Unidas en Asia— el cambio climático «está teniendo consecuencias dramáticas para las comunidades tribales», dedicadas tradicionalmente al cultivo de arroz y la recolección de productos forestales. «La reducción de las lluvias monzónicas afecta a las cosechas».

Para contrarrestar este fenómeno, Manos Unidas está apoyando «la puesta en marcha de técnicas agrícolas eficientes con un mejor aprovechamiento del agua y la diversificación de cultivos ecológicos con el fin de que las familias puedan vivir dignamente en sus territorios sin necesidad de emigrar».

En efecto, cada vez son más los indígenas que migran a las ciudades en busca de una forma de ganarse la vida. Suelen acabar con trabajos precarios o mal remunerados. Según la ONU, en América Latina la proporción de indígenas que vive en las ciudades es del 40 %, aunque en algunos países alcanza el 80 %.

Multiplicación de los asesinatos

Además de la expulsión o la destrucción de sus territorios, las comunidades indígenas denuncian la discriminación, exclusión y las restricciones que encuentran para participar en la toma de decisiones políticas que les afectan. Según Naciones Unidas y con datos de la ONG Front Line Defenders, solo en 2016 fueron asesinados 281 defensores de los derechos humanos —un centenar más que en 2015—, en su mayoría indígenas de América Latina.

Una muestra de ello es Colombia, donde según la Organización Nacional Indígena (ONIC), desde la firma de los acuerdos de paz con las FARC a finales de 2016 han sido asesinados 65 líderes indígenas.

Ante esta ofensiva, cada vez más organizaciones indígenas buscan apoyo externo para defenderse. Y lo encuentran, entre otros lugares, en Manos Unidas. Según María Manso, técnico de proyectos, junto a la ayuda para que mejoren sus condiciones de vida, «en los últimos años estamos apoyando más proyectos de fortalecimiento de organizaciones para que las comunidades reclamen ante el Estado el cumplimiento de sus derechos colectivos, así como iniciativas que tratan de impedir jurídicamente el despojo de las tierras que han habitado ancestralmente».

A lo largo de sus casi 60 años de historia, Manos Unidas ha apoyado a más de 200 pueblos indígenas y tribales en todo el mundo. En los últimos cinco años, ha puesto en marcha un total de 252 proyectos de desarrollo para apoyar directamente a casi 600.000 personas indígenas.

Labor en el Chaco, a caballo entre cuatro países

Un ejemplo de este trabajo se encuentra en el acompañamiento a comunidades indígenas en el Chaco, una gran región que abarca territorios de Brasil, Bolivia, Argentina y Paraguay. En este último país está ayudando a las comunidades nivaĉle, ligadas ancestralmente al río Pilcomayo. El pueblo nivaĉle ha visto cómo sus espacios de vida eran cada vez menores a causa de la sobreexplotación del agua y el acaparamiento de tierras destinadas a la ganadería extensiva, a lo que se suman recientes exploraciones para obtener hidrocarburos.

La ayuda a los nivaĉle consiste en apoyarles en sus demandas al Estado paraguayo para recuperar tierras comunitarias y en mejorar sus condiciones de vida mediante proyectos de cría de ganado menor a nivel comunitario, artesanía tradicional, y construcción de aljibes para almacenar agua y sistemas para distribuirla. Todo ello a través del socio local Tierra Libre.

En la parte boliviana del Chaco, Manos Unidas ayuda desde 1999 al pueblo guaraní. Desde finales del siglo XIX fueron desposeídos de su territorio hasta el punto de que las familias quedaron recluidas en condiciones de semiesclavitud en las grandes haciendas de la región. Estas circunstancias empezaron a cambiar en 1987, cuando surgió la Asamblea del Pueblo Guaraní y, con la ayuda de la Iglesia católica y otras organizaciones, se inició un proceso de reasentamiento de las familias en nuevas comunidades.

«Hoy —afirma Manso— podemos decir que las comunidades están consolidando su capacidad económica, organizativa y de participación política, aunque las condiciones medioambientales y los cambios extremos del clima no son favorables». El territorio guaraní sufrió la erosión de los suelos por las explotaciones ganaderas, la quema indiscriminada para ampliar la frontera agrícola, la explotación maderera y la contaminación por hidrocarburos.

Junto a CIPCA, socio local en Bolivia, además de fortalecer la incidencia política de los guaraní para la defensa de sus derechos, «nos estamos enfocando —explica Manso— en que las mujeres y los jóvenes se incorporen a los procesos y en generar prácticas agropecuarias sostenibles y adaptadas al cambio climático, desde la recuperación de semillas nativas a la transformación y comercialización de productos ganaderos y la cría de peces en estanques».