Francisco: la riqueza la crea el trabajo, no las bolsas - Alfa y Omega

Francisco: la riqueza la crea el trabajo, no las bolsas

El Papa reivindica la primacía del trabajo frente a la economía financiera en una larga entrevista a Il Sole 24 Ore, el diario de la patronal Cofindustria

Colaborador
Francisco en Cagliari

En una entrevista a un diario económico centrada en la economía y el trabajo, el Papa critica la mentalidad según la cual «el dinero produce dinero». Ese es, en esencia, el punto de partida de «la centralidad actual de la actividad financiera respecto a la economía real», una premisa que el Papa considera equivocada.

«El dinero, el de verdad, se hace con el trabajo», responde. «El trabajo otorga dignidad al hombre, no el dinero. El desempleo que afecta a varios países europeos es la consecuencia de un sistema económico que ya no es capaz de crear trabajo, porque en el centro colocó a un ídolo que se llama dinero», prosigue, entre críticas a una economía que deja no solo «explotados», sino seres «completamente desechados».

Il Sole 24 Ore pertenece al conglomerado mediático de Confindustria, organización de los empresarios italianos que representa a unas 160 mil compañías. Este es el texto completo de la entrevista:

Su Santidad, un antiguo proverbio africano afirma: «Si quieres ir rápido, camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado». Todos nosotros sabemos que las nuevas herramientas de la innovación tecnológica contribuyen a aumentar la velocidad de la comunicación —también entre las personas— y de la economía. Pero las crisis profundas que sobrevinieron, junto con una incertidumbre duradera y difusa, parecen haber limitado y ofuscado nuestros horizontes. En Gran Bretaña, nada menos, nació un ministerio que se ocupa de la «soledad». Haría suyo este proverbio?
Este proverbio expresa una verdad; el individuo puede obrar bien y correctamente, pero el crecimiento siempre es el resultado del compromiso de cada uno a favor del bien de la comunidad. De hecho, las capacidades individuales no pueden manifestarse fuera de un ambiente comunitario favorable, ya que no se puede pensar que el resultado logrado sea simplemente la suma de las capacidades de cada uno. Digo esto no para mortificar a los individuos ni para desconocer los talentos de cada uno, sino para ayudarnos a recordar que nadie puede vivir aislado de los demás o de forma independiente. La vida social no está compuesta por la suma de las individualidades, sino por el crecimiento de un pueblo.

¿Cómo se llega a ser «inclusivos»?
El primer paso para ser inclusivos es considerar la humanidad como una única familia. Estamos llamados a vivir juntos y a dar cabida para acoger la colaboración de todos. Si miramos a nuestro alrededor con el corazón abierto, no podemos dejar de notar las muchas, muchísimas historias preciosas de apoyo, cercanía, atención, gestos de gratuidad y tocamos con la mano que la solidaridad se propaga cada vez más. Si la comunidad en la que vivimos es nuestra familia, se hace cada vez más fácil evitar la rivalidad para abrazar la ayuda mutua. Como sucede con nuestras familias de origen, donde el crecimiento verdadero, el que no crea personas excluidas o descartadas, es el resultado de las relaciones sostenidas por la ternura y la misericordia, no por el afán de éxito y por la exclusión estratégica de quien nos rodea. La ciencia, la técnica, el progreso tecnológico pueden acelerar las acciones, pero el corazón es exclusivo de la persona para brindar un suplemento de amor en las relaciones y en las instituciones.

No tener un proyecto compartido sobre la reducción de las desigualdades en un sistema cada vez más globalizado puede determinar lo que Usted llama «la economía del descarte», donde las mismas personas se convierten en «descartes». En el último documento (Oeconomicae et pecuniariae quaestiones – Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero) la Santa Sede afirma que la economía «necesita una ética amiga de la persona para su correcto funcionamiento». ¿Nos puede explicar este concepto?
Ante todo una aclaración sobre la idea de los descartes. Como he escrito en el Evangelii Gaudium: no se trata simplemente del fenómeno conocido como acción de explotación y opresión, sino de un nuevo fenómeno propiamente dicho. Con la acción de exclusión quedan afectados en su misma raíz los vínculos de pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues en ella ya no quedamos simplemente relegados en los bajos fondos de la existencia, en las periferias, o despojados de cada poder, sino que nos expulsan. Los excluidos no son explotados, sino completamente desechados, o sea, se consideran desechos, sobrantes y se expulsan de la sociedad. No podemos ignorar que una economía estructurada de esta forma es destructora, porque pone el dinero al centro y obedece solo a él: cuando la persona ya no ocupa la centralidad, cuando ganar dinero se convierte en el principal y único objetivo, nos colocamos fuera de la ética y se construyen estructuras de pobreza, esclavitud y descartes.

¿Quiere decir que vivimos en un contexto de valores enemigo de la persona?
Tenemos una ética no amiga de la persona cuando, casi con indiferencia, no somos capaces de escuchar y probar compasión ante el grito de dolor de los demás, no lloramos frente a los dramas que destruyen la vida de nuestros hermanos ni tampoco los cuidamos, como si no fuera también nuestra responsabilidad, lejana de nuestras competencias. Una ética amiga de la persona se convierte en un fuerte estímulo para la conversión. Necesitamos conversión. Falta la conciencia de un origen común, de pertenecer a una raíz común de humanidad y a un futuro para construir juntos. Esta conciencia de base permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, nuevas actitudes y estilos de vida. Una ética amiga de la persona tiende a superar la distinción rígida entre las realidades que apuestan por las ganancias y aquellas orientadas no al mecanismo exclusivo de los beneficios, dejando un amplio espacio a las actividades que constituyen y amplían el denominado tercer sector. Sin desestimar la importancia y la utilidad económica y social de las formas históricas y consolidadas de empresa, estas realidades hacen evolucionar el sistema hacia una asunción más clara y completa de las responsabilidades de los sujetos económicos. De hecho, es la misma diversidad de las formas institucionales de empresa que genera un mercado más civil y, al mismo tiempo, más competitivo.

En el mismo documento en el que se explicita el mensaje para que la actividad financiera esté al servicio de la economía real, y no viceversa, impacta el llamado a las escuelas donde se forman los directivos y los empresarios industriales del futuro, para que puedan comprender que los modelos económicos que persiguen solo resultados cuantitativos no serán capaces de conservar desarrollo y paz con el paso del tiempo. ¿Significa que los directivos deberían ser capacitados y luego evaluados, también en base a parámetros diferentes de los actuales? ¿Cuáles?
Me parece importante observar que ninguna actividad se desarrolla de forma casual o autónoma. Detrás de cada actividad hay una persona humana. Puede quedar anónima, pero no existe actividad que no se origine en el hombre. La centralidad actual de la actividad financiera respecto a la economía real no es casual: detrás de esto se anida la decisión de alguien que piensa, equivocándose, que el dinero produce dinero. El dinero, el de verdad, se hace con el trabajo. El trabajo otorga dignidad al hombre, no el dinero. El desempleo que afecta a varios países europeos es la consecuencia de un sistema económico que ya no es capaz de crear trabajo, porque en el centro colocó a un ídolo que se llama dinero. Y añado, pensado a los trabajadores encontrados en Cerdeña: la esperanza es como las brasas debajo de la ceniza, ayudémonos con la solidaridad soplando sobre las cenizas, la esperanza, que no es un simple optimismo, nos hace salir adelante, todos tenemos que sostener la esperanza, es nuestra, es algo de todos, por eso digo a menudo a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza. También tenemos que ser astutos, porque el Señor nos hace entender que los ídolos son más sagaces que nosotros, nos invita a tener la astucia de la serpiente con la bondad de la paloma.

¿Astucia y bondad para luchar contra el ídolo-dinero? ¿Cómo se hace?
En este momento, el centro de nuestro sistema económico está ocupado por un ídolo, y esto no es positivo: luchemos todos juntos para que el centro esté ocupado más bien por la familia y las personas, y se pueda salir adelante sin perder la esperanza. La distribución y la participación en la riqueza producida, el establecimiento de la empresa en un territorio, la responsabilidad social, el bienestar empresarial, la igualdad de trato en materia de retribución entre hombres y mujeres, la armonización de los tiempos dedicados al trabajo y a la vida, el respeto del medio ambiente, el reconocimiento de la importancia del hombre respecto a la máquina, el reconocimiento del salario justo y la capacidad de innovación son elementos importantes que mantienen viva la dimensión comunitaria de una empresa. Perseguir un desarrollo integral requiere la atención hacia los temas que he apenas especificado.

¿Qué hace bien a la empresa?
El modo de pensar de la empresa influye notablemente en las decisiones de su organización, producción y distribución. Se puede decir que actuar bien respetando la dignidad de las personas y persiguiendo el bien común hace bien a la empresa. Existe siempre una correlación entre la acción del hombre y de la empresa, la acción del hombre y el futuro de una empresa. Recuerdo al Beato Pablo VI que tendré la satisfacción de proclamar santo el próximo 14 de octubre, que en la encíclica Populorum progressio escribía: «El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: “nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de la civilización en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera”».

El reciente documento vaticano de análisis del sistema económico que ya mencioné, observa principalmente que «ese potente propulsor de la economía que son los mercados es incapaz de regularse por sí mismo: de hecho, estos no son capaces de generar los fundamentos que les permitan funcionar regularmente (cohesión social, honestidad, confianza, seguridad, leyes…) ni de corregir los efectos externos negativos para la sociedad humana (desigualdades, asimetrías, degradación ambiental, inseguridad social, fraudes…)». ¿Quiere decir que la economía no puede bastar a sí misma y, en un cierto modo, necesita ser «salvada» ella misma? ¿Cuáles son, a su parecer, los límites «justos» de las ganancias?
La actividad económica no se refiere únicamente a las ganancias, sino que incluye relaciones y significados. El mundo económico, si no se reduce a una mera cuestión técnica, no sólo contiene el conocimiento del cómo (representado por las competencias) sino también del porqué (representado por los significados). Por lo tanto, una sana economía nunca está desvinculada del significado de lo que se produce y la acción económica es siempre también un hecho ético. Mantener unidas acciones y responsabilidades, justicia y provecho, producción de riqueza y su redistribución, operatividad y respeto del ambiente con el tiempo se convierten en elementos que garantizan la vida de la empresa. Desde este punto de vista, el significado de la empresa se amplía y hace comprender que perseguir únicamente el beneficio ya no garantiza la existencia de la empresa. Además de estas cuestiones vinculadas directamente con la empresa, tenemos que dejarnos interpelar por lo que nos rodea. Ya no es posible que los operadores económicos no escuchen el grito de los pobres. Una vez más, Pablo VI —y deseo citarlo integralmente por su importancia— afirmaba en la Populorum progressio que «la regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales. Sus ventajas son sin duda evidentes cuando las partes no se encuentran en condiciones demasiado desiguales de potencia económica: es un estímulo de progreso y recompensa el esfuerzo. Por eso los países industrialmente desarrollados ven ella una ley de justicia. Pero ya no es lo mismo cuando las condiciones son demasiado desiguales de país a país: los precios que se forman “libremente” en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos. Es importante reconocerlo: es el principio fundamental del liberalismo, como regla de los intercambios comerciales, el que está aquí en litigio».

La enseñanza de León XIII en la Rerum novarum conserva su validez: el consentimiento de las partes, si están en situaciones demasiado desiguales, no basta para garantizar la justicia del contrato, y la regla del libre consentimiento queda subordinada a las exigencias del derecho natural. Lo que era verdadero acerca del justo salario individual —escribía todavía mi venerado predecesor Pablo VI— lo es también respecto a los contratos internacionales: una economía de intercambio no puede seguir descansando sobre la sola ley de la libre concurrencia, que engendra también demasiado a menudo una dictadura económica. El libre intercambio solo es equitativo si está sometido a las exigencias de la justicia social”».

El Sole 24 Ore —como Radio 24 y la Agencia Radiocor Plus— es el diario de la Confindustria, es decir, la organización de los empresarios italianos que representa 160 mil compañías, en su mayoría pequeñas y medianas. Los industriales italianos combaten por una sociedad abierta e inclusiva. A su parecer ¿qué necesita un empresario para ser un «creador» de valor para su empresa y para los demás, a partir de la comunidad en la que vive y trabaja?
De la lectura de los evangelios se desprende también que Jesús demuestra gran simpatía (pensemos a la parábola de los cinco talentos) por los empresarios que asumen un riesgo.

Recuerdo el encuentro que tuve con la Asociación en febrero de 2016. Recuerdo muchos rostros que transmitían pasión y proyectos, fatiga y genialidad. Decía que creo que es muy importante la atención por la persona concreta que significa dar a cada uno lo suyo, liberando a las madres y padres de familia de la angustia de no poder dar un futuro y ni siquiera un presente a sus hijos. Significa saber dirigir pero también saber escuchar, compartiendo proyectos e ideas con humildad y confianza. Significa hacer de todo para que el trabajo cree otro trabajo, la responsabilidad cree otra responsabilidad, la esperanza cree otra esperanza, sobre todo para las jóvenes generaciones, que hoy lo necesitan más que nunca. Creo que sea muy importante trabajar juntos para construir el bien común y un nuevo humanismo del trabajo, promover un trabajo que respete la dignidad de la persona, que no apuesta únicamente por el beneficio o las exigencias productivas, sino que promueve una vida digna, sabiendo que el bien de las personas y el bien de la empresa van de la mano. Contribuyamos a desarrollar la solidaridad y a realizar un nuevo orden económico que no genere otros descartes, enriqueciendo la acción económica con la atención hacia los pobres y la reducción de las desigualdades. Necesitamos valentía y creatividad genial.

El trabajo, que aun cuando falta representa una emergencia intolerable, personal y social, a menudo se percibe como una especie de condena diaria, una rutina insoportable. ¿Puede indicarnos, por ejemplo, dos razones por las que no lo es o, al menos, no lo debe ser, y cómo pueden organizarse las empresas para evitar que no lo sea, contribuyendo con esto también al éxito de dichas empresas y a la prosperidad de la sociedad?
La idea de que el trabajo sea solo cansancio es bastante común, pero todos experimentan que no tener trabajo es mucho peor que trabajar. ¡Cuántas veces he recogido las lágrimas de desesperación de padres y madres que perdieron el trabajo! Trabajar hace bien porque es parte de la dignidad de la persona, de su capacidad de asumir la responsabilidad ante uno mismo y ante los demás. Es mejor trabajar que vivir en el ocio. El trabajo da satisfacción, crea las condiciones para la programación personal. Ganarse el pan es un motivo de orgullo importante; sin dudas, representa también una fatiga pero nos ayuda a conservar un sano sentido de la realidad y educa a afrontar la vida. La persona que mantiene a sí misma y a su familia con su trabajo desarrolla su dignidad; el trabajo crea dignidad, los subsidios que no tengan el objetivo preciso de crear trabajo y ocupación, crean dependencia y reducen la responsabilidad. Además, trabajar tiene un elevado significado espiritual ya que es el modo con el que damos continuidad a la creación, respetándola y cuidándola.

¿Cuál es la aportación que usted pide a las empresas?
Las empresas pueden contribuir notablemente a conservar la dignidad del trabajo, reconociendo que el hombre es el recurso más importante de cada empresa, obrando para construir el bien común, dedicando atención a los pobres. Sé que muchas empresas dedican amplio espacio a la formación. Estoy convencido que sería muy provechoso para la empresa completar la formación técnica con una formación a los valores: solidaridad, ética, justicia, dignidad, sostenibilidad, cuyos significados son contenidos que enriquecen el pensamiento y la capacidad operativa.

El mundo globalizado, en un cierto modo, redujo sus dimensiones, ahora hemos alcanzado los límites de lo que Usted llama nuestra casa común, es decir el planeta Tierra, tanto que se está pensando a la colonización de nuevos planetas. La ecología y un mundo sostenible son su gran preocupación y los grandes agentes económicos internacionales que se dedican a la producción de energía, partiendo de la compañía italiana Eni, anunciaron cambios radicales orientados a las actividades «verdes». ¿Cree que se está haciendo bastante desde este punto de vista?
Todavía hay mucho por hacer para reducir aquellas conductas y acciones que no respetan el medio ambiente y la tierra. Estamos pagando el precio de una explotación de la tierra que dura desde hace muchos años. Lamentablemente, hasta el día de hoy, el hombre no actúa como custodio de la tierra sino como un tirano explotador. Pero hay señales de nueva atención hacia el ambiente; es una mentalidad compartida gradualmente por un número cada vez mayor de países. Es un recorrido que necesita un cuidado especial porque es necesario pasar de una descripción de los síntomas, al reconocimiento de la raíz humana de la crisis ecológica, de la atención por el ambiente a una ecología integral, de una idea de omnipotencia a la conciencia de la exigüidad de los recursos. El punto focal es que hablar del ambiente siempre significa hablar también del hombre: la degradación ambiental y la degradación humana van de la mano. Más bien, las consecuencias de la violación de la Creación a menudo se hacen pagar solo a los pobres. El desarrollo de la dimensión ecológica necesita la convergencia de varias acciones: políticas, culturales, sociales y productivas. En especial, la formación de una nueva conciencia ecológica necesita nuevos estilos de vida para construir un futuro armonioso, promover un desarrollo integral, reducir las desigualdades, descubrir los vínculos entre las criaturas, abandonar el consumismo.

¿Quiere decir que es necesario cambiar modelo de producción?
Como escribía en la encíclica Laudato si’ estos problemas están íntimamente vinculados con la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que se transforman rápidamente en desechos. Pensemos, por ejemplo, a nuestro sistema industrial, que al final del ciclo de producción y consumo no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar los desechos y las escorias. Todavía no se ha logrado adoptar un modelo de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que requiere la máxima limitación del uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia de la explotación, reutilizar y reciclar. Afrontar esta cuestión sería un modo para contrastar la cultura del descarte que termina por dañar el planeta en su totalidad. Tenemos que admitir que todavía queda mucho por hacer en esta dirección.

Los migrantes que se desplazan de un continente al otro huyendo de las guerras o en busca de condiciones para vivir y sobrevivir son algunos de los «descartados» de la tierra. En un período histórico en el que las fronteras (incluso las comerciales) se cierran y prevalecen los nacionalismos en una Europa cansada y dividida. ¿Usted no se siente un poco como un Moisés contemporáneo que abre el paso, abre las puertas para todos los pueblos y las personas, empezando por los más pobres? Hay quien piensa que esta no es la misión del sucesor de Pedro. ¿Por qué cree que lo sea? ¿Qué necesita esta Europa para confluir en un camino común y avanzar juntos ofreciendo una respuesta a las preocupaciones de sus ciudadanos?
Hoy en día los migrantes representan un gran reto para todos. Los pobres que se desplazan infunden temor especialmente a los pueblos que viven en una condición de bienestar. Sin embargo, no existe futuro pacífico para la humanidad si no se pone en práctica la hospitalidad de la diversidad, la solidaridad, pensando a la humanidad como a una sola familia. Para un cristiano es natural reconocer a Jesús en cada persona. Cristo mismo nos pide acoger a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados con los brazos bien abiertos, quizás adhiriendo a la iniciativa que lancé en septiembre del año pasado. Share the Journey (Comparte el viaje). De hecho, el viaje se divide en dos: los que llegan a nuestra tierra, y nosotros que vamos hacia el corazón de quienes arriban para comprenderlos, entender su cultura, su lengua, sin desatender el contexto actual.

Esto sería un signo claro de un mundo y de una Iglesia que intenta ser abierta, inclusiva y acogedora, una Iglesia Madre que abraza a todos compartiendo un viaje en común. Como afirmé anteriormente, no olvidemos que la esperanza representa el impulso en el corazón de quien parte dejando su casa, su tierra, a veces familiares y parientes, para ir en busca de una vida mejor, más digna para sí mismo y para sus seres queridos. Y es también el impulso en el corazón de quien acoge: el deseo de encontrarse, de conocerse, de dialogar… La esperanza es el estímulo para «compartir el viaje» de la vida, ¡no tenemos miedo de compartir el viaje! No tenemos miedo de compartir la esperanza. La esperanza no es virtud para gente con el estómago lleno y por ello los pobres son los primeros portadores de esperanza y son los protagonistas de la historia.

¿Cómo debe actuar Europa en la práctica?
Europa necesita esperanza y futuro. La apertura hacia los nuevos desafíos de las migraciones, impulsados por el viento de la esperanza, puede ayudar a construir un mundo en el que no se habla únicamente de números o instituciones, sino de personas. Entre los migrantes, como dice Usted, hay personas que buscan «condiciones para vivir o sobrevivir». Para estas personas que huyen de la miseria y del hambre, muchos empresarios y un amplio número de instituciones europeas a las que no faltan genialidad y valentía, podrán emprender objetivos de inversión en formación, en sus países, de la escuela al desarrollo de auténticos sistemas culturales y, sobre todo, de trabajo. La inversión en trabajo significa acompañar la adquisición de competencias y el inicio de un desarrollo que pueda convertirse en un bien para los países todavía pobres, ofreciendo a esas personas la dignidad del trabajo y a su país la capacidad de entrelazar vínculos sociales positivos capaces de construir sociedades justas y democráticas.

El Vaticano está en Italia y usted es el obispo de Roma. Pero el pueblo italiano ha reservado gran aprobación a las fuerzas políticas «populistas» que no comparten la apertura de las puertas del país a los migrantes. ¿Cómo vive esta dicotomía entre rebaño y Pastor?
Las respuestas a los pedidos de ayuda, aun si generosas, quizás no fueron suficientes, y hoy día nos encontramos a tener que llorar miles de muertos. Hubo demasiados silencios. El silencio del sentido común, el silencio de «siempre se hizo así», el silencio de «nosotros» siempre en contraposición con «ellos». El Señor promete consuelo y liberación a todos los oprimidos del mundo, pero necesita de nosotros para que su promesa sea eficaz. Necesita nuestros ojos para ver las necesidades de los hermanos y hermanas. Necesita nuestras manos para socorrer. Necesita nuestra voz para denunciar las injusticias cometidas en el silencio, algunas veces cómplice, de muchas personas. Sobre todo, el Señor necesita nuestro corazón para manifestar el amor misericordioso de Dios hacia los últimos de la tierra, los repudiados, los abandonados, los emarginados.

¿En qué modo se puede concretar un itinerario de integración capaz de superar las preocupaciones y las inquietudes, que son reales?
No dejemos de ser testigos de esperanza, ampliemos nuestros horizontes sin agotarnos por la preocupación del presente. Así como es necesario que los migrantes respeten la cultura y las leyes del país que los acoge para emprender conjuntamente un camino de integración y para superar todos las preocupaciones e inquietudes. Encomiendo esta responsabilidad también a la prudencia de los jóvenes, para que identifiquen modalidades compartidas que ofrezcan una acogida digna a los numerosos hermanos y hermanas que invocan ayuda. Se puede recibir un cierto número de personas sin descuidar los objetivos de integración y organización digna de su modo de vivir.

Es necesario hacer atención a los tráficos ilícitos, sabiendo por cierto que la hospitalidad no es fácil. Recuerdo aquí lo que escribía este año en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: cuatro piedras angulares para la acción que amo expresar a través de los verbos «acoger, proteger, promover e integrar», y remarco el proceso que, durante todo el año 2018, llevará a la definición y aprobación por parte de las Naciones Unidas de dos pactos mundiales: uno, para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados. Estos pactos constituirán un marco de referencia para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas. Por esta razón es importante que nuestros proyectos y propuestas estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de aprovechar cualquier ocasión que permita avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia.

Traducción de Graziella Filipuzzi para Il Sole 24 Ore